Borrar
Cómo convertir el aceite de oliva usado en pintura

Cómo convertir el aceite de oliva usado en pintura

Estudiantes de la UMA aúnan emprendimiento, arte y ciencia y se presentan a uno de los concursos internacionales más importantes de biología sintética

TERESA R. DEL SOL

Martes, 23 de noviembre 2021, 00:01

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Un litro de aceite de oliva arrojado por el fregadero puede llegar a contaminar decenas de miles de litros de agua, equivalente al consumo anual de una persona en su domicilio. Por eso, un grupo de estudiantes, pertenecientes a diferentes áreas, ha realizado un proyecto para convertir el aceite de oliva usado para cocinar en pintura. Este proyecto en el que se lleva trabajando desde marzo ha sido presentado en una de las competiciones más importantes a nivel mundial de biología sintética, iGEM -International Genetically Engineered Machine- que este año ha contado con 356 equipos de diferentes universidades de Asia, América, Europa, África, entre otros. El evento iba a tener lugar en París, pero debido a la pandemia se ha realizado de manera 'on-line'.

ATG son las siglas que definen a este equipo de jóvenes con alma de emprendedores y que significa 'All Together Growing' (Todos Juntos Creciendo). Estos estudiantes apuestan por un mundo más sostenible usando la biología sintética y una economía de tipo circular reduciendo por un lado el consumo, y por otro lado reutilizando aquello que consumimos.

La idea de embarcarse en este proyecto surgió el pasado año en Estocolmo de la mano de Francisco Antequera, estudiante de 22 años de bioquímica de la UMA, cuando se encontraba de Erasmus en prácticas en el Instituto de Karolinska, uno de los principales centros educativos universitarios del mundo en el campo de la medicina, investigando sobre el cáncer para una estancia de septiembre a diciembre. «Yo llevaba un tiempo que me interesaba tanto el tema de la divulgación científica como del emprendimiento y cuando estuve en Estocolmo me sentí realmente motivado e inspirado y vi una buena excusa en esta competición para usarlo como paraguas para recoger y saciar todas mis inquietudes», explica el estudiante.

ATG ha contado con una financiación de casi 20.000 euros de fondos públicos y privados

En octubre del año pasado Fran cisco Antequera acudió a un espacio que había todos los jueves en el Karolinska dónde se reunían alumnos para contarles iniciativas que se fueran a realizar. Ese día la pandemia hizo que con las restricciones impuestas la charla abierta a todos los alumnos se convirtiera en un encuentro entre los dos organizadores y el estudiante, por lo que pudo profundizar más sobre iGEM. Y esa misma noche le escribió a los profesores Miguel Ángel Medina y Antonio Heredia para poder poner en marcha el proyecto.

Este año es la primera vez que se presenta la Universidad de Málaga al evento internacional, por ello, Francisco Antequera ha realizado una importante labor de divulgación para poder formar un equipo, «que te quieran escuchar es lo más complicado y más ahora que hay tantos focos de atención», señala.

Los equipos que se presenten al concurso deben ser multidisciplinares, ya que no sólo se centra en la ciencia sino que abarca otras áreas del conocimiento como puede ser el marketing o el diseño gráfico.

Los miembros que forman All Together Growing son María Rodríguez, Álex Jiménez, Daniel Díaz, Cristina Viúdez, estudiantes de Bioquímica; por otra parte María Rodríguez y Álvaro Jiménez, que estudiaron la mención de Biotecnología; Álex Rojo, estudiante de economía y ADE; Ignacio Porras, con formación en informática, y Andrea Peregrín, estudiante de diseño gráfico.

ATG se presenta como portavoz de Andalucía, así que la primera idea que les inspiró fue el aceite de oliva pues uno de los valores por los que apuestan en iGEM es buscar solución a un problema de impacto local pero extrapolable al resto del mundo.

«Empezamos a investigar qué podíamos hacer con ese aceite de oliva y al principio caímos en cosas que ya hacía la industria, como por ejemplo el jabón o detergentes. Pero nuestra perspectiva era emprender y tener en cuenta la conexión humana. ¿Cómo podríamos involucrar a las personas? Pues con algo que se enfrenten día a día, el aceite usado de cocina, ¿y cómo podemos convertir una fuente de residuos en algo de valor? Usando la creatividad, con biopintura», cuenta Francisco Antequera.

Arte y ciencia

Aunar términos tan lejanos como pueden parecer a simple vista arte y ciencia es complicado, pero no imposible. Y este equipo de jóvenes estudiantes lo han demostrado. Empezaron a investigar sobre la idea hasta que dieron con la clave: una levadura llamada 'Yarrowia Lyplitica' en un trabajo de Rodrigo Ledesma del Imperial College de Londres que el mismo investigador envió por correo hasta Málaga en un sobre. Esta levadura es capaz de crecer en medios oleosos como el aceite de oliva, «ahí es donde interviene la biología sintética, dónde entra esa modificación genética», apunta el joven. La biología sintética usa las reglas de la ingeniería en la biología, permite democratizar la ciencia y que se encuentre al alcance de más personas ya que las herramientas que utiliza son más accesibles. Francisco Antequera piensa que no es que existan grupos con personas más inteligentes o menos, sino grupos con más recursos económicos que otros.

Para que la 'Yarrowia Lyplitica' se convierta en pintura, el equipo introduce un 'vehículo' llamado plásmido donde se encuentran genes (ADN), que dará lugar a la proteína y que posteriormente realizará la función de crear pigmentos. «Nosotros lo que hacemos es convencer a la levadura mediante este procedimiento de que los productos que debe generar son los pigmentos que constituirán nuestra pintura, es como engañarla para que haga lo que nosotros queremos hacer», explica el estudiante de bioquímica.

El objetivo es que la levadura expulse esos pigmentos al medio en el aceite, para añadirle sustancias como pueden ser estabilizantes y así hacer la pintura propiamente dicha, ya que los pigmentos no es pintura si no una especie de polvitos.

La gama de colores que aparecen de estos pigmentos para la pintura son el naranja (beta-carotenos), parecido al de la zanahoria, y el rojizo (licopeno), como el color del tomate.

Fondos

El equipo de ATG ha contado con una financiación de casi 20.000 euros para poder desarrollar su investigación, procedentes tanto de fondos públicos como privados. Link by UMA les ha facilitado 10.000 euros del total gracias al programa K-Project, Promega 2.500 dólares, otros 2.500 de la Fundación Gardner y el resto de New England Biolabs IDT. Uno de los factores limitantes para participar en iGEM era la financiación, ya que únicamente inscribirse en la final cuesta 2.500 dólares aún siendo 'on-line', y gracias a los patrocinadores lo han conseguido. De forma presencial el precio podía ascender a 700 dólares por persona.

Toda esta cantidad de dinero además de ir a parar a la participación se ha invertido en material de laboratorio como reactivos, fungibles o pipetas que servirán para las próximas generaciones. Francisco Antequera cuenta que entre las ventajas que tiene participar es que sirve de escaparate ya que al evento asisten tanto equipos como empresas de países de todo el mundo.

«La mentalidad de iGEM, al menos como yo la entiendo, es que tiene que ser una carrera de esprint, es decir, reunir al equipo en enero y febrero, conseguir fondos, crear la idea en marzo y trabajarla en el laboratorio entre julio y septiembre. En octubre ya presentas el proyecto, por lo que tienes ocho meses para hacerlo todo, y nosotros hemos tenido la dificultad de que somos inexpertos», señala el joven estudiante.

ATG parte de cierta desventaja con respecto a otros equipos que no cuentan con el problema de financiación. Por ejemplo, los participantes del Instituto de Karolinska reciben de inicio 40.000 dólares por concursar o algunos equipos asiáticos llevan trabajando en su proyecto varios años.

Otro de los obstáculos que han tenido que sortear ha sido gestionar las reuniones a distancia debido a la pandemia, «el factor humano es fundamental para establecer un ambiente en el que la gente se sienta cómoda para dar ideas», apunta Francisco Antequera. Además, los estudiantes han tenido que montar un laboratorio desde cero, hacer sus propios pedidos y saber qué necesitan exactamente, realizar las labores de mantenimiento y cómo gestionar los residuos de material biológico.

Un duro revés que provocó la pandemia fue un positivo en el equipo, ya que supuso un parón de dos semanas, «a nivel emocional fue durísimo porque teníamos que enfrentarnos a muchísimos problemas día a día y teniendo en ecuenta que teníamos el tiempo justo...», explica el joven. Los días de verano fueron largos para este grupo de estudiantes que han pasado muchos días de nueve de la mañana a nueve de la noche investigando en el laboratorio de la Facultad de Ciencias que les ha sido facilitado.

«Personalmente uno de los objetivos es que esto trascendiera y que la comunidad universitaria pudiera aprovecharse, de allanar el camino a las siguientes generaciones e involucrar no solo al ámbito científico si no también a nivel de emprendimiento», apunta Francisco Antequera.

La labor de divulgación ha sido un punto importante del proyecto pues uno de sus propósitos ha sido acercar la ciencia a todo el mundo. ATG ha impartido charlas en la UMA y en los colegios García Lorca y Arturo Reyes, además de divulgar a través de sus redes sociales.

Para el joven «lo bonito de iGEM es que sea realmente multidisciplinar y que se establezcan sinergias para que sea un proyecto competente y eso nosotros lo hemos conseguido», afirma.

Congreso en Zaragoza

A pesar de la ilusión puesta durante todo el proyecto a la espera de la celebración del evento en París y que finalmente se ha suspendido, el grupo de Francisco Antequera no se ha rendido y ha querido colaborar con otro equipo de Zaragoza para rescatar la esencia de cooperación en un congreso llamado 'iGEM Iberian Jamoboree' en la capital maña.

Las jornadas reunieron a más de 200 participantes de iGEM de la península ibérica y de países como Finlandia, Israel o Taiwán, dónde compartieron sus proyectos y se organizaron ponencias de divulgación.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios