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Arturo Bermúdez no recordará el gran apagón porque le cancelaran un vuelo o se quedara encerrado en un ascensor. De hecho, a él le pilló dormido y podría decirse que casi no se enteró. Lo que no podrá olvidar, confiesa, es la noche en que vio nacer a un bebé que tenía todas las papeletas para morir y al que logró salvar gracias a una RCP que alguien le indicó a través de su móvil, que casualmente sí funcionaba. Porque entre la oscuridad, a veces, también suceden los milagros.
Arturo es malagueño, tiene 40 años y apenas lleva mes y medio en el hotel Puente Real, un cuatro estrellas frente a la playa de Los Álamos, en Torremolinos. «He debutado por todo lo alto», bromea. Trabaja en la recepción, siempre en el turno de noche. Por eso el gran apagón lo pilló dormido: cuando despertó de la siesta, el mundo parecía haberse desconectado y la luz se había ido. No se alteró demasiado. Cenó algo ligero y se marchó al trabajo.
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En el hotel recuperaron el suministro eléctrico a última hora de la tarde, por lo que su jornada, que empieza a las dos, arrancó con relativa normalidad. La tranquilidad habitual de la noche la rompió un huésped inglés que bajó a recepción y le contó que su novia se encontraba mal. «Yo le propuse pedir un taxi para llevarla al médico y él me dijo que iba a esperar un poco y, si empeoraba, me avisaba».
Poco después llegó el sobresalto. Arturo vio venir por el pasillo a la chica, que tiene unos 20 años, con la ropa mojada. «Intuí que estaba embarazada y que había roto aguas. Ella me lo confirmó, así que llamé inmediatamente al 061 para pedir una ambulancia», relata él. La muchacha le dijo que necesitaba tomar el aire y salió a la puerta del hotel, donde hay un porche con un pequeño césped y un par de bancos.
Arturo entendió que la joven iba a dar a luz en cualquier momento, por lo que pidió a la operadora del 061 que lo llamara a su teléfono móvil para poder abandonar la recepción y acompañarla. «Nada más salir a la calle, la chica le dijo a su novio que le bajara los pantalones, que el bebé iba a salir ya. Entonces vi que el niño se le estaba cayendo, literalmente, y logré cogerlo en el aire para que no se estampara contra el suelo», continúa.
El recién nacido era muy pequeño y estaba muy morado. Arturo asegura que no tenía pulso: «Estaba muerto, aparentemente. La cabeza se le iba hacia atrás». El recepcionista se sentó en un escalón de la entrada y se colocó el bebé en sus rodillas para empezar a hacerle maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), que había aprendido, dice, en cursos realizados durante su trayectoria profesional.
El problema radicaba en hacerlo en esas circunstancias y a un bebé que encima era prematuro, ya que nació con 30 semanas de gestación. En ese momento lo llamó el 061 y puso su móvil en altavoz. «Fui siguiendo las indicaciones que me dieron, haciéndole la RCP y retirándole lo que le obstruía las vías respiratorias».
Calcula que pasaron tres minutos y medio hasta que el recién nacido reaccionó y tosió levemente, un signo de vitalidad que le animó a continuar. «Fue perdiendo el color morado, pero no estaba en condiciones». La madre estaba en estado de shock: «Tengo clavada la mirada de la madre, como si quisiera decirme 'salva al niño'».
En esas, llegaron la primera patrulla de la Policía Nacional y la ambulancia. «Creyeron que yo era el padre y me dieron la enhorabuena por lo bien que lo había hecho y por haber salvado a mi hijo. Le expliqué que no, que el padre era el chico que estaba allí al lado, y los agentes hasta me dieron un abrazo. Se portaron súper bien», apostilla Arturo.
Los médicos de la ambulancia no le dieron esperanza. El estado del bebé era crítico. Sin embargo, llegó con vida al Hospital Materno Infantil y, según las fuentes consultadas, tanto su evolución como la de la madre son favorables. Arturo, que está deseando ir a verlos, ya se ha convertido en el más popular de la plantilla del hotel. «Mis compañeros dicen que soy un héroe, pero no es verdad. Sólo reaccioné instintivamente, como lo habría hecho cualquiera, y traté de ayudar», concluye.
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