Lola Álvarez, Pedro Hoz y Pol Arregi posan en la muestra 'Echoes of the Sacred'. Julio J. Portabales

El hilo invisible del arte: una exposición reúne a 40 artistas conectados por lazos personales y creativos

La muestra 'Echoes of the Sacred' se encuentra en la Finca El Portón de Alhaurín de la Torre y reúne obras de artistas de distintas disciplinas y países

Julio J. Portabales

Alhaurín de la Torre

Jueves, 8 de mayo 2025, 20:36

Era una simple reunión. Una vuelta al pasado. Un reencuentro para recordar los recuerdos que un día fueron parte de la vida de uno mismo. ... Lo que empezó siendo un punto de encuentro de unos cuarenta artistas contemporáneos, en su mayoría españoles, cuyas trayectorias artísticas les provocó cruzarse en algún punto del camino del pasado, se fue transformando en una idea que empezó a coger forma como un eco de lo sagrado.

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De hecho, 'Echoes of the Sacred' (el nombre de la exposición en inglés) es el conjunto de diferentes áreas del arte, fotografía, escultura, pintura... reunidas bajo un mismo techo: la finca municipal El Portón de Alhaurín de la Torre. Un espacio ya cargado de simbolismo para Pedro Hoz, alma mater del proyecto, que regresa así al mismo lugar donde, siendo apenas un artista emergente, realizó su primera muestra individual. Ese regreso, cargado de significado, ha sido el punto de partida de una propuesta artística que no busca reconocimiento institucional ni validación de mercado, sino generar comunidad y abrir puertas.

Junto a Hoz, dos nombres fundamentales: Pol Arregi, su manager y también comisario de la exposición, y Lola Álvarez, cómplice artística y curatorial del proyecto. Los tres han trabajado codo con codo para que este sueño compartido tomara forma. Una exposición, sí, pero también un homenaje a las redes de afecto, colaboración y respeto que el arte genera entre quienes lo viven de verdad.

Las relaciones personales de Hoz y Arregi reflejan en cada una de las 40 obras expuestas, seleccionadas no desde la lógica de la tendencia o el mercado, sino desde los vínculos forjados durante los últimos años. A lo largo de este tiempo, ambos han recorrido medio mundo: Corea, Miami, México, Reino Unido... Allí conocieron, colaboraron y compartieron experiencias con otros artistas, muchos de los cuales forman parte hoy de esta exposición coral.

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«Queríamos mostrar la comunidad que hemos ido creando», explica Arregi. «No hay una línea estética, ni una narrativa impuesta. Lo que hay es una generación que ha crecido junta, entre aeropuertos, residencias, ferias y estudios compartidos». Una generación que no busca entrar en un sistema, sino crear el suyo propio.

Algunas de las obras expuestas. Julio J. Portabales

Por eso, 'Echoes of the Sacred' es también una declaración de principios: una exposición comisariada por artistas, pensada para artistas. Una fórmula que recuerda a los salones independientes del siglo XIX en París o a los círculos creativos del Nueva York de los años 70, donde los creadores se agrupaban al margen de galerías e instituciones para mostrar su obra directamente al público.

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«Este tipo de espacios permiten algo que las galerías a veces dificultan: el acceso real a la creación, sin miedo, sin filtros, sin tener que demostrar nada a nadie», señala Lola Álvarez. «Queremos que la gente entre, observe, sienta. Que sepa que está invitada, aunque crea que no entiende».

Perfiles distintos

Y eso se nota en la variedad de las obras y los perfiles: desde artistas que exponen por primera vez, como Pablo Gil con su debut en fotografía, hasta otros con trayectorias ya consolidadas, como Fernando de Ana, reconocido dentro del mercado internacional. La mezcla es intencionada y orgánica. «Aquí no hay jerarquías. Hay ganas de mostrar y de compartir», apuntan los organizadores.

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El proyecto también tiene un componente generacional evidente. «Es el reflejo de quienes somos ahora: personas jóvenes que vivimos con incertidumbre, con movilidad constante, que intentamos sobrevivir haciendo arte», explica Hoz. «No todos tienen cabida en los grandes circuitos, pero eso no significa que no haya talento».

Más allá del valor estético, la exposición también plantea un diálogo entre obra y contexto. El Portón, como espacio municipal, se transforma así en un escenario de oportunidades, alejándose del aura elitista que suele acompañar al arte contemporáneo. «Aquí no hay que pagar entrada ni vestirse de ninguna manera especial. Solo venir con ganas de mirar», apunta Pol Arregi.

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'Echoes of the Sacred' no tiene intención de establecer un canon, ni de marcar tendencia. Su fuerza reside precisamente en su diversidad y su honestidad. En que cada obra, desde el diseño gráfico a la escultura, pasando por el vídeoarte o la pintura figurativa, es la expresión directa de su autor, sin filtros ni pretensiones. «Cada pieza habla desde un lugar íntimo», añade Álvarez.

Jon Benet mira su escultura. Julio J. Portabales

Uno de los artistas participantes, Jon Benet, lo expresa con claridad: «Esta es solo mi segunda exposición, y si estoy aquí es gracias a Pedro y a todo el equipo. Me abrieron la puerta cuando aún estaba empezando. Para mí, esta muestra significa mucho más que mostrar obra: es sentir que formas parte de algo. Que te ven. Que cuentas», afirma con emoción.

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Para Pedro, Pol y Lola, esto no es solo una exposición. Es un punto de partida. Una forma de decirle al mundo que se puede hacer arte desde la amistad, desde la colectividad, desde los márgenes. Sin fórmulas. Sin pedir permiso. Y sobre todo, sin olvidar lo sagrado de crear.

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