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Sr. García .
Ernesto 'Chess' Guevara

Ernesto 'Chess' Guevara

Cuentos, jaques y leyendas ·

El líder cubano consideró el ajedrez como su segunda novia y lo convirtió en un elemento clave del éxito revolucionario

manuel azuaga herrera

MÁLAGA

Domingo, 3 de enero 2021, 00:32

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1 de mayo de 1962. Plaza de la Revolución, La Habana (Cuba). Por iniciativa del ministro de Industrias, el comandante Ernesto 'Che' Guevara, se celebró la primera edición del torneo Memorial Capablanca, en homenaje al excampeón del mundo cubano. Un millón de personas cantaron 'La Internacional', la letra que el francés Eugène Pottier escribió en 1871 sin saber que se convertiría en el himno de los trabajadores del mundo. La escena emocionó a los 22 participantes del torneo, por el tono épico y la multitud que coreaba. Esa mañana estaba prevista una exhibición de partidas simultáneas, pero empezó a llover a cántaros. Uno de los jugadores, el Viejo Najdorf, sugirió suspender el acto. El primer ministro Fidel Castro se quitó la chaqueta y se la ofreció al Viejo: «Jugarás mejor bajo el agua». Algo así le dijo. Y la lluvia debió influir en el ánimo del argentino de origen polaco porque Najdorf se proclamó campeón del torneo, por delante del soviético Boris Spassky. Cuando regresó a Buenos Aires, Najdorf le contó la historia pluviosa a su hija Liliana: «Fue la primera vez que simultaneé mojado», bromeó. A los pocos días, Najdorf le pidió a Liliana que lo acompañase. Fueron a la casa de un matrimonio. Allí, el Viejo hizo entrega de «un paquete con cartas y fotos». Liliana narra este fragmento en su obra 'Najdorf x Najdorf' y ofrece un dato sorprendente: eran los padres del 'Che', a quien Najdorf, a pesar de su perfil apolítico, siempre admiró, por su carácter apasionado.

Ernesto Guevara Lynch, el padre del 'Che', escribió un magnífico libro sobre su hijo. En sus páginas relata que, en 1962, Miguel Najdorf le dijo que «Ernesto era un jugador de primera». Y es fácil pensar que el halago de Najdorf se produjo en aquella visita que presenció la pequeña Liliana, porque la fecha coincide. Más tarde, cuenta el padre del 'Che', Najdorf concedió una entrevista a un diario de Buenos Aires en la que declaró que el 'Che' «tenía una biblioteca de ajedrez de más de 500 volúmenes». Fue Ernesto Guevara Lynch quien enseñó a jugar a su hijo cuando éste era muy pequeño: «Recuerdo que le dejaba ganar y se ponía furioso». La madre, Celia, también jugaba.

Al poco de nacer, el 'Che' (al que por entonces llamaban Teté o Ernestito) padeció una pulmonía de la que casi se muere. También muy pronto empezó a sufrir ataques agudos de asma, una enfermedad crónica que nunca le dio respiro. El padre se refería a ella como «una maldición». Debido a estos continuos episodios asmáticos, la familia se trasladó a Alta Gracia, en la provincia argentina de Córdoba, una villa veraniega de clima seco, en busca de un aire más saludable. El 'Che' no acudía al colegio y pasaba largas horas postrado en la cama, convaleciente. Leyó 'El Quijote', las obras de Julio Verne, Dumas, Salgari, Dickens, Stevenson… Fue durante ese período de lectura febril cuando descubrió el ajedrez. No solo lo practicó, sino que se interesó por la literatura ajedrecística y estudió a los clásicos. Hace unos días oí contar a Horacio Olivera, experto en historia del ajedrez, que él mismo visitó la Casa Museo del 'Che' en Alta Gracia y descubrió un manuscrito con el título 'Tareas para el futuro'. Entre estas tareas, destacaba una que nos muestra la pasión verdadera del 'Che' por las sesenta y cuatro casillas: «Estudiar el libro sobre las cien mejores partidas de Alexander Alekhine».

En 1939, durante la Olimpiada de ajedrez celebrada en el Teatro Politeama de Buenos Aires, el 'Che' quedó fascinado por la maestría que exhibió José Raúl Capablanca. Muchos años después, Ernesto confesó: «Las primeras noticias que tuve de la existencia de Cuba fue a través de Capablanca, cuando hizo una visita a la Argentina». En ese momento, el genio cubano ya no era el campeón del mundo, pues había perdido su trono en 1927 contra Alekhine, curiosamente en Buenos Aires, pero logró la medalla de oro olímpica, como primer tablero, sin perder una sola partida.

En Córdoba, un Ernesto adolescente solía jugar al ajedrez con Gregorio Granado, hermano del bioquímico y escritor Alberto Granado, con quien el 'Che', en 1951, emprendió su célebre viaje de siete meses por Latinoamérica, a lomos de La Poderosa, una Norton 500 desvencijada de boqueada ronca. La película 'Diarios de motocicleta' (2004), del brasileño Walter Salles, nos mostró en la gran pantalla esta fascinante aventura. Una de las experiencias más conmovedoras de la expedición fue la visita que el 'Che' y Granado hicieron a la leprosería amazónica de San Pablo, en Perú. Allí, el 'Che' jugaba al fútbol (siempre de portero) con los leprosos, para distraerlos; y por las noches se enfrentaba en el tablero de ajedrez al doctor Federico Bresciani, director de la leprosería. Así lo escribió el 'Che' en sus crónicas, más tarde publicadas como 'Notas de viaje: diario en motocicleta'.

Antes de aquella travesía latinoamericana, Ernesto frecuentó el Hotel Provincial, en Mar del Plata, epicentro de algunos de los campeonatos de ajedrez más importantes del país. Le gustaba pasear por los tableros, ser testigo y notario de la clarividencia de los mejores jugadores del momento. Por encima de todos, el 'Che' admiraba el estilo del chileno René Letelier, un tipo que nunca fue gran maestro pero que derrotó al mismísimo Bobby Fischer. También venció Letelier a Alexander Alekhine, aunque lo hizo en dos partidas rápidas (5 minutos para cada bando), modalidad en la que fue un verdadero prodigio. Incluso jugó al ajedrez con Salvador Allende, en el Palacio de la Moneda. En los años 60, Letelier pasó varias veces por Cuba para jugar el Torneo Panamericano y el Memorial Capablanca. En una de estas visitas, le susurraron al oído: «Hay alguien que lo quiere saludar, maestro». Letelier pensó que sería otro chileno de viaje por la isla. Esperó cinco minutos en un enorme salón, expectante, hasta que apareció el comandante 'Che' Guevara y le saludó de un modo extraño: «Usted no me conoce, pero yo le conozco mucho a usted». Letelier creyó que se trataba de una broma. Entonces, el 'Che' le invitó a tomar un té y le aclaró lo que sucedía: «Siendo yo un muchacho, siempre le pedía a los maestros que me explicaran sus técnicas después de las partidas, y el único que me dedicaba atención era usted. Por eso le estaré siempre muy agradecido». Letelier por fin comprendió y, tras este encuentro, recibió varios puros de regalo en su habitación.

Existen claras evidencias de la pasión del 'Che' por el juego-ciencia en todas las etapas de su vida. Con 20 años, ingresó en la Facultad de Medicina de Buenos Aires y, en 1949, participó en el Torneo Universitario de ajedrez que organizaba el Club Argentino, una institución legendaria de la que el 'Che' fue expulsado por no pagar su cuota como socio. En estos años estudiantiles, Ernesto participó en unas simultáneas que Miguel Najdorf ofreció en Mar del Plata. Sobre este duelo corre la leyenda de que hicieron tablas, pero nada más lejos de la verdad: el 'Che' fue barrido del tablero. Lo sabemos gracias a otro capricho del destino, ese «tiempo circular», que diría Borges. Vean, si no. En 1962, una vez Najdorf ganó el primer Memorial Capablanca, el 'Che' le propuso al Viejo jugar una simultánea de diez partidas a la ciega contra un equipo del ministerio. Entre los rivales estaban Raúl Castro y el comandante Alberto Bayo, personaje clave en la Revolución Cubana y notable ajedrecista. El 'Che' se sentó en la mesa número tres. En un momento dado, Najdorf obtuvo una ventaja decisiva en su partida contra el 'Che', pero, aún con todas las de ganar, quiso ofrecerle tablas. El Viejo aplicaba esta estrategia pacífica cuando se enfrentaba a cualquier líder político, «así evitas problemas y, de paso, quedas bien», decía. Sin embargo, ese día el 'Che' rechazó de plano el ofrecimiento y pronunció estas sinceras palabras: «Mire, maestro, siendo estudiante de Medicina, perdí contra usted en Mar del Plata […]. Y he soñado tantos años con la revancha que hoy elijo ganar o perder». Dicho de otro modo: «Prefiero morir de pie que vivir arrodillado».

En su segundo gran viaje por Latinoamérica (1953-1956), el 'Che' se instaló por un tiempo en la convulsa Guatemala. El país sufrió un violento golpe militar y esta circunstancia política obligó a Ernesto a buscar refugio en la embajada argentina. Allí jugó al ajedrez con los exiliados guatemaltecos. Poco después, se trasladó a México, donde entra en contacto con Fidel Castro y los revolucionarios cubanos. Lejos de la isla, planificaban el modo de reconquistar la patria. El 'Che' hizo amistad con el militar Alberto Bayo, instructor de la guerrilla, con quien juega en El Chalco todas las noches al ajedrez, a la luz de las velas. El baile de sombras sobre el tablero provocaba que, con demasiada frecuencia, ambos jugadores confundieran las piezas. Las discusiones entre Bayo y el 'Che' fueron la banda sonora de aquellas madrugadas. En 1956, buena parte de la célula castrista es detenida y llevada a la cárcel migratoria de Miguel Schultz, en Ciudad de México. Las fotos tomadas a Fidel y el 'Che' entre rejas, meses antes de que iniciaran la revolución de 1959, son un documento histórico, sin duda alguna. Desde la celda, el 'Che' mandó llamar a su amigo el doctor David Mitrani, con el encargo de que le llevase adrenalina y así mitigar su maldición, sus terribles ataques de asma. Cuando Mitrani llegó a la cárcel con algunas ampollas, lo primero que vio fue a Ernesto «jugando al ajedrez con uno de sus carceleros».

Tras aquel encierro, la historia del 'Che' se convierte en la de un mito libertario y, tras su fusilamiento en Bolivia, en la de un icono pop. El 'Che' es hoy un héroe y un villano, las dos cosas a la vez, según sea la causa o el testimonio que arrastre la memoria colectiva. Pero todos los relatos han olvidado que su afición al ajedrez transcendió hasta convertirse en un elemento crucial del triunfo revolucionario. No exagero. El 'Che' supo, por mediación de Bayo, que a los oficiales alemanes, durante la Primera Guerra Mundial, les obligaban a jugar al ajedrez, como parte de su formación militar. Así que puso todo su empeño en hacer lo mismo con el Ejército Rebelde. Más tarde, ya en el poder, hizo lo propio con el pueblo cubano. En octubre de 1964, el 'New York Times' publicó el siguiente titular: «El ajedrez es recomendado a todos los revolucionarios por el nuevo régimen». Y es que el deseo del 'Che' era masificar la práctica del juego-ciencia porque, como él mismo señaló, «constituye un medio eficaz para la educación y la formación del intelecto del hombre».

Hasta aquí la aventura en blanco y negro de un revolucionario, la del ajedrecista Ernesto 'Chess' Guevara.

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