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Martes, 12 de agosto 2014, 00:04
El universo poético de Rafael Alberti arrancó junto a las costas gaditanas, expresado inicialmente a través de la pintura. Vivió su adolescencia en Madrid, donde participó en multitud de exposiciones y bebió de las vanguardias. La muerte de su padre en 1920, cuando Alberti tenía dieciocho años, supuso una explosión interior y la escritura de los primeros versos. Su altura poética no tardó en revelarse; en 1923 publicó &lsquoMar y tierra&rsquo, que un año después &ndashy ya bajo el título &lsquoMarinero en tierra&rsquo&ndash fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura. Fueron años fructíferos para el gaditano, que en la Residencia de Estudiantes conoció a Lorca, Guillén, Salinas, Buñuel, Dalí, Aleixandre y otros miembros del 27. Alberti, que ya había publicado &lsquoSobre los ángeles&rsquo y &lsquoCal y canto&rsquo, descorchó la década de 1930 casándose con la escritora María Teresa León. Consciente de que los libros no iban a ser una forma de vida que permitiese su independencia económica, comenzó su extensa trayectoria como conferenciante. Durante aquellos viajes conoció a Stalin y a su admirada Dolores Ibárruri, La Pasionaria, y estos nuevos encuentros trajeron sus versos más revolucionarios. En 1937 comenzó a escribir su ciclo autobiográfico, &lsquoLa arboleda perdida&rsquo. Tras el estallido de la Guerra Civil, Alberti inició su exilio en París, donde escribió uno de sus poemas más célebres, &lsquoSe equivocó la paloma&rsquo, antes de marcharse a América. En Buenos Aires nació su hija Aitana. La producción literaria de Alberti, difundida internacionalmente, gozaba de una salud envidiable. En 1977 volvió a España; la felicidad del regreso fue el preludio de una lluvia de reconocimientos que no cesó hasta su muerte, en 1999.
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