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Miles de files despiden al papa Francisco tras la canonización de los dos pastorcillos en Fátima. :: PAULO NOVAIS / efe
Los pastorcillos de Fátima ya son santos

Los pastorcillos de Fátima ya son santos

El Papa canoniza a los niños Francisco y Jacinta Marto cien años después de que aseguraran haber visto a la Virgen María

DARÍO MENOR

Domingo, 14 de mayo 2017, 00:53

Francisco y Jacinta Marto ya son santos. El Papa canonizó ayer a dos de los niños pastores que aseguraron haber visto a la Virgen en Fátima un siglo después de que se produjera la primera de las supuestas cinco apariciones. El Pontífice los santificó durante la misa que presidió en el santuario portugués ante medio millón de personas, muchas de ellas llegadas desde España. Buena parte de los fieles recibieron el día en la explanada que se abre frente al templo, y donde Jorge Mario Bergoglio había dirigido la noche anterior el rezo del Rosario en medio de un sobrecogedor mar de velas y antorchas.

Antes de presidir la Eucaristía, el Papa se reunió con el primer ministro portugués, el socialista Antonio da Costa, y visitó la tumba de los nuevos santos, a los que canonizó después de que la Iglesia católica certificara un milagro gracias a su intercesión: la sanación inexplicable para la ciencia del brasileño Lucas Maeda de Oliveira, que con seis años se cayó de una ventana a seis metros de altura y sufrió un grave trauma cráneo encefálico con pérdida de materia cerebral.

En la misa en que canonizó a los dos primeros niños que se convierten en santos sin haber sufrido un martirio, Francisco dejó una advertencia a los fieles sobre el peligro que supone vivir de espaldas a Jesucristo. La Virgen, «previendo y advirtiéndonos sobre el peligro del infierno al que nos lleva una vida sin Dios y que profana a Dios en sus criaturas, vino a recordarnos la luz de Dios que mora en nosotros y nos cubre». Más adelante, Bergoglio pidió a María que brinde «esperanza y paz» a quienes la necesitan, en particular a los enfermos, discapacitados, encarcelados, desocupados, pobres y abandonados.

Sin querer entrar en los secretos y misterios que han acompañado a las apariciones de Fátima durante toda su historia, el Papa se acordó de la tercera de las videntes, sor Lucía, que a diferencia de sus primos no murió de pequeña. Ella se metió a monja de clausura y falleció en 2005 a los 97 años. El obispo de Roma citó una de sus cartas en las que se pide una «auténtica y precisa movilización» de los creyentes contra la «indiferencia que nos enfría el corazón y agrava nuestra miopía». «No queremos ser una esperanza abortada», comentó Bergoglio, insistiendo en que «la vida sólo puede sobrevivir gracias a la generosidad de otra vida».

Iglesia «pobre de medios»

Al final de su homilía, Francisco trató de que los presentes sintonizaran con su forma de concebir la comunidad cristiana al animarles a que descubrieran de nuevo «el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es misionera, acogedora, libre, fiel, pobre de medios y rica de amor». Tras la misa, el Papa dedicó un saludo a los enfermos, a los que invitó a que no se consideraran «solamente como unos destinatarios de la solidaridad caritativa», pidiéndoles en cambio que se sintieran «partícipes a pleno título de la vida y misión de la Iglesia».

El Papa completó la agenda de su viaje a Fátima con un almuerzo con los obispos portugueses. Al término de la comida acudió a la base aérea de Monte Real, donde subió al avión que le llevó de vuelta a Roma.

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