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eugenio cabezas
Lunes, 17 de junio 2019, 00:07
José Carrasco se confiesa un auténtico enamorado de los animales, aunque siente especial predilección por los perros. No en vano, este técnico especialista en interacción asistida con canes para menores con discapacidad lleva ocho años trabajando como educador canino y como voluntario en la asociación Capaz, con sede en Torremolinos. Hace tres años pusieron en marcha el programa TAP (Terapia Asistida con Perros), un proyecto de innovación educativa que cuenta con el respaldo y la autorización de la Delegación de Educación en Málaga.
Tras comenzar en un primer centro torremolinense, el colegio La Paz, ya son cinco más los espacios a los que acude con una periodicidad que oscila entre tres y cuatro sesiones mensuales, en todos los casos destinadas a los alumnos matriculados en las aulas específicas, en la llamada modalidad C de escolarización. En concreto, las sesiones se imparten en cuatro colegios de Torremolinos y dos institutos (el Costa del Sol y el Concha Méndez Cuesta), en tres colegios de la capital (Tartessos, Clara Campoamor y Victoria Kent), y en el colegio Clara Campoamor de Alhaurín de la Torre.
Alrededor de medio centenar de alumnos, de entre 3 y 21 años, han participado este curso en las distintas sesiones, que fomentan aspectos muy diversos del desarrollo de estos estudiantes, «con capacidades especiales», como le gusta llamarlos a José Carrasco, de 37 años. «El perro es un estímulo, un puente para conectar con ellos, es un gran beneficio, porque los motiva para aprender», dice.
Así, Sirius, un labrador de color negro de seis años, Nilo, otro labrador de tres, y Nano, un perro de agua de ocho años, son los mejores docentes para estos alumnos, al potenciar sus capacidades motóricas, la psicomotricidad, así como el sistema cognitivo, la memoria y el estado emocional de los alumnos, según describe Carrasco. Las sesiones comienzan presentando al perro, al que los estudiantes deben cepillar y tocar. A continuación, empieza la terapia propiamente dicha, en la que llevan a cabo ejercicios muy variados, que incluyen las habituales recompensas para estos auténticos glotones de cuatro patas.
«Resulta muy gratificante ver las caras de los niños mientras ven como el perro obedece mis órdenes, como abrir un cajón, traer una pelota o discriminar entre varios objetos», describe el terapeuta canino, quien explica que en los nuevos centros a los acuden cada año ofrecen también una sesión de demostración general para el conjunto del alumnado. «Los acuerdos los hacen los centros con la asociación», advierte.
Al margen de esta actividad, Carrasco está ultimando la apertura de una novedosa residencia canina en Cártama, un espacio en el que los animales no estarán encerrados. «Trabajamos sin jaulas, en un entorno natural privilegiado y amplio, con 3.000 metros cuadrados, que incluyen piscina, pista de entrenamiento y espacios abiertos en los que disfrutar de actividades al aire libre para evitar el estrés de los animales», cuenta.
De esta forma, el nuevo espacio, que está a punto de abrir sus puertas en la zona de la carretera que conduce de Cártama a Coín, ofrecerá una decena de plazas, al precio de 15 euros diarios, con un trato personalizado y adaptado a cada animal. «Durante el día, los perros disfrutan de una rutina en la que tienen organizados los tiempos de alimentación, juego o actividades adaptadas, entrenamiento, estimulación cognitiva y descanso», describe Carrasco.
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