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1936. Brenan en su recién estrenada residencia de Churriana, que abandonaría en los primeros compases de la Guerra Civil.
Churriana, el refugio del viajero Brenan

Churriana, el refugio del viajero Brenan

La recuperación esta semana de la casa del hispanista para la vida cultural reverdece el largo vínculo del escritor con la provincia

Antonio Javier López

Lunes, 3 de noviembre 2014, 01:01

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A Marcel Proust le bastó el recuerdo de una magdalena infantil mojada en una taza de té para prender la mecha que alumbraría 'En busca del tiempo perdido'. Esa magdalena se transformó en Gerald Brenan en «varios trozos grandes» de turrón de Jijona. Los probó con diez años como regalo del viaje que su abuela y su madre habían emprendido durante un mes por el sur de España y, 14 años después, aquel joven oficial del Ejército británico recién licenciado volvió a paladear en su memoria aquel turrón, aquellas fotografías traídas por las mujeres de la casa, y puso rumbo hacia Málaga después de dar a sus padre el mal rato de abandonar la carrera militar para labrarse un incierto futuro como poeta junto al Mediterráneo.

1919. Gerald Brenan pisaba Málaga por primera vez. Nacía entonces un vínculo con varios paréntesis que mantendría hasta el final de sus días. Una raigambre que va más allá de sus años de residencia en Churriana y Alhaurín el Grande y que ahora reverdece al calor de la reapertura como centro cultural de la casa que el hispanista y escritor británico ocupó durante dos décadas en la periferia de la capital malagueña.

El Ayuntamiento de Málaga ha empleado más de una década y de un millón de euros en la recuperación para la vida cultural de la Casa de Gerald Brenan, cuyas actividades coordina en esta nueva etapa la periodista y escritora Silvia Grijalba. Ha regresado estos días aquel espíritu abierto y cosmopolita que se respiraba en el (ahora) número 56 de la calle Torremolinos. Si a mediados del siglo pasado desfilaron por allí E. E Cummings, Cyril Connolly, Bertrand Russell, Laurence Olivier, Vivien Leigh, Richard Hughes, Edmund Wilson, Orson Welles o Ernest Hemingway; esta semana ha sido el turno de investigadores y literatos como Tom Burns Marañón, Ian Gibson, Luis Alberto de Cuenca o Carlos Pranger.

Este último, escritor y editor y a la sazón ahijado de Brenan y albacea de su legado, sirve de guía por el repaso al largo idilio entre Brenan y Málaga, el lugar donde el autor escribió la mayor parte de su obra sobre la historia y el carácter de los españoles, el refugio del viajero impenitente por el mundo y por los libros al que llegó en busca de un clima benigno para sus pulmones asfixiados por los gases de la guerra.

Aquel joven inglés sin dinero ni oficio conocido aburría las tardes en la playa de Huelin para mitigar el hambre con el ruido del mar y los versos de Garcilaso. En busca de una aldea donde asentarse, pasó por Sedella, «en la que había oído decir que había una buena posada», como recordó el autor en sus memorias.

La Reina de los Ángeles

Pero la fonda ya no existía, Brenan se refugió en otra con poca fortuna y después de tomar aliento y zurcir sus ropas, emprendió el camino hacia Motril. De la costa subiría hacia la Alpujarra y en Yegen vivirá las experiencias plasmadas en uno de sus libros más conocidos: 'Al sur de Granada'. De la controvertida relación con su criada adolescente, Juliana Pelegrina, nacería su hija Elena.

Brenan abandonó lazos y Yegen. Volvió a Inglaterra para regresar un par de años después, ya casado con la escritora estadounidense Gamel Woolsey, en busca de una residencia en Andalucía. A finales de 1935 compra por unas 50.000 libras 'La Reina de los Ángeles' al malagueño Carlos Crooke Larios, tal y como detalla Pranger, quien apostilla: «En esa casa de Churriana Brenan encontró su isla particular, el lugar que buscaba para serenarse y escribir y que al mismo tiempo le ofrecía un aeropuerto, la cercanía de Gibraltar para los asuntos financieros y un ambiente más moderno y abierto que en otras provincias andaluzas de la época, sin olvidar la colonia de expatriados británicos que nutriría su vida social».

A Churriana también se llevaría Brenan a su hija Elena, que pasó a llamarse Miranda Helen. Apenas estarían en la casa unos meses, ya que el estallido de la Guerra Civil le persuade de abandonar de nuevo España. «La experiencia de la Guerra Civil en España le afectó mucho más en su vida y en su obra que su propia participación en la primera Guerra Mundial como soldado. Hasta entonces no había profundizado en su país de acogida y el suceso hizo que ahondar en intuiciones que tenía sobre el carácter español», avanza Pranger.

Publica entonces 'El laberinto español' (1943) y 'La faz de España' (1953). Este último le sirvió de excusa para realizar una primera incursión en su «patria chica», a la que volvería en 1953, año que ve la luz 'Al sur de Granada'. Son quizá los años más felices en la biografía de Brenan. Churriana era una fiesta en la que reina el matrimonio, anfitrión de buena parte de la intelectualidad anglosajona.

Todo cambia con la muerte de Gamel en 1968. «Durante algún tiempo parecía que todo había terminado para mí. Luego Lynda, mi sobrina -no lo era, pero Brenan se refería así a ella- una muchacha de 24 años, que escribe poesía y se interesa por la filosofía y la literatura, vino a vivir conmigo», escribe Brenan, en alusión a Lynda Nicholson, su ayudante en los últimos años de su vida y madre de Carlos Pranger.

Un traslado polémico

«Toda su vida está marcada por la influencia femenina», ilustra el editor y poeta malagueño, en alusión al poderoso ascendente que ejercieron sobre Brenan su madre y su abuela, así como las amigas y compañeras con las que vivió o soñó relaciones más o menos sentimentales, de Dora Carrington a Virginia Woolf, de Gamel Woolsey a Lynda Nicholson. La economía y los recuerdos de Gamel motivan el traslado a una casa más asumible en Alhaurín el Grande el mismo año de la muerte de su esposa. Publica entre otros 'Memoria personal' (1974) y 'Pensamiento en una estación seca' (1978). El cuerpo y la mente de Brenan empiezan a ceder y en 1984 es trasladado a una residencia en Londres.

Aquella decisión provocó una notable polémica en Málaga, hasta el punto de que un mes más tarde, Brenan regresa para instalarse en Alhaurín el Grande. Su salud se agrieta por momentos y el 19 de enero de 1987 se despide del mundo. Antes dejó consignada su intención de donar su cuerpo a la ciencia. Sus restos permanecieron conservados en la Facultad de Medicina de Málaga durante casi 15 años hasta que recibieron sepultura en 2001 en el recoleto Cementerio Inglés de la capital malagueña.

Desde aquella colina, junto a Gamel, mira de nuevo el mar.

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