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Cientos de miles de personas se pasean por las calles de Torremolinos durante el año, pero no muchos reparan en un detalle. Realmente, es complicado, porque a día de hoy sólo hay dos señalizaciones así en la ciudad y muy pocos son conscientes de todo el esfuerzo que hay detrás de esto. En un rincón de La Carihuela y en una pequeña plaza cercana a la calle San Miguel puede verse el cartel 'Colonia Felina / CER'. Pero, ¿Qué es esto?
Para explicarlo hay que retrotraerse a hace más de una década, cuando un grupo de mujeres malagueñas y amantes de los gatos, constituyeron la asociación Málaga Felina, en la que trabajan por dar una mejor vida a los gatos con acciones totalmente voluntarias como ésta: las colonias de gatos callejeros. Observando la gran cantidad de felinos que vagaban por esta localidad, se pusieron manos a la obra y, llegando a acuerdos con diversas clínicas e incluso poniendo el dinero de sus propios bolsillos, comenzaron a desarrollar el método CER, o lo que es lo mismo: captura, esterilización y retorno de los animales a sus espacios habituales.
Esta asociación comprobó de primera mano que los felinos creaban sus propios 'clanes' y se asentaban en diversos puntos: «Es muy difícil de calcular, pero creemos que podrá haber unos 3.000 gatos y unas 80-100 colonias, en El Pinillo, Montemar, Los Álamos, La Carihuela...», cuenta una de las integrantes de la asociación, Alicia Solís. Eso sí, no siempre han sido los mismos animales, porque durante estos años han vivido momentos muy trágicos para cualquier amante del mundo animal. «Nosotras intentamos mejorar la vida de los gatos que malviven en las calles. La gente no los quiere en la calle, así que los envenenan, se los llevan… Hacen horrores», asegura. Y continúa: «También hemos recogido muchos gatos con collar, con chip… Los abandonan y se van uniendo a las colonias. De hecho, en La Carihuela, desde que se puso el cartel, han aparecido otros 8-9 gatos y eso es un problema».
Su labor, la cual no les aporta un solo euro -todas tienen sus trabajos aparte-, es la de intentar regular la población de gatos de Torremolinos mediante su esterilización, que no puedan reproducirse más, pero eso sí, que los que ya han llegado a la calle, no mueran de hambre. «La problemática está un poco más controlada ahora. Nosotras llevamos muchos años esterilizando muchísimos gatos y al final se tiene que notar. Hay años que son 500, otros 400…».
Pero, además de las esterilizaciones, ¿Quiénes se encargan de alimentar a estos miles de felinos? La asociación logró ponerse en contacto con un grupo de cuidadoras - también difícil de calcular, dada la cantidad de colonias-; son mujeres que cada día, de forma desinteresada y con su dinero personal, deciden comprar comida para los animales y repartirla entre los gatos que tengan 'bajo su control'. María Morillo es una de ellas, una mujer de 60 años y en paro que, aun teniendo en cuenta su condición económica, sigue desembolsando una cantidad mensual notable por puro amor.
Así lo cuenta, relatando además los problemas que este 'hobbie' le ha generado: «Yo me levanto todos los días a las 5.30 horas y hasta las 10.00 horas no llego a casa y siempre salgo esperando que la gente no me diga nada, porque yo he llegado a recibir insultos, amenazas… Pero es todo fruto del desconocimiento, porque yo lo que estoy haciendo es ayudar a castrarlos y darles de comer, porque queremos que los que estén en la calle tengan un poco de dignidad». Y sigue explicando sobre su rutina: «Esto es un desgaste físico y psicológico. Tú puedes cogerle cariño a los gatos y de repente desaparecen o vete a saber… Además, yo toda la comida la pongo de mi dinero. A diario gasto unos 10 kilos de pienso y estando en paro con 60 años es muy duro».
Hace algo más de 2 años, las personas que llevan a cabo todas estas labores lograron que el ayuntamiento local correspondiera a las cuidadoras con unos carnés que les acreditan como tal, y por tanto, no podrán ser multadas por alimentar a los gatos callejeros. Eso sí, todas ellas reclaman al consistorio ayuda económica para contribuír en la comida, y sobre todo, en las estirilizaciones. Una ardua labor que les está costando salud, tiempo y dinero.
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