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Antonio Javier López
Sábado, 2 de julio 2016, 00:56
A Juan del Junco se le ha puesto pinta de náufrago. Pelo largo, alborotado y negro como la barba frondosa; la piel curtida por el sol; unas pequeñas bolsas de cansancio empantanado bajo los ojos claros y, sobre todo, una serenidad que parece fruto de quien ha cambiado su relación con el tiempo. Quizá, también, consigo mismo. «Estás ahí, en el campo, solo durante horas, y llega un momento en que te sientes parte del paisaje», admite Del Junco, que parece un personaje de una novela Stevenson, sólo que su isla del tesoro ha sido, en realidad, una marisma, un recorte de tierra, mar y aire, mucho aire, entre Sevilla y Cádiz.
uAutor. Juan del Junco (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1972).
uLugar. Galería Isabel Hurley. Paseo de Reding, 39, bajo.
uFecha. Hasta el 17 de septiembre (agosto, cerrado).
uHorario. De martes a jueves, de 11.00 a 13.30 y de 17.30 a 20.30; viernes, de 11.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.00; sábados, de 11.00 a 14.00 h.
Allí, durante cinco meses, Juan del Junco (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1972) ha tirado más de 2.000 fotografías. Lo ha hecho a la antigua usanza: con cámara analógica, en blanco y negro, sin comprobar en la pantalla qué y cómo había salido. A pelo. De ahí brota una serie delicada y hermosa reunida desde ayer en la Galería Isabel Hurley, donde Juan del Junco presenta hasta el 17 de septiembre 'Conceptual Andalusia: Européens en vol. Les Archives'.
El proyecto corre en paralelo a la muestra que Del Junco protagoniza desde hace un mes en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, incluida en la programación de PhotoEspaña. Eso sí, el autor jerezano repite a cada poco: «No soy fotógrafo, soy un artista visual que emplea la fotografía». Un artista que encuentra sus referentes en el lenguaje conceptual y en el 'land art'. Cita Juan del Junco a Ed Ruscha, Dan Graham y Robert Barry. Cita dos libros: 'Twentysix gasoline stations' del mencionado Ruscha, considerado el primer 'libro de artista', y 'Oiseaux en vol' (Pájaros en vuelo) un manual firmado por el naturalista Charles-André Vaucher. Ambos títulos se publicaron en 1962. El segundo estaba en la casa familiar de Juan del Junco y actúa como espoleta en la nueva propuesta del autor, que sigue indagando en la naturaleza, en la relación del hombre con el entorno, a través de su particular fascinación por las aves, convertida en eje de su trabajo.
Afán clasificatorio
«En esta exposición intento hablar de la memoria, de la honestidad y de mi propio gusto personal», sigue Juan del Junco, que se mantiene fiel a otra constante de su trabajo: el afán clasificatorio emprendido con la pasión de un coleccionista. Sin embargo, la meticulosidad casi rabiosa de hace un tiempo, vista por ejemplo hace seis años en 'Pinturas y otras obsesiones' (la muestra presentada en la recordada galería de Alfredo Viñas) se vuelve aquí más sosegada y reflexiva. De este modo, Del Junco articula la exposición en Isabel Hurley como una suerte de álbum donde las 124 instantáneas expuestas están organizadas según el tamaño de las aves capturadas por el objetivo. Y cada apartado se diferencia por el color de las cabezas de los cuatro alfileres que sostienen cada imagen.
Y así, el relato de Juan del Junco comienza con los verdes de pequeños pájaros como la tarabilla común y el buitrón; azul para la avoceta; rojo en los patos; amarillo para el morito común y alfileres negros con las espátulas y la garza imperial. A la última señala Del Junco y suelta: «Esta me recuerda a una mujer... A una mujer que amé». Lo dice serio, casi ausente, mientras mira la silueta de un ave a contraluz, seductora, inalcanzable, como para un náufrago la idea de volver a casa.
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