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Pablo Fuentes y Claudia Fernández, dos de los seleccionados por el Departamento de Cooperación Internacional de la UMA para ir a Bogotá. NACHO CARMONA
Cooperación Internacional

De Málaga a Bogotá: ayuda humanitaria en forma de prácticas

Los estudiantes de Publicidad y Relaciones Públicas Pablo Fuentes y Claudia Fernández son dos de los seleccionados para colaborar este verano en Colombia con la ONG de Orlando Fals Borda (OFB) en labores de comunicación

Nacho Carmona

Martes, 23 de mayo 2023, 10:12

Aunque suene a cliché, hablar de Colombia al otro lado del charco hace levantar un poco de eco. Escuchar el nombre de este país es oír también, de forma reverberante y a partes iguales, los términos de guerrilla o delincuencia a la par que música, danza, cultura y una geografía privilegiada, con la cordillera de los Andes y dos océanos que se encuentran en sus playas para dibujar un emplazamiento prácticamente paradisiaco. Un popurrí de conceptos que crea una idea un poco confusa a ojos de quienes miran desde el viejo continente.

De confirmarlo o desmentirlo se encargarán Pablo Fuentes y Claudia Fernández (Málaga, 2001) en septiembre, dos casi egresados en Publicidad y Relaciones Públicas que recogerán su título en el mes de junio. Este capítulo de su vida lo escribirán en verano. El escenario será Bogotá, la capital de Colombia; y los protagonistas, ellos dos junto a otros tres estudiantes. ¿La trama? Ayudar a atenuar algunos de los problemas sociales que el país atraviesa. Lucharán con su mejor arma: la comunicación. Y aunque se hable de historias, protagonistas y escenarios, no se trata de la sinopsis de una función de teatro o de una serie de televisión: es una realidad que el país atraviesa desde hace muchos años. Un túnel que hace ya tiempo se hace largo y al que estos cinco estudiantes intentarán aportar algo de luz.

Esta iniciativa parte del Departamento de Cooperación Internacional de la UMA, el intermediario perfecto en la simbiosis formada por los estudiantes seleccionados y los países en conflicto con los que colabora, que esperan con los brazos abiertos la llegada de estos chicos debido a la importante labor de ayuda humanitaria que realizan año a año. Lejos de los privilegios que el sur de España otorga a quienes tienen la suerte de poder disfrutarlo, Fuentes y Fernández han elegido Colombia como destino para seguir aprendiendo y curtiéndose más allá de su formación académica. «Tenemos mil ferias y mil veranos más para disfrutar de Málaga. Esto es solo una vez en la vida», dicen.

Trabajarán codo con codo con la ONG Orlando Fals Borda, que porta el nombre de un reputado sociólogo y escritor colombiano. Nacido en Barranquilla falleció curiosamente en Bogotá, la casa de estos chicos durante los meses que dure su voluntariado. Estarán en el departamento de comunicación y allí se encargarán de sus redes sociales, las notas de prensa y la organización de eventos al margen del resto de tareas que les encarguen fuera del programa. Los derechos humanos serán su única bandera el tiempo que dure su estancia allí.

Con categoría de prácticas extracurriculares, este voluntariado tiene una duración de dos meses: de julio a septiembre. El objetivo principal del programa será el de honrar la memoria histórica de los caídos en las guerrillas colombianas, del bando que sean. El nombre del proyecto en el que van a participar no puede ser más acertado: 'Contemos la verdad porque todas las personas tienen una historia'. «Vamos a luchar por reconocer a los caídos en las guerrillas que no estén identificados. Tendremos que darle visibilidad a los que están en fosas comunes y también organizar eventos dándoles la importancia que tienen. Las guerrillas no eran en la Bogotá civilizada, eran en las zonas rurales. Nos han dicho que nos llevarían a esas regiones para estar en contacto con sus familiares», cuentan.

Más allá, tendrán que remangarse con trabajos fuera del programa establecido, un factor sorpresa que no les supone ningún problema: «Nos han dicho que aparte de labores de comunicación vamos a tener que hacer otra serie de tareas, porque es una ONG y vamos a tener que adaptarnos a lo que nos pidan. Nos han contado que el año pasado tuvieron que hacer incluso de profesores», cuenta Fuentes. Otra parte importante de su trabajo en tierras colombianas estará enfocado a trabajar en la igualdad y a reivindicar también el papel de la mujer dentro de sus fronteras.

Como si de ir al Mundial se tratase, los procesos de selección se han antojado arduos. Al igual que en los videojuegos, han tenido que ir pasando de pantalla en pantalla hasta ver su nombre en el listado definitivo, sobreviviendo al filtro de los seleccionados. «Intentan que los perfiles de los seleccionados sean diferentes entre sí para así poder complementarnos», aclaran.

Ahora y antes de saborear la experiencia en primera persona, solo les quedan los trámites previos: del 8 al 13 de mayo harán un curso de formación para los cooperantes donde se les enseñarán pautas a llevar a cabo en caso de encontrarse con cualquier problema. «Allí nos van a enseñar qué hacer en caso de pasarnos cualquier cosa. Cómo contactar con la Embajada, a quién llamar aquí en España y qué vacunas ponernos, por ejemplo. Además, nos dan recomendaciones como no vestir con ropa de marca o no ir con el teléfono móvil por la calle», dice Fuentes. «También tenemos una tutora que viene a vernos a las dos semanas, a informarse sobre cómo está siendo nuestra estancia y para ver si estamos bien», apunta Claudia Fernández. La decana de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Inmaculada Postigo, y la vicedecana de Organización Académica, María Teresa Vera, serán las coordinadoras del programa en Colombia. Las ONG también se encargan de ayudar a sus voluntarios en todo lo que necesiten.

Cuatro destinos a elegir

El Departamento de Cooperación Internacional de la UMA oferta cuatro destinos dentro de su programa para verano: Bogotá y Pastos (Colombia), Bonanza (Nicaragua) y Palestina, al menos para los aspirantes pertenecientes a la Facultad de Ciencias de la Comunicación. «Hemos elegido Colombia porque llevaban más años haciendo el voluntariado allí y eso nos ha dado seguridad. En la charla previa vino una muchacha a contarnos su experiencia y nos habló muy bien de su estancia allí. Entre Pastos y Bogotá elegimos la segunda por ser una gran capital. También pensábamos que iba a ser más complicado que nos cogieran a los dos por eso; pero al final hemos tenido suerte», comentan con una evidente mirada de complicidad de esas que tienen las amistades como la suya, que superan ya la década.

Cada uno de los seleccionados contará con una beca de mínimo 1.800 euros y máximo 2.100 euros, según el destino. «Hay lugares donde la beca es menor porque te ponen ya la casa. En nuestro caso no es así. Nos tenemos que buscar el alojamiento y todos los gastos corren de nuestra cuenta; aunque la ONG te ayuda a buscar y muchas de ellas tienen comedores sociales para almorzar y hacer las comidas», cuentan. Ahora tendrán también la oportunidad de sumar otra experiencia más juntos. «Nos recomiendan viajar juntos para allá y compartir el piso los cinco», dicen también. «Si lo piensas es difícil. Esperamos que en la charla nos digan en qué barrios sí y en qué barrios no buscar», confiesa Claudia Fernández.

Su beca será de 2.100 euros, el máximo, y antes de partir les abonarán el 80% del importe (1.675 euros). Una vez acaben, tendrán que acreditar con los billetes de avión y diez fotos su estancia y su trabajo allí. «Al final son unas prácticas extracurriculares y tenemos que acreditar lo que hemos hecho», apuntan. La financiación correrá a cuenta de la UMA y de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AACID).

El cambio del euro al peso colombiano es claramente beneficioso para el que en su día a día paga en nuestra moneda. Ellos, no obstante, no cree que vayan a sacar rédito económico ninguno. Tampoco es su objetivo: «Suponemos que tendremos que poner incluso dinero de nuestro bolsillo, pero con el cambio de divisa no creemos que sea demasiado».

No dudaron un solo segundo en contestar a la pregunta de si consideran su labor como ayuda humanitaria. «Por supuesto que sí», aseguraron. «Aparte de mis razones personales para ir, creo que vamos a hacer una labor muy importante. Ayuda humanitaria no es solo colaborar en materia de salud como los médicos. Si esta ONG no tiene comunicación, le va a ayudar un montón que se le de esa visibilidad para recaudar fondos o para que cuando volvamos a España se puedan escribir artículos de forma argumentada y veraz con la situación que hay. Es una forma muy bonita de ayudar», argumentan.

¿Qué se puede esperar de una experiencia de este calibre a nivel personal? «Vivir cosas diferentes a las que he estado acostumbrada y ver que realmente hay cuerpos que no se identifican, que hay mujeres que sufren violencia y nadie las ayuda, que de verdad están invisibilizadas en esos mundos y que hay gente mayor que no sabe leer ni escribir», dice Fernández. «Empaparme de todo, escuchar y no juzgar. No podemos ir con una imagen preconcebida de ello, tenemos que escucharles y ayudarles con lo que necesiten. Creo que me puede cambiar la perspectiva de muchas cosas, me va a enseñar a valorar lo que tenemos aquí y a ver que las necesidades son otras», apunta Fuentes.

Una experiencia muy intensa

«Creemos que lo que más inseguridad o miedo nos puede dar es escuchar las historias de la gente», confiesan. Porque lo que aquí pasó hace ochenta años allí está al orden del día. Digamos que el miedo en ellos dos cumple la función buena: les alerta de posibles peligros o amenazas; pero no llegan a frenarle. «Hace dos años hubiera sido incapaz de hacerlo. Cuando me contó el proyecto le dije que estaba loco. Y mírame ahora», se sincera entre risas Claudia Fernández.

Lo que han escuchado de antiguos cooperantes con residencia temporal en Colombia, como ellos, ha sido todo maravillas. «Luego la sensación de inseguridad no es tan grande. Nos han contado, además, que la sensación de tener que regresar es horrible. La gente no se quiere ir», dicen. Y ni hablar del efecto burbuja, esa sensación aislante del mundo real cuando se viven experiencias de una intensidad tan grande alejados de casa. «Sabemos que se nos va a pasar volando. El primer mes será de adaptación y, cuando nos queramos dar cuenta, ya habrá pasado también el segundo», cuentan haciendo especial hincapié en su afán de saborearlo al máximo.

Pablo Fuentes y Claudia Fernández llevan en la misma clase desde los tres años. Solo se separaron el año pasado, cuando ella hizo el Erasmus en Hasselt (Bélgica), en el primer cuatrimestre, y él en Groningen (Países Bajos), en el segundo. Experiencias que además les han servido de empujón para atreverse con la aventura de volar a Colombia. «Todo suma. Aparte de estudiar también trabajamos. Aprendes cosas que no están en los libros porque son experiencias que sirven para diferenciarse», piensan ellos.

Del futuro no saben qué pensar. No están precisamente encantados con lo que han elegido estudiar, por eso su filosofía a partir de ahora es la de no dar nada por hecho e ir «partido a partido», como un día dijo un argentino con especial debilidad por las camisas y las corbatas negras. «Tenemos que investigar por nosotros mismos. Si me meto en una agencia podré decir si me gusta o no, si trabajo en un Palacio de Ferias, igual y si trabajo en otro tipo de empresa, más de lo mismo. La carrera la veo un poco desfasada y monótona, por eso prefiero darle más validez a otro tipo de experiencias», concluye Fernández. Descubrir, probar y encontrarse.

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