«Mi mujer me apuntó al concurso sin saberlo yo»

Hace años que superó la edad de jubilación, pero Alberto Pestaña (Jaén, 1941) no piensa ni mucho menos en retirarse. Ganó el Festival de Benidorm en 1963, con lo que pudo recorrer el mundo cantando, y desde 1973 actúa cada noche en su club de Madrid, Donalberto. Incombustible como él solo, ahora, a los 72 años, se deja la piel cada lunes sobre el escenario de El Número Uno (Antena 3).

¿Qué le dijo su familia cuando les comentó que quería apuntarse a un concurso de talentos?

Mi mujer me embarcó en esto sin yo saberlo. Me llamaron de Antena 3 y me dijeron que tenía que hacer un casting. «¿Yo? ¿Para qué?», les dije. Me contaron que era para un programa de televisión y bueno, aunque yo tengo mi club donde canto todas las noches, siempre he deseado asomarme a la pequeña pantalla. Con mi número bajo el brazo, que era el 1.299, me fui a hacer el casting.

El jurado quiere que cante algo más moderno. ¿Se ve rapeando o con una guitarra eléctrica?

Eso ya no. El repertorio que yo utilizo es con el que más a gusto me siento. Canciones profundas, con las que puedo expresarme. Muchos cantantes de ahora, de los modernos, proclaman a bombo y platillo que han hecho un disco de boleros y de rancheras. Eso es lo que llevo yo cantando toda mi vida, y ahora no tengo por qué cambiar. Me ciño a lo que creo que me corresponde.

¡A cuántas mujeres habrá conquistado con sus boleros...!

A la mía, con bolero o con lo que fuera. Pero es verdad, incitan a muchas cosas bonitas. Cuando los canto en el club las parejitas se arrullan. Eso es bonito.

¿En su casa qué escucha?

De todo un poco, pero sobre todo música clásica. Me emocionan Alfredo Kraus, Montserrat Caballé, Pavarotti, Plácido Domingo... Pero también escucho a Barbra Streisand. Y música española: Miguel Poveda, Serrat... ¡Tantos y tantos!

¿Quién es su juez favorito?

Cada uno en su estilo. En la primera gala elegí a Miguel Bosé, porque, sin desmerecer a los demás, su trayectoria es superior y tiene más amplitud de miras. Pero todos ellos aportan algo positivo. Espero que sigan confiando en mí.

¿A quién de ellos se atrevería a versionar?

Seguramente a Sergio Dalma. Es el que más se acerca a mi manera de cantar.

¿Cómo se encuentra entre tanta juventud?

Cuando llegué al casting de Barcelona con mi guitarra y pasaron lista en la estación de Sants me miraban como a un pájaro raro. Y dije: «No vengo a traer a ningún hijo mío. Vengo a cantar». Me acogieron con mucho cariño, como si me protegieran, con respeto. Y yo igual. ¡Si podrían ser mis hijos! Me llevo muy bien con ellos. Lo siento mucho por los que se han marchado, porque eran parte de la familia.

¿Les ha dado muchos consejos?

Les he hablado de mis experiencias. Les he contado lo bueno, claro; lo malo no, para animarles. Les dije que una vez presenté a Julio Iglesias y Josephine Baker. Abrieron los ojos como platos.

¿Qué ha cambiado en los concursos desde que ganó en Benidorm?

Cuando me presenté al Festival había 200 aspirantes, 300 como mucho. En El Número Uno ha habido 3.500. El progreso es impresionante también técnicamente. Ves toda la parafernalia que rodea al concurso y te quedas atónito. Tienes 30 cámaras siguiéndote. En el primer programa que hice en televisión me marcaron una cruz en el suelo y de ahí no me podía mover.

¿Qué le gustaría conseguir con El Número Uno? Porque usted ya vive de la música.

Seguiré en mi casa, en mi rincón de Madrid, cantando para mis amigos que durante tantos años me han seguido. Hace un par de semanas estuve allí. Se enteraron de que iba a ir y llené el viernes y el sábado. Hubo gente que se quedó sin entrar. A ver lo que dura. Con la época que estamos pasando todos... Esto revitaliza el club y me da fuerzas para seguir.