Artesanos del siglo XXI: el potencial de trabajar con las manos
International Summit on Handcraft & Tourism Málaga ·
Detrás de sus piezas de barro, madera o plata hay horas de diseño, una apuesta por el I+D y un concepto moderno de la comunicación. Un congreso renueva esta semana en Málaga la visión de la artesaníaSu principal herramienta de trabajo son las manos: María se mancha de arcilla cada día, y el taller de Ángela y Francisco se cubre de virutas de madera y restos de cuero al final de la jornada. Son artesanos, sí, pero no en el sentido clásico. Parten de un saber ancestral, de un oficio basado en técnicas tradicionales que priman el respeto por la materia, pero no se quedan ahí. Detrás de sus productos hay muchas horas de diseño, una apuesta clara por el I+D y un concepto moderno de la comunicación. Es la artesanía elevada a la categoría de arte, una nueva visión de lo 'hecho a mano' que impulsa la primera edición del International Summit on Handcraft & Tourism en Málaga.
Más de 200 profesionales intercambiarán sus experiencias y 'savoir faire', su destreza, del 26 al 28 de enero en el Instituto de Estudios Portuarios. Unos 40 artesanos de la provincia de Málaga lo harán de forma presencial y alrededor de 200 de toda la geografía estarán vía 'streaming' en este formato creado por la consultora malagueña Ipsa Ratio, como parte de su proyecto Ars Textum. Ángel Asensio, presidente de la Confederación ModaEspaña, acudirá como invitado especial. La meta es visibilizar al sector, generar comunidad y poner en valor una palabra aquí «denostada» pero con un reconocimiento «fortísimo por su exclusividad y unicidad» fuera de España. «Es el ADN de un producto», argumenta Begoña Pascual Hormías, CEO de Ipsa Ratio.
El congreso pone la artesanía con mayúsculas en el centro del debate para analizar sus aplicaciones en todas las áreas del siglo XXI, desde el arte a la moda, el interiorismo o la arquitectura. Y para ello da la palabra a sus protagonistas, a quienes han hecho ya esa «reinvención», con charlas y encuentros alrededor de la textura de los materiales, el poder de la tradición y la importancia de la innovación. María Monasterio, Taller Piccolo, Cristóbal Angulo y Todobarro son algunos de ellos.
La malagueña Ángela González y su marido Francisco Crescini han aprendido a ser artesanos «por el camino». Los dos han sido arquitectos, «y lo somos»: «Diseñamos teniendo en cuenta la artesanía y la artesanía se alimenta del diseño». Juntos han creado Taller Piccolo, una firma que 'construye' muebles, bolsos y casi cualquier objeto que le pida el cliente. Trabajan la madera, el cuero y otros textiles naturales desde su estudio en la zona de Carlos Haya. Siempre con una reflexión e investigación previa que dé respuesta a «las necesidades sociales contemporáneas». Con materiales nobles y a medida, Ángela y Francisco confeccionan productos funcionales, desde una trona para niños a un aparador o una mesa de comedor para un restaurante.
Confiesa que llegaron a este oficio con una «inocencia absoluta». Aprenden las técnicas artesanales en función de las exigencias del diseño. Pero ya no basta con encerrarse en el taller a crear como hacía el artesano tradicional. «Tienes que aprender a ser empresario, a hacer fotos, a hacerte publicidad, a impulsar las ventas... ¡Millones de cosas!», exclama.
«Ahora con las redes sociales todo es distinto. Para que la gente aprecie lo que uno hace tiene que enseñarlo, mostrar partes del proceso para que la gente lo viva más de cerca», añade María Monasterio. Desde su taller en el barrio de la Victoria, la malagueña moldea las vajillas de restaurantes emblemáticos y del universo Michelin. Como Ángela y Francisco, ella es una arquitecta reconvertida en artesana, en alfarera, que cuida al máximo el diseño de sus platos, convencida de que tan importante es lo que se come como dónde se sirve. Y para ello aplica su creatividad, pero también las herramientas que le ha dado la carrera. «Al fin y al cabo, esto es diseñar, en otra escala, con otra utilidad. Pero también es construir, tengo que ver cómo hago esa pieza dependiendo de la forma que tenga, usando una técnica u otra, o combinando varias», explica. La arquitectura, además, le ha proporcionado un conocimiento clave en estos tiempos: «La importancia de las presentaciones, de tener un buen catálogo y una cuidada página web».
Siente que algo está cambiando en la consideración de la alfarería. «Está más de moda, mucha gente me pregunta si doy clases, quieren aprender». Algo que siempre se ha «infravalorado», quizás por su uso popular y cotidiano, empieza a vincularse al lujo por su componente de exclusividad y diseño. Ningún plato de los que elabora con sus manos es igual a otro, aunque partan del mismo modelo. Y eso, evidentemente, tiene un precio. «A la gente le cuesta entenderlo y les puede parecer caro». Pero el cambio está en empezar a considerarlo como «algo especial y único», una joya detrás de la que hay muchas horas de trabajo con las manos y también con la cabeza.
«Tiene que posicionarse como un producto de lujo, el coste de la mano de obra es muy alto. Pero la diferenciación también lo es», defiende Pedro Rosa, fundador de Todobarro, especialistas en suelos y azulejos. En su equipo se definen como 'neoartesanos'. Se trata de «rescatar lo mejor de la artesanía tradicional y evolucionar con un lenguaje actual de diseño, innovar y mejorar la calidad con I+D, con el desarrollo de nuevas materias, y con una buena comunicación a través del márketing 'online'».
El 'neoartesano' tiene que manejar bien tanto el producto como las relaciones con el cliente, «interpretar qué desea». Y Pedro Rosa, con formación de alto ejecutivo pero vocación creativa, detectó que había una carencia por cubrir. «Me enteré de que el barro antiguo de los pavimentos más valorados del mundo es un barro español de la zona de Andalucía. Sin embargo, la mayor parte de este pavimento bien conservado no está aquí sino en casas de lujo en la Riviera francesa o Florida». Tras un negocio fracasado por la crisis de la construcción, Pedro Rosa se tiró literalmente al barro buscando a los mejores artesanos y, al mismo tiempo, invirtiendo en investigación. Todobarro ha conseguido reproducir la textura, la sedosidad y el color del barro antiguo -que es finito y depende de un lugar concreto- «para que no hubiese un límite a la réplica». Eso unido a un diseño innovador con teselaciones geométricas (que permiten muchas combinaciones e incorporan diferentes tonalidades) les ha llevado a trabajar con los principales estudios de decoración europeos. Ahora ya tienen un pie en China y la mirada en Estados Unidos.
Cada suelo de Todobarro es singular. Y eso mismo sucede con cada pieza cincelada en plata por Cristóbal Angulo. A sus más de 60 años, este orfebre se encuentra en pleno proceso de reinvención. Es la cuarta generación en el oficio, empezó a andar en el taller de su abuelo y durante décadas su trabajo ha estado vinculado a la orfebrería religiosa. Pero después de dos años sin Semana Santa por la pandemia, su cliente potencial había «desaparecido». Tocaba ampliar la perspectiva.
Cristóbal une un legado adquirido de padres a hijos con diseños actuales en colgantes y pendientes de plata. «Además de ser artesano, requiere de mucha creatividad. La platería es un mundo muy complejo en el que hay que saber diferentes disciplinas». Ahora también de redes. Es otro de los efectos colaterales del virus, el «impulso digital» que la familia Angulo ha dado a una empresa tan arraigada en la tradición que pronto venderá sus piezas 'on line'. «Me quita tiempo del taller, pero no hay otra cosa», admite. Es el signo de unos tiempos cambiantes pero también de grandes oportunidades, como mostrará el International Summit on Handcraft & Tourism en Málaga.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión