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Puede resultar metafórico pensar que Emilio Prados ya se preguntaba en su poema 'Canción para los ojos' su sitio en el mundo, con la única certeza de que la respuesta, si es que había alguna, quería conocerla «¡hoy!». A modo de homenaje, premonición o agradecimiento, justo hoy, aquella institución que fue la cuna del aprendizaje de este poeta de la Generación del 27, ha mostrado unos hallazgos de sus primeros años como estudiante que hablan mucho de quién fue; toda una joya para la sociedad malagueña y que ha estado oculta esperando el momento adecuado para dejarse ver.
Nos remontaremos, para poner en situación de la importancia de estos documentos, a 1846, cuando se funda en el histórico edificio de calle Gaona el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza de Málaga. Este centro, lleno de historia y con el aura de ilustres literatos y científicos recorriendo sus pasillos, tuvo un porcentaje mayoritario de chicos, y no fue hasta el curso de 1942-1943, tras el fin de la Guerra Civil, cuando se dividió en dos centros dentro del mismo edificio: el masculino y el femenino. En 1961, con la construcción vanguardista de Miguel Fisac de un nuevo instituto en el Paseo de Martiricos, los chicos se trasladaron cruzando el río Guadalmedina, así que la situación quedó de la siguiente manera: El instituto Vicente Espinel (Gaona) se reservaba para las niñas y el instituto Nuestra Señora de la Victoria (Martiricos) para los niños. Ambos, lógicamente, son herederos de un patrimonio histórico muy relevante para la provincia de Málaga: desde exámenes de ingreso o expedientes de Pablo Picasso, Severo Ochoa, Vicente Aleixandre o José Ortega y Gasset, hasta un museo en el propio instituto Martiricos con más de 500 especies disecadas, muchas ya extintas.
De este modo, hallar nuevas evidencias del paso de Emilio Prados por esta institución es un regalo que llega en plena pandemia para sentar aún más las bases de dos centros educativos hermanos que comparte algo más que papeles viejos: un legado y una historia imprescindible. El historiador Victor Heredia, manipulando esos hallazgos ataviado con guantes para no dañar los documentos, explicaba esta mañana en el instituto Martiricos que fueron unos encuentros casuales en la labor de los centros por recuperar y desentrañar su archivo. Algo que ha supuesto, cuando pronto celebrarán su 175 aniversario, un regalo para todos: «Cualquier especialista en Prados va a encontrar algo interesante aquí. Si uno coge el documento y le pregunta, se puede observar la estructura del instituto en su momento: la organización didáctica, el plan de estudios, la relación con los centros privados...», comenta sobre su relevancia José Francisco Jiménez Trujillo, profesor jubilado e historiador.
De cualquier forma, desde el Vicente Espinel o Gaona quieren resaltar que estos documentos, además de poseer gran valor histórico, tienen también un 'plus' didáctico que servirán para instruir a los estudiantes de la historia de su centro y su ciudad: «Vamos a aprovechar todo este patrimonio para que los alumnos aprendan desde la emoción. Porque al alumnado le va a emocionar cuando sepa que está en el mismo espacio que el niño poeta Emilio Prados, que fue estudiante como ellos, con sus buenas notas y sus no tan buenas», relataba Julia del Pino, directora de Gaona, acompañada del profesor de historia Rafael Maldonado.
Entre esos hallazgos escritos, a modo de diamante y que esperan poder enseñarlos pronto a toda la sociedad, Victor Heredia mostraba con ilusión el expediente académico de bachillerato del poeta; un examen que Prados realizó en 1910 con 11 años para poder estudiar seis de bachillerato, lo propio a principios del siglo XX; un dictado de un fragmento de El Quijote y una división de dos cifras que tuvo que repetir, acompañado por unas preguntas orales que había que contestar para pasar la prueba. Todo ello con una caligrafía espléndida, legible y poco usual para un niño de tan corta edad. La lista de tesoros continúa con un certificado del Registro Civil de su nacimiento en 1899, el expediente con sus notas en la que obtenía matrícula de honor en Lengua Castellana o un tratado de física general con un su firma y un dibujo con sus iniciales que hacían el dibujo de una guitarra, que presentó el mismo profesor Rafael Maldonado.
Para Diego Palacios, director del instituto Martiricos, la oportunidad de seguir conociendo la historia del instituto y de Málaga a través de estos escritos es fundamental para la sociedad, algo que convertirán en el próximo curso en exposición, actividades y coloquios con el fin de seguir promoviendo su legado, apoyados por la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía. Y lo hacen en un momento idóneo, además, cuando la figura de Emilio Prados ha sido reconocida como Autor del Año por el Centro Andaluz de las Letras.
Esto, para jóvenes como Nicolás Ryzhov o Lucia Shuwi Pastor, dos alumnos de primero de bachillerato de Nuestra Señora de la Victoria, es una ilusión y una oportunidad para seguir indagando en «la historia del instituto», participando, además, en las labores de desenmarañar el archivo como estudiantes voluntarios, protagonistas de un cambio y una actitud que perdurará en los pasillos de Gaona y Martiricos.
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