
La expansión de los fenicios transformó el Mediterráneo. Las poblaciones e hipogeos excavados así lo atestiguan con abundantes restos del comercio, la cultura y ... la religión de este pueblo que llegó de Oriente. A los hallazgos arqueológicos se suma los avances científicos que, cada vez más, permiten conocer nuevos datos de nuestro pasado. Uno de ellos es la paleogenómica, el estudio del ADN antiguo, una técnica que protagoniza el último estudio internacional en el que ha participado la UMA con el objetivo de encontrar la huella genética de los primeros fenicios que llegaron al Mediterráneo central y occidental. Publicado por 'Nature', los resultados han sorprendido a los expertos que esperaban encontrar una clara herencia directa. Pero las pruebas indican todo lo contrario, como se ha visto también en los restos de los habitantes malagueños que se conservan de la época.
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«Hay escaso ADN, lo que ha sido una sorpresa que se expone en el artículo ya que se adoptó la cultura fenicia, pero la población siguió siendo de gente local básicamente», explica el profesor Enrique Viguera, titular Área de Genética de la UMA que ha participado junto a los arqueólogos Sonia López Chamizo y José Suárez en este estudio internacional que expone en su título la conclusión principal: 'Punic people were genetically diverse with almost no Levantine ancestors' ('Los púnicos eran genéticamente diversos, casi sin ancestros orientales'). «Usamos un iPhone, llevamos a los niños a comer al McDonald y celebramos Halloween, por lo que adoptamos la cultura de EE UU, pero sigo siendo local. Es un símil muy básico, pero genéticamente los fenicios no invadieron, sino que hubo un trasiego cultural y económico y se asimilaron sus costumbres», ilustra el investigador sobre los contactos en aquellos primeros tiempos que han dejado escasa huella genómica de los fenicios originarios.
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«Ha sido una sorpresa, pero con resultados al revés de lo que esperábamos», admite Viguera, que ha colaborado con el biólogo español y experto en ADN Carles Lalueza Fox en este estudio, que ha sido dirigido por Harald Ringbauer (Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania), junto a David Reich (Universidad de Harvard, EEUU) y Ilan Gronau (Universidad Reichman, Israel), con la participación de más de 30 investigadores de instituciones europeas y mediterráneas. Esa escasa presencia de la genómica fenicia no solo se da en Málaga, sino también el resto de yacimientos fenicio-púnicos orientales, norte de África, Sicilia, Cerdeña, Ibiza y la Península ibérica (14 en total), que han participado en este proyecto en el que se ha analizado el ADN de 210 individuos, de los que 8 son procedentes de Málaga.
Un trabajo sobre el terreno que ha realizado la arqueóloga Sonia López Chamizo y cuyos resultados también se incorporan en su tesis doctoral recién entregada y que leerá próximamente. La especialista pone el acento en el otro gran descubrimiento de este proyecto ya que a la escasa huella de los fenicios orientales se une una notable diversidad genética de la población local en época púnica. «Hemos conseguido una foto fija que nos indica que Málaga ya era cosmopolita y era un nexo muy relevante en el Mediterráneo con el interior de la Península», destaca la experta que añade que nuestro caso es similar al de otros yacimientos fenicios, como Cartago o Italia, «donde se mantienen las mismas dinámicas con mucho movimiento poblacional y contacto intenso». «El Mediterráneo era como una gran autopista de barcos navegando y transmitiendo personas e ideas», expone.
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Pese a los datos, López Chamizo aboga por seguir investigando y aumentar la muestra de esos ocho miembros de época púnica que han participado en el estudio para sacar conclusiones todavía más certeras. Así, el arqueólogo de la UMA José Suárez, director del yacimiento del Cerro del Villar, explica que en este estudio han participado restos de individuos encontrados en hipogeos de la capital, como Mundo Nuevo, Mármoles y Zambrana. «No disponemos de restos fenicios analizables de las fases más antiguas -desde el siglo IX a. C.- porque se cremaban, pero en el siglo VI a. C. -época púnica- cambian las costumbres y se generalizan las inhumaciones, por lo que es a partir de ahí cuando tenemos muestras, como el cráneo y los dientes, de los que se pueden extraer ADN», ilustra el experto, que añade que esos enterramientos pertenecen probablemente a aristócratas de la época, por lo que también estamos ante una población muy específica.
Esa diversidad genética de las poblaciones fenicias del Mediterráneo ha permitido, no obstante, que en los ocho miembros analizados de Málaga se haya encontrado parentesco con otros miembros participantes en el estudio. Esos 'primos' -en segunda o tercera línea- vivían en poblaciones del área egea-micénica (Grecia) y en Sicilia, lo que confirma precisamente esa 'contaminación' genómica y el contacto con otras ciudades fenicias. Una relación que ya mostraba la arqueología con la abundante cerámica griega encontrada en los yacimientos malagueños, caso del Cerro del Villar.
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Por contra, una de las muestras en la que se había depositado más esperanzas era la que se extrajo de la conocida Tumba del Guerrero, que fue descubierta en 2012 en un solar entre las calles Refino y Jinetes, y que se exhibe en el Museo de Málaga. Los expertos esperaban encontrar una respuesta a las teorías sobre la procedencia griega o local de este individuo, pero a pesar de insistir dos veces en los análisis, los restos de hueso petroso enviados a Harvard fueron negativos. «El secreto de su origen se lo ha llevado a la tumba», abrocha Viguera. Al menos, para la ciencia de hoy.
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