Gibraltar, territorio libre de mascarillas

Iván Gelibter

Domingo, 18 de abril 2021, 00:46

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La bandera británica ondea a media asta, aunque la 'Union Jack' se puede ver desde lejos porque el mal tiempo ha traído consigo un brisa que más bien es viento de fuerza moderada. Si se recortara esa pequeña imagen nadie dudaría de que corresponde a Londres, aunque basta con ampliar un poco la fotografía para que aparezca el enorme peñón que indica que se trata de Gibraltar. Igual que en las Islas, en esta colonia que hace frontera con La Línea de la Concepción se llora protocolariamente al duque de Edimburgo, aunque a diferencia de la ciudad del Támesis, las lágrimas de sus residentes no se secan al llegar al borde de las mascarillas porque –al menos en la calle– ya no es obligatorio llevarlas.

«Es una sensación maravillosa. Aire puro», decía una señora cuando se le preguntaba qué se sentía al salir a pasear dejando el cubrebocas en casa. No es que en la colonia se hayan vuelto unos inconscientes, sino que los algo menos de 35.000 residentes en 'The Rock' ya han sido inoculados con alguna de las vacunas contra la Covid-19. Por ello, hace ya un par de semanas que no es obligatorio llevar la mascarilla en la vía pública o en los bares, y su uso se circunscribe al interior de los comercios.

Más allá de poder salir a la calle 'a boca descubierta', el gobierno gibraltareño también ha eliminado la mayoría de restricciones horarias y los aforos máximos; o lo que es lo mismo, que la colonia ha alcanzado una nueva normalidad que se parece bastante a la que teníamos antes de que estallara la pandemia, cuando la Casemates Square rebosaba de turistas que venían a pasar el día y hacer compras libres de impuestos.

En ese epicentro 'llanito' se encuentra la cafetería 'Al Fresco's', regentada por Christine Oton y su hijo Michael. Será cosa de familia, pero ambos sonríen constantemente y son muy optimistas con la situación. «No tener que llevar mascarilla ha cambiado muchas cosas, pero la principal es que la gente parece más feliz», afirma ella mientras saborea el café en una terraza que permanece sin clientes a pesar de ser casi las doce del mediodía. Esa es, precisamente, la parte más negativa que sufren en Gibraltar: la falta de visitantes.

Al cierre perimetral de Andalucía –que impide que crucen turistas a pie o en su coche particular– se suma la ausencia total de los cruceros que llegaban a Algeciras hace algo más de un año. Unos pocos vuelos a la semana unen Gibraltar con Londres, pero eso es insuficiente para saciar la enorme oferta comercial y hostelero en la que han venido trabajando desde hace décadas. Dos empleadas de un estanco (que prefieren no dar el nombre) presentan una situación dramática. «Por favor, esto es un llamamiento a las instituciones españolas. Necesitamos que la gente pueda venir a Gibraltar de turismo porque llevamos meses sin vender un paquete de tabaco», se lamentan.

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«Pero hay que ser optimistas», recalca Michael mientras prepara un café y lo sirve en la barra. «Hasta hace poco no sabíamos cuándo llegarían las vacunas y ahora estamos todos inmunizados. Y eso se nota, la gente que está aquí se está animando».

De esta última afirmación no hay duda alguna. Así se muestran Joseph, Julio e Iván, tres jubilados gibraltareños que beben una Guinness cada uno en el interior del pub Horseshoe. «Nosotros estamos muy bien así, pero entendemos que tiene que venir la gente», dice uno de ellos mientras la camarera (que sí lleva la mascarilla) asiente desde detrás de la barra.

La tertulia sin cubrebocas es una escena que sí es más fácil ver en los bares españoles, por eso las situaciones más extrañas se producen en la calle. La sensación de ir desprotegido solo es comparable a ver grandes grupos de personas sin mascarilla, sobre todo cuando se abrazan o se besan. Aun así, de momento esas acciones las realizan en su mayoría los residentes en Gibraltar, pero no los miles de trabajadores gaditanos que cada día cruzan la valla para trabajar en territorio británico.

Según un comunicado del gobierno gibraltareño enviado hace unos días a los medios de comunicación, la colonia no solo ha inoculado la vacuna a la totalidad de sus ciudadanos, sino que también lo ha hecho ya con 10.000 ciudadanos españoles que tienen su puesto de trabajo allí. Apenas son las 10.30 de la mañana cuando Mari, Inma y Carmen están saliendo de Gibraltar. Cada una tiene una situación diferente, pero todas tienen algún tipo de relación con los residentes, ya sea de forma laboral o familiar, y ninguna entiende muy bien que se pueda ir sin mascarilla por la calle. «Ellos lo ven muy bien porque están vacunados, pero tienen que tener en cuenta que aunque no desarrollen la enfermedad sí que pueden contagiarla, y nosotros cruzar la valla con ella. ¡Es una inconsciencia!», exclaman.

La relación entre los gibraltareños y los vecinos de La Línea es desde hace demasiado tiempo muy desigual, especialmente en términos económicos. Ahora, a este desequilibrio hay que sumar también una brecha sanitaria que pasa por los distintos porcentajes de vacunación y lo que ello supone para los afectados. En esa situación están, por ejemplo, Miriam (Algeciras) y Eli (de La Línea), que trabajan en una tienda de regalos en plena Main Street, la principal calle comercial de la colonia. A una de ellas ya la han llamado para vacunarla, pero la otra sigue esperando a que uno de los países la inmunice contra la Covid. «Aquí estamos acostumbradas a que se produzcan este tipo de situaciones», decía una de ellas. «Yo no sé qué haré cuando me pongan la vacuna, porque tampoco quiero poner en riesgo a mi familia. Ahora bien, qué sensación tan agradable es pasear, mirar a todas partes y sentir que poco a poco vamos volviendo a algo parecido a la normalidad».