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Antonio Javier López
Sábado, 25 de febrero 2017, 00:42
Buenasuerte mira fija desde el flanco izquierdo. Tiene los ojos acuosos, serenos, quizá un poco tristes. Buenasuerte tenía el pelo negro cerrado y un nombre para llevarle la contraria. Buenasuerte era la gata de José Luis Puche y su chica y murió cuando el artista enfilaba la ejecución de esta obra. Cinco días después de Buenasuerte, el padre de la pareja de Puche emprendía el mismo camino. Y 'Papá' se titula la sugerente intervención que el artista malagueño firma en las escaleras del Centre Pompidou Málaga, de la mano del ciclo Málaga de Festival (MaF) previo a la celebración del Festival de Málaga Cine en Español.
Si el año pasado José Medina Galeote impresionaba al espectador con su imponente acción sobre los muros del acceso al Pompidou de Málaga, Puche resuelve el reto de actuar sobre ese espacio de una manera sutil y sorprendente. Al llegar a las escaleras no hay nada a la vista, el visitante deberá bajarlas, girarse entonces y apreciar cómo desde cada uno de los 27 peldaños emerge el retrato de José Puche Vela, padre de José Luis, y de la gata negra Buenasuerte.
La pieza se distribuye en un espacio que, para empezar, plantea la dificultad de la perspectiva, así que Puche (Málaga, 1976) ha tenido que deformar el dibujo para que el resultado final cobre la proporción adecuada en la mirada del espectador. Junto a ese elemento, Puche destacaba ayer en la presentación de la pieza «el efecto ingrávido que adquiere el dibujo, el tránsito y la experiencia que se produce a través de ese tránsito es para cada visitante algo distinto y único».
Una obra para un 'no lugar'
El artista malagueño planteaba ayer los puntos cardinales sobre los que se levanta su propuesta: «El proyecto parte del propio espacio. Es un espacio estanco, de tránsito, lo que Mar Augé denominaba un 'no lugar'. Cuando tienes que desarrollar un proyecto para un espacio de este tipo, lo primero que te tienes que plantear es justo eso, que vas a estar en un lugar que no está pensado ni diseñado para exponer una obra de arte».
Sabido esto, Puche quiso llevar el espacio, el proyecto, a su terreno. «Recurrí a la figura de mi padre, en primer lugar, porque quería tener un gran proyecto en Málaga, un proyecto en el que pudiera explayarme y decidí personalizarlo mucho por el hecho de ser mi ciudad. Además, Augé dice que este tipo de espacios están deshumanizados, porque al ser espacios de tránsito acogen a personas que van confluyendo ahí pero que jamás tienen relación las unas con las otras. Yo quería que fuese la memoria colectiva, el recuerdo, lo que hiciese que se estableciera esa conexión entre las personas que transitan por el espacio. Un padre es algo que tiene o que ha tenido todo el mundo y ese recuerdo, esa memoria, es el componente necesario para la conexión entre la sociedad y el individuo», explicaba el artista, que ha firmado exposiciones individuales en la Galería Yusto/Giner, el Centro Unicaja de Cultura en Antequera y la Galería Xavier Fiol de Palma de Mallorca.
Puestas las bases conceptuales de la pieza, quedaba su realización material para ser exhibida en las escaleras del Centre Pompidou Málaga. «La segunda parte del proyecto consiste en dilatar el espacio. La manera dilatarlo es hacer que la huella y la contrahuella sean parte tectónica del dibujo; es decir, la contrahuella es aquello que se deja ver detrás, un espacio translúcido y la huella actúa como un elemento opaco, es la persiana. En esencia, en la imagen representada en la obra mi padre está bajando una persiana para dejar ver su mirada», sigue el autor al pie de la obra por la que transitaban los visitantes a la filial.
Juego con la persiana
Puche organizó una sesión de fotos con su padre. Con persiana, sin persiana y en diferentes perspectivas. Al final, las láminas de la persiana se mimetizan con los escalones de la escalera y el resultado es una pieza conviene apreciar desde abajo, en el centro físico de los escalones.
'Papa' surge así como la unión de las partes en las que Puche ha realizado el dibujo, dividido en los 27 peldaños. «Cada fragmento es de material plástico y sobre él se coloca el dibujo que está realizado sobre papel y hecho en carbón graso. Lo dilato mucho con agua, es algo que llevo investigando desde hace meses. Voy dejando que el agua vaya dejando un registro dentro del papel con la caída natural del propio carbón y sobre ese registro vuelvo a trabajar», detallaba Puche.
El resultado final recuerda por momentos a la acuarela, con la mancha trasluciéndose en algunas partes de la composición, como resume Puche: «Esto es una escalera que juega con el factor sorpresa, cuando bajas la escalera no sabes que estás también bajando por la pieza y cuando llegas abajo te das cuenta de que sí hay algo. La idea básica consiste en que cuando vayas hacia la salida del museo sea la figura la que te devuelva la mirada».
La mirada de José, Pepe Puche. La mirada de la gata negra, que otra vez hace honor a su nombre.
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