Así cantaba Málaga hace 150 años
Espectáculo ·
El Teatro Cervantes celebra su siglo y medio de historia con un viaje sonoro a la ciudad del XIX, cuando los cafés cantantes servían de laboratorio para el arte flamencoLos principios hay que buscarlos en La Loba, El Turco, El Suizo, el de la Marina, el España, el de la Lobilla, el Sin Techo y, por supuesto, El Chinitas. El flamenco iba construyendo su personalidad en los muchos cafés cantantes que animaban las noches de la Málaga de finales del XIX. En una ciudad de economía potente, con una incipiente industria y tradición de comerciantes, las clases medias y el proletariado se divertían en esos «laboratorios» donde se mezclaba un cante gitano llegado de Jerez con un canto procedente de Cuba, donde se experimentaba alterando los ritmos, incorporando las guitarras y acompañándolos de baile. El flamenco tomaba forma en distintos rincones de la ciudad casi al mismo tiempo que se levantaban los muros del hoy Teatro Cervantes.
El escenario malagueño, en su 150 aniversario, retrocede hasta ese tiempo y recrea los sonidos de una época clave en la historia individual y colectiva en el espectáculo 'El flamenco del siglo XIX: entre lo andaluz, lo gitano y lo clásico'. Ramón Soler dirige esta producción propia del Cervantes basada en una investigación previa que se estrena el 23 de diciembre (18 euros). Doce artistas reproducen, llevándolo a su terreno, los cantes de entonces con una puesta en escena sobria y elegante. Lo que manda aquí es el arte que se oye y se ve.
Mientras la voz rasgada de David Carpio entona «Ventanas a la calle son peligrosas pa las madres que tienen sus niñas mozas», le sirve de marco una proyección del cuadro 'Cortejo español' (1883) de Juan García Ramos de la colección del Museo Carmen Thyssen de Málaga. La pinacoteca cede sus fondos, con gran peso de la pintura andaluza del XIX, para decorar y contextualizar esta propuesta.
El espectáculo se divide en tres partes introducidas cada una de ellas por una explicación en off a la que pone voz Fran Perea. «Queremos recrear el repertorio que había siglo y medio atrás, pero no solo mostrarlo sino también hacer algo de didáctica«, detalla Soler. Es deformación profesional de quien alterna su trabajo como profesor de Matemáticas con la investigación y la divulgación del flamenco. En los primeros compases del espectáculo –que hace unos días tuvo su primer ensayo en el Cervantes– se resume de forma práctica los orígenes del arte jondo. De un lado del escenario aparece el violín y la guitarra por verdiales de Pepe Molina y Sergio Cuesta 'El Hombrecillo'. Desde un palco rompe la voz David Carpio en una toná. Y en otro punto de las tablas, Davinia Ballesteros rasga con maestría la guitarra clásica. Lo andaluz, lo gitano y lo clásico –como reza el título de esta producción– se amalgaman en este tiempo y en este lugar hasta conformar lo que a partir de la segunda mitad del XIX se conoce como flamenco.
«Hunde sus raíces en el folclore andaluz, en los cantos de algunas familias gitanas de la Bahía de Cádiz a finales del XVIII y en la importancia de la técnica en los instrumentos, la guitarra, y en el baile«, detalla Soler. Se trata de una »reinterpretación de la música tradicional«. Como argumenta el especialista, el flamenco nace en el XIX como una »reacción virulenta« hacia la música academicista de tono francés o italiano. »Y lo más antitético era un gitano cantando con voz desgarrada. Eso fue permeando e intoxicando las formas de cantar del folclore andaluz que había alrededor«. Se cantaba lo mismo pero de otra manera. Ese fue el germen.
Y todo eso sucede en el Cervantes frente a uno de los pocos elementos que se conserva del día de su inauguración en 1870: el impresionante telón de boca de Ferrándiz, restaurado hace tres años. Cuando se abre, el flamenco va mostrando su evolución a través de los grandes cantes del momento y de quienes los crearon. Suenan las peteneras flamencas de Medina el Viejo en la voz de Nuria Martín con Francisco Vinuesa a la guitarra. Las palmas de Fernando Santiago les acompaña después en el polo de Tobalo, la caña del Fillo con el macho de Enrique Ortega y la soleá de Paquirri el Guanté.
Bonela y Chaparro de Málaga dan cuenta del mestizaje del flamenco con unas guajiras tradicionales, con letras y músicas evocadoras de Cuba. La seguiriya cabal de Silverio, la malagueña de Juan Breva y la del Canario, la soleá de Anilla la Gitana, los tangos de Enrique el Mellizo, las cantiñas de Romero el Tito... «El momento actual del flamenco viene por aquellos creadores», apostilla.
El programa es tan riguroso que no figura ninguna bulería, porque apareció ya entrado el siglo XX, lo que no quita que su compás se cuele en el remate de algún cante. No obstante, aunque es un repertorio clásico se interpreta con la técnica actual de cantar, que también está en constante evolución, y con la personalidad de cada artista que participa en el espectáculo.
Un completo recorrido sonoro que cuenta con el taconeo de Cristóbal García y Carmen Ríos, y la colaboración especial del maestro Riqueni a la guitarra con su tarante de concierto 'Alcázar de cristal'. «Hay que educar a los aficionados y curiosos, no solo darles los repertorios hechos, sino guiarles», señala Soler. Y hacerlo con una presentación cuidada y estructurada, «con una razón y un argumento». «Que no piensen que es algo caótico. Todo lo contrario, está bastante reglado», señala el responsable de la dirección documental y artística.
'El flamenco del siglo XIX: entre lo andaluz, lo gitano y lo clásico' nace en Málaga con el reto de no quedarse aquí y girar por otras ciudades de la geografía. Porque al igual que el arte jondo que representa, este espectáculo también tiene vocación universal.
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