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BLANCA ÁLVAREZ
Viernes, 22 de mayo 2009, 04:40
ALGUNOS nombres sugieren gasas, curvas, denso perfume afrodisíaco, ¡en fin, sensualidad pura y dura! Soraya forma parte de esos, porque si te llamas Carmen, está claro, lo tuyo va de bolero, y Blanca, pues ya saben, en diminutivo, la cabra de la Legión. Una lástima que, a veces, los dueños y dueñas de los nombres se empeñen en contradecirlo a diario por activa y por pasiva. Nuestra Soraya Sáenz de Santamaría es una de ellas. Y mira que lo intentó la criatura posando en viso negro y con la boquita levemente abierta, pero luego, le ponen un micrófono y a esta mujer le sale, de súbito, el subidón de maestra en escuela franquista. Ya saben, de esas que explicaban la fecundación a través de flores, abejas, polen y demás.
Personalmente, me hipnotiza: con esos ojazos de mora, esos labios no aptos para cardiacos y esa rotundidad a lo Mae West, en cuanto habla, la caga. Conste que estos piropos a su cuerpo me los ha provocado ella misma al justificar su pose para que dejáramos de verle la cabeza y le viéramos la cadera.
Sube Soraya al estrado, se pone seria cual colegiala en examen e intenta darnos una lección para párvulos de nivel bajo. Un día le da por explicar que se puede pagar con cheque, en metálico, con tarjeta... Y esto para hacernos comprender, bobalicones niños, por qué el señor Camps no presentaba las facturas de sus trajes. Otro día habla de la presunción de inocencia , sin darse por aludida cuando, a la inversa, acusa a cierto juez de poco menos que prevaricador interesado, sin presunción ni leches. Ganas tengo de verla explicar las medidas para salir de la crisis económica.
Claro que tener que defender asuntos indefendibles, obligarse en el apoyo a un jefe que, cuando no peca de inseguridad, peca de ignorancia, o si no de complejo filial frente al gran padre espiritual de su partido, no debe ser nada fácil, por muy rotundas que sean tus curvas, muy entrenadas que tengas las neuronas y muy sensual que resulte tu posado y tu nombre. ¡Pobres mujeres obligadas a defender al hombre a como dé lugar! Caminando un paso por detrás del jefe, preocupada si él se preocupa y dispuesta a preparar friegas morales sobre su egregia espalda mientras fulmina, con su boquita entreabierta, a quienes tanto daño le hacen. Decía un poeta hace cien años que todos debiéramos saber aceptar el nombre recibido y hacerle los honores si no queremos vernos desequilibrando nuestra propia esencia. Creo comprenderlo ahora, viendo a Soraya, en viso una, ante el micrófono otra.
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