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Grafito de un fragmento SUR

El enigma íbero de Los Castillejos

La aparición de un grafito con escritura fenicia del siglo VI a. C., junto a rastros de destrucción por fuego y terremotos, aportan nuevos datos de la ciudad fortificada del Guadalteba, que guarda los secretos del mundo ibérico del interior de la provincia

Domingo, 8 de mayo 2022, 17:39

Desde la meseta del cerro se domina el valle del río Guadalteba. Y el camino que unía Ronda con Granada. Así que no es extraño que nuestros antepasados pusieran en este cruce de caminos la primera piedra de una ciudad amurallada en la que no solo podían defenderse con ventaja, sino controlar el 'tráfico'. Estas características hacen del oppidum fortificado de Los Castillejos (Teba) uno de los principales asentamientos íberos de Málaga y la llave para conocer cómo funcionaban estas sociedades autóctonas en el interior de la provincia. Las últimas excavaciones en el yacimiento –hace ahora tres años– están dando ahora sus frutos con la publicación de las investigaciones y resultados de los sondeos, que se encontraron con la sorpresa de una ocupación romana muy potente que ralentizó llegar a los niveles más antiguos, en torno al siglo VI y V a. C. Pese a las dificultades y los misterios todavía por resolver, se encontraron evidencias de destrucciones del poblado por fuego y el abandono final, ya en el siglo I, por lo que parece un terremoto o movimiento sísmico. A lo que se une la aparición de una pieza inédita que ha llamado la atención de los expertos: un grafito con letras fenicias.

«Es el primero de este tipo que aparece en el interior de la provincia de Málaga y en época tan antigua, lo que nos indica que la escritura fenicia ya era conocida en esta zona en el siglo VI a. C.», explica el arqueólogo y especialista en protohistoria mediterránea Eduardo García Alfonso, que acaba de publicar la investigación sobre los niveles prerromanos de la última excavación de Los Castillejos, que fue impulsada por el Ayuntamiento de Teba y la Asociación de Protección del Patrimonio Hisn Atiba. Escritas a mano sobre un plato, las cuatro letras suman un enigma más. «Los íberos no tenían escritura, por lo que creemos que transcribían sus propias palabras, pero con letras del alfabeto fenicio», añade el investigador, que avanza que la inscripción podría corresponder al nombre o antropónimo del propietario de la pieza, lo que también indicaría cierta posición social de este individuo. Las respuestas a este último desafío están ahora en manos del epigrafista José Ángel Zamora de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma, que estudia el significado de la inscripción.

En la primera foto, las excavaciones de 2019, en la que se encontró ocupación romana, además de niveles íberos. En la segunda, Catillus o molino que apareció fragmentado por un acontecimiento violento o terremoto en el siglo I. En la tercera, carnero íbero hallado en Los Castillejos en 1993 y símbolo del Museo de Teba. ÑITO SALAS/SUR
Imagen principal - En la primera foto, las excavaciones de 2019, en la que se encontró ocupación romana, además de niveles íberos. En la segunda, Catillus o molino que apareció fragmentado por un acontecimiento violento o terremoto en el siglo I. En la tercera, carnero íbero hallado en Los Castillejos en 1993 y símbolo del Museo de Teba.
Imagen secundaria 1 - En la primera foto, las excavaciones de 2019, en la que se encontró ocupación romana, además de niveles íberos. En la segunda, Catillus o molino que apareció fragmentado por un acontecimiento violento o terremoto en el siglo I. En la tercera, carnero íbero hallado en Los Castillejos en 1993 y símbolo del Museo de Teba.
Imagen secundaria 2 - En la primera foto, las excavaciones de 2019, en la que se encontró ocupación romana, además de niveles íberos. En la segunda, Catillus o molino que apareció fragmentado por un acontecimiento violento o terremoto en el siglo I. En la tercera, carnero íbero hallado en Los Castillejos en 1993 y símbolo del Museo de Teba.

Este hallazgo y los misterios que se abren son la mejor ilustración del momento actual del conocimiento sobre los pueblos indígenas que habitaban el interior de la provincia en aquella época. «Cada vez sabemos más de los fenicios, pero apenas conocemos nada del urbanismo íbero en Málaga», revela García Alfonso que añade que gracias a la última campaña de excavaciones de 2019 se ha podido avanzar en el conocimiento del funcionamiento de Los Castillejos. «Podemos desmentir que hubiera dos recintos fortificados, ya que el segundo que se ha encontrado por debajo de cota pertenece ya a la edad moderna y se trata de un muro de contención para cultivo», avanza el arqueólogo, que añade que en algunas zonas los muros llegaron a tener tres metros de altura. Contundente defensa que también nos habla de la condición de los íberos como señores de la guerra al convertir el enfrentamiento en una forma de vida y una actividad económica. Un carácter muy diferente al de los fenicios que llegaron a nuestras costas con un paradigma de conquista basado en el comercio.

También sismos

Ya fuera por el ardor guerrero u otro motivo, los sedimentos del tiempo que cubren el oppidum de Los Castillejos también han revelado la existencia de importantes capas de ceniza –de hasta 30 cm de potencia– detectadas en el sondeo estratigráfico del yacimiento, lo que lleva a los expertos a plantear «varias destrucciones probablemente por fuego en el siglo VI a. C.». En torno a esta época la población se asienta en la parte alta del cerro, mientras que la muralla se data en torno al siglo V a. C., aunque no se tiene la constatación arqueológica ya que la muestra recogida fue reducida al encontrarse los excavadores con las inesperadas estructuras romanas que se superponían y que frenaron el descenso a los niveles ibéricos deseados en la campaña de 2019.

No obstante, ese esplendor altoimperial que se reveló en el yacimiento también aportó novedades sobre la vida en esta ciudad fortificada que sería definitivamente abandonada a finales del siglo I d. C., ya que la dominación de Roma acabó con tanta lucha interna, llevando así algunas de estas poblaciones al llano, como ocurrió en este caso con el auge del cercano oppidum ignotum del Cortijo del Tajo. No obstante, ambos núcleos continuaron conviviendo durante algún tiempo y en Los Castillejos se ha localizado incluso un edificio monumental de grandes sillares con un probable uso para el culto. Lo que sorprendió a los arqueólogos fueron los abundantes testimonios de lo que creen un movimiento sísmico. «Se aprecian estructuras romanas caídas por un empuje violento o terremoto», manifiesta García Alfonso, que añade otras evidencias como el paso de una falla bajo esta zona, la localización de habitaciones con contrafuertes que dan idea de que ya se habían producido episodios anteriores y materiales caídos y no recogidos por el abandono apresurado.

Entre esas piezas fracturadas se desenterró un molino de sangre intacto, pero partido. «Sospechamos que tuvo que ser un caso similar al terremoto de Lorca de 2011, que fue muy intenso en la ciudad y afectó mucho, pero no tanto en el entorno», ilustra el especialista, que también apunta el hallazgo de una moneda del emperador Domiciano y fechada en el año 93, que marca precisamente el declive de Los Castillejos como centro de control territorial.

Si el final de esta ciudad fortificada ofrece pocas dudas, no se puede decir lo mismo de los orígenes íberos de este cruce de caminos que sigue planteando enigmas a los investigadores. Uno de esos secretos puede desvelarse incluso antes de que la picola y la brocha vuelvan a desenterrar nuestro pasado indígena en lo alto de este cerro. Será cuando se descifre ese grafito con cuatro letras fenicias que ha viajado hasta el siglo XXI como el mensaje en una botella de nuestros antepasados.

Un volumen retrata el protagonismo de Teba y Cártama en época ibérica

Las poblaciones autóctonas que se mezclaron con los fenicios en el primer milenio a. C. han comenzado a salir a la luz. Su huella en la capital tiene un punto estratégico en el Cerro de la Tortuga, aunque en el interior han cobrado relevancia en los últimos años Los Castillejos y Cártama, donde se han promovido excavaciones en los últimos años que han arrojado nuevos datos. Unos avances que ha recogido el volumen 'Las sociedades íberas: historia y arqueología', que revisa el estado de la cuestión y publica las últimas investigaciones del I Simposio de Historia del Territorio del Guadalteba.

Editado por Eduardo García Alfonso y Serafín Becerra, la obra está dividida en varios bloques que ponen en relación los avances de la provincia con el conocimiento íbero en el Levante y la meseta meridional, así como con el resto de Andalucía. El ámbito territorial malagueño es especialmente tratado, con una síntesis de enclaves clásicos del iberismo como Cauche el Viejo o el Cerro de la Tortuga, a los que se añaden nuevos territorios como el valle bajo del Guadiaro, con Alcorrín y Lacipo, la costa entre Marbella y Fuengirola, con centro en Suel, además de la cuenca del río Turón y el que se está revelando como un importante núcleo ibérico: Cártama. Además se dedica una especial atención a los resultados de las últimas excavaciones en Los Castillejos.

Con prólogo de Fernando Wulff Alonso, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Málaga, el volumen, que ha sido apoyado por el alcalde de Teba, Cristóbal Corral, y el presidente de Hisn Atiba, Francisco Ledesma, reúne textos de una veintena de investigadores, como Carmen Aranegui, Carmen Rueda, Juan Pedro Bellón, Andrés Adroher, José Suárez, Isabel López García, Lidia Cabello Ligero, Juan M. Martín Casado, Francisco Melero, Cristóbal Alcántara, José Carlos Escalante Gil y José Manuel Castaño Aguilar.

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