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Juan Cano
Sábado, 12 de diciembre 2015, 01:30
La madrugada del 12 de noviembre, una legión de agentes de Unidad Especial de Intervención (UEI) de la Guardia Civil tiró abajo la puerta de la mansión de Benalmádena en la que dormía Robert Dawes con su familia. «No sé por qué no habéis llamado, os hubiera abierto», reaccionó el británico, considerado por Interpol el supuesto líder de la red de narcotráfico más importante de Europa.
Dawes, 44 años, natural de Nottingham, «la cuna de la delincuencia más peligrosa y violenta del Reino Unido», no opuso resistencia. Ni siquiera se puso nervioso tras su detención, adelantada por SUR (ver edición del 13 de noviembre). «No intuía lo que teníamos contra él», recuerda el comandante jefe del Grupo de Drogas de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, que llevaba desde 2007 acumulando pruebas sobre su actividad criminal. La última fase de la operación, bautizada como Halbert IV, comenzó en 2012.
Dawes era algo así como un capo sin nombre, la persona que movía los hilos en la sombra. «No conocemos su apodo, nadie lo nombraba por teléfono. Sabíamos que en una conversación se estaba hablando de él, pero sin que revelaran su identidad», reconoce el responsable de la investigación. En los registros, los agentes entendieron por qué. Dawes estaba obsesionado con la seguridad de sus comunicaciones. En la tienda de colchones que según las pesquisas usaba como tapadera hallaron 30 teléfonos encriptados. En su casa de Benalmádena, otros 15. Dawes vivía en una mansión, con jacuzzi y un espectacular gimnasio lleno de televisiones. A los agentes les llamó la atención un detalle: tenía varias máquinas para triturar papel en su dormitorio.
Los investigadores sitúan a Dawes al frente de una organización con tentáculos por todo el mundo. Según la Guardia Civil, estaba considerado «mundialmente» como el principal narcotraficante europeo, con conexiones en Portugal, Francia, Bélgica, Holanda, Italia, Alemania, Turquía, Reino Unido, Emiratos Árabes, Pakistán, Venezuela, Ecuador y México, así como con la mafia calabresa Ndrangheta, que al parecer le compraba grandes cantidades de estupefacientes. Durante la investigación, los agentes comprobaron que Dawes se reunía periódicamente en hoteles de lujo de Madrid con representantes de los cárteles de la droga sudamericanos, como el de Medellín o los Soles, para cerrar operaciones de narcotráfico. La Guardia Civil considera que se dedicaba a introducir en Europa importantes cantidades de cocaína procedente de Sudamérica, así como a traer heroína desde Turquía y Afganistán con destino a Reino Unido.
En los últimos años, los agentes han asestado numerosos golpes a la organización de Dawes. En septiembre de 2013, la policía francesa intervino en el aeropuerto Charles De Gaulle de París, en un vuelo procedente de Venezuela, 32 maletas que contenían 1.332 kilos de cocaína, deteniendo a tres hombres de su banda, así como a tres miembros de la mafia calabresa, según la Guardia Civil. Fruto de esta actuación, la policía venezolana detuvo posteriormente en Caracas a 27 personas, entre ellas varios mandos militares involucrados en la introducción de la droga en la bodega del avión de Air France.
Ante la estructura planetaria de esta red, se decidió crear un grupo de trabajo conjunto en Europol compuesto por policías de varios países, liderado por la Guardia Civil y dedicados exclusivamente a esta operación. En las distintas fases de la investigación se realizaron 15 operaciones en los países de Europa y Sudamérica donde llegaban los tentáculos de la banda. En total, han sido detenidas 50 personas y se han incautado de 1.700 kilos de cocaína, 500 de hachís, 1,6 millones en efectivo, veleros y aeronaves. Pero faltaba la pieza clave.
Dawes, que en 2008 pasó unos meses en una cárcel española tras ser detenido en Dubai (Emiratos Árabes), ciudad a la que huyó por la presión policial, se mostró «confiado» tras este último arresto. Incluso, aceptó ser extraditado a Francia, recuerda el jefe del Grupo de Drogas. Cuando lo enviaron a prisión, despidió a su equipo de abogados, contrató a uno nuevo y buscó vivienda a su familia en el país galo. «Pensaba que iba a salir», apostilla el comandante.
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