
«El sistema debe premiar más para no llegar a los 40 años sin estabilidad laboral»
La investigadora de la UMA, Diana López-Barroso, Premio Nacional de Investigación para Jóvenes menores de 40 años en reconocimiento a su excelente carrera científica, centrada en comprender los mecanismos cerebrales y cognitivos asociados al lenguaje
ANABEL NIÑO
Martes, 13 de diciembre 2022, 09:47
Existen tres tipos de llamada telefónica: la que esperas, la que ansías y la que llega sin previo aviso y te pilla por sorpresa. Para ... la joven investigadora Diana López-Barroso, la llamada por parte de la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant, fue claramente la del tercer tipo. Y es que, aunque sabía que cumplía con todos los requisitos necesarios para optar a uno de los diez galardones que este ministerio ofrecía por vez primera a los jóvenes investigadores menores de 40 años que han alcanzado logros relevantes en las etapas iniciales de sus carreras, esta llamada la pilló completamente por sorpresa: «Estaba en mi casa y claro, ¡no me lo esperaba!», comenta todavía asombrada López-Barroso, quien continúa narrando cómo al otro lado de la línea le dijeron que la iban a pasar con la propia ministra, mientras ella se preguntaba qué había hecho. «La conversación fue súper bien, aunque al principio no me lo creía. Me dijo '¡Anda, si nos llamamos igual!'. La verdad es que me resultó algo muy positivo que la ministra Diana Morant me llamase expresamente para decírmelo», apunta.
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De esta forma, el pasado mes de octubre López-Barroso se hacía con la distinción 'Clara Campoamor' en el área de conocimiento de Derecho y Ciencias Económicas y Sociales, con la que se reconoce la «originalidad de su enfoque innovador y multidisciplinar para abordar el problema de las diferencias individuales en las funciones cognitivas complejas», según apuntan desde el ministerio. Así, esta joven investigadora, que presenta un extraordinario currículum académico y profesional, consiguió alzarse con uno de los diez galardones a los que optaron un total de 185 candidaturas, algo que ella daba por hecho que «no podría conseguir», ya que al tratarse de un premio a nivel nacional, la competencia iba a ser mucho mayor. Sin embargo, ese desafío no la frenó para enviar su solicitud: «Teníamos que enviar nuestro currículum de investigación, como una carta de presentación en una extensión de un folio en el que explicabas tu investigación, tu aportación a la sociedad, así como tus puntos fuertes. Lo solicité, pero pensaba que no lo iba a conseguir porque sabía que se presentaría gente muy buena, pero al final mira», expresa con una sonrisa un tanto tímida.
«Estudiar el cerebro humano es como estudiar la vía láctea»
Como investigadora, esta clase de premios no son meramente una recompensa material a todo el trabajo desempeñado sino también una motivación extra que llega en forma de aire fresco, sobre todo ante una profesión que constantemente está «recibiendo palos», especialmente cuando no les conceden un proyecto, les rechazan la publicación de un artículo científico o les finaliza otro contrato. Precisamente encadenar contratos laborales con un corto período de duración es la tónica constante dentro del mundo de la investigación, y el caso de López-Barroso es uno de ellos. Aunque actualmente se encuentra trabajando en la Universidad de Málaga gracias a la concesión de un contrato Ramón y Cajal, desde el año 2016 lleva enlazando un total de cinco contratos. «He tenido un contrato de la Junta de Andalucía como investigadora emergente, y antes tuve uno de Juan de la Cierva que otorga el ministerio y otro del Plan Propio de la UMA. Pero es que antes también estuve dos años con otro contrato Juan de la Cierva», cuenta la investigadora, quien también ha realizado varias estancias en países como Francia –donde desarrolló su primera etapa postdoctoral en el Brain and Spine Institute del Hospital Pitié-Salpêtrière– Reino Unido o Estados Unidos.
Para López-Barroso, la profesión de investigador no deja de ser «una carrera de fondo» en la que siempre se «están enlazando contratos» que además son «de corta duración» y que constantemente deben de estar solicitando, a lo que se une tener que «esperar varios meses para que salga la resolución». Esto les produce una sensación de inestabilidad que, aunque no suele ser un problema en plena juventud, sí que empieza a preocupar cuando superas los 30. «Y esto ocurre incluso cuando tienes un buen currículum. El obstáculo es que no hay cabida para más personas y eso es un poco problema del sistema, aunque parece que se va mejorando. El sistema debe premiar un poco más y que no haya una alta probabilidad de tener una estabilidad laboral hasta los 40 años o más porque eso acaba cansando mucho», subraya López-Barroso. Esa inestabilidad termina provocando que mucha gente abandone y opte por otras vías profesionales más alejadas de la investigación, aunque este no es el caso de esta joven investigadora, que considera que no puede quejarse al contar con uno de los mejores contratos actualmente a nivel nacional en materia de investigación.
Labor investigadora
Pero a pesar de su excelente trayectoria académica, ser investigadora no era la profesión soñada que Diana López-Barroso tenía cuando era pequeña, ni siquiera lo era estudiar la carrera de Psicología, a la que entró sin tener muy claro a lo que quería dedicarse: «Iba cambiando un poco lo que quería ser», explica entre risas. En el momento en el que se decantó por la psicología, en su cabeza solo existía el concepto que se tiene de esta profesión desde fuera, más relacionada con la parte clínica, como es ayudar a personas que presentan problemas psicológicos. Sin embargo, como ocurre con otras carreras, también cuenta con otras ramas académicas que van más allá de los procesos cognitivos y psicológicos básicos o las patologías, como es la parte más biológica de los mencionados procesos. «Esa fue la parte que a mí más me interesó desde el principio y lo que me lanzó a querer investigar sobre ello, porque me parece fascinante estudiar las bases cerebrales de las funciones cognitivas. El cerebro es muy complejo, es como estudiar la vía láctea porque está compuesto por millones de neuronas y conexiones, y todo eso explica la complejidad de la mente humana. Sabemos muy poco pero cada vez vamos descubriendo más cosas y eso me parece muy interesante desde el primer año de carrera», expresa López-Barroso.
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A partir de ese momento se marcó como objetivo desarrollar su faceta como investigadora, algo poco común dentro de la Psicología, por lo que comenzó a mejorar sus calificaciones y a colaborar con un grupo de investigación de su facultad, enfocado en la neurociencia cognitiva. Tras finalizar sus estudios, decidió realizar un doctorado, enfocándose plenamente en la investigación con humanos, lo que la obligó a marcharse hasta la Universidad de Barcelona para continuar con su desarrollo académico a través de un contrato predoctoral en la unidad de cognición y plasticidad cerebral, que a día de hoy se ha convertido en su especialidad junto al lenguaje, el aprendizaje y la recuperación de la afasia, un problema del lenguaje que ocurre después de un daño cerebral.
López-Barroso trabaja en varios proyectos, uno de ellos enfocado en la imitación, en el que participa el cómico Carlos Latre
Fue precisamente en la Ciudad Condal donde aprendió y se especializó en la técnica de la neuroimagen, lo que popularmente se conoce como resonancia magnética, un procedimiento no invasivo con el que no solo se puede llegar a conocer la anatomía del cerebro sino también todo lo relacionado con la propia actividad cerebral, ya que esta técnica permite la visualización de determinadas regiones del cerebro, así como la realización de análisis mucho más meticulosos. «La resonancia magnética funcional es la técnica por excelencia dentro de la neurociencia cognitiva y tiene distintos usos. De manera clínica el neurólogo puede ver si hay un tumor cerebral, algo que también se puede contemplar en investigación, pero nosotros empleamos un software para procesar esa neuroimagen que te permite afinar mucho más. Cada vez tienen una mejor resolución, contando con píxeles más pequeños que son como cubos –boxes– y a través de ellos podemos contar con una información mucho más detallada», analiza la investigadora.
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Investigaciones en curso
A día de hoy, López-Barroso se encuentra trabajando en varios proyectos de manera simultánea, entre ellos uno relacionado con la imitación, en el que forma parte quien actualmente está considerado como el mejor imitador a nivel nacional, Carlos Latre. A través de esa investigación, en la que también participan de manera activa otros voluntarios –sin importar si se les da bien la imitación o si no son capaces de emular el sonido de un animal– como muestra control, se tratará de estudiar la capacidad de imitación verbal, de manera que puedan comprobar qué cambios se producen en el cerebro para que, por consiguiente, una persona sea mejor o peor imitando.
Asimismo, y de manera paralela, está enfocada en un trabajo propio concedido por el ministerio, orientado hacia el aprendizaje del lenguaje en personas sanas que no presentan ningún tipo de daño cerebral. Como bien explica López-Barroso, actualmente son conocedores de que dentro de los distintos aspectos del lenguaje «existen distintos circuitos cerebrales asociados a ellos, uno se encuentra más relacionado con la parte fonológica y otro con la integración semántica, es decir, el significado de las cosas». Cuando nos referimos al conjunto del lenguaje, ambos circuitos están unidos entre sí para que el funcionamiento sea el correcto: «En una conversación, si una persona te dice algo, tienes que procesarlo auditivamente y decodificar esas palabras, de forma que esa información llegue a la parte semántica del cerebro para saber lo que me están diciendo», continúa describiendo la investigadora de la Universidad de Málaga.
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Lo que ocurre en el caso de algunos pacientes es que la función de estos circuitos, bien la relacionada con la parte fonológica bien la que está vinculada a la parte semántica, puede encontrarse afectada a causa de un daño cerebral. A través de toda la información obtenida gracias a esta investigación se va a tratar de conocer si existe una posible vía del cerebro que, mediante un tipo de estimulación específica, pueda hacerse cargo de una función determinada cuando esta se encuentra dañada. ¿Cómo? Aprovechándose de la plasticidad del cerebro, ya que este tiene la capacidad de poder modificar su estructura y funcionamiento a lo largo de su vida por medio de la estimulación que se le dé al mismo. Para ello, a los voluntarios se les presentan dos tareas de aprendizaje de palabras, unas con un componente más fonológico y otras con uno más semántico: «Posteriormente hacemos una estimulación eléctrica cerebral no invasiva que incrementa la probabilidad de que determinadas regiones cerebrales se muestren más activas, más plásticas y por tanto respondan mejor a la estimulación», precisa López-Barroso. Con ello podrá ver si la anatomía del cerebro y la actividad cerebral de cada persona puede ayudar a los investigadores a predecir cuáles son las vías que se van a activar en mayor o menor medida en cada una de las tareas de aprendizaje y si estas se modularían por el tipo de estimulación.
Por el momento, Diana López-Barroso sigue a la espera de recibir de manera física el premio nacional que le fue concedido el pasado mes de octubre por el ministerio de Ciencia e Innovación, mientras seguirá enfocada en sus proyectos, con la vista puesta en un futuro arraigado plenamente a la investigación.
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