Borrar
MÁLAGA

El último pespunte

Conservan algunos clientes fijos, pero no hay nadie que continúe el negocio. Los últimos sastres de Málaga sienten próximo el fin de su historia

ESTHER R. CRUZ

Sábado, 24 de mayo 2008, 12:43

«Como se nota los trajes que me haces, Alonso». Todavía hay muchas personas que no abandonan la ropa hecha a medida y ven muy clara la diferencia con respecto a los trajes elaborados en serie. Así lo afirma Alonso Fernández, que tras cuarenta años en el gremio -desde que se hiciera aprendiz por casualidad con catorce- cuenta con clientes fieles. «Saben apreciar un trabajo con personalidad, estilo y perfección», comenta.

La sastrería es uno de los gremios más antiguos que sigue presente en Málaga y a costa de calidad y tradición resiste los envites de la industria textil. Sólo un grave problema asola a la profesión: no hay quien continúe. No hay aprendices, ni los sastres disponen de tiempo para enseñar. El trabajo no falta, puesto que la competencia es mínima. Las sastrerías tradicionales que perduran en la ciudad se pueden contar con los dedos de una mano.

Alonso trabaja con la ayuda de varias mujeres oficiales, muy mayores y de las que ya no se encuentran, según el sastre. «Las cosas están difíciles, lo complicado va a ser sustituirlas», comenta preocupado por un futuro incierto.

Tan pocas personas preparadas quedan en la ciudad, que hasta él mismo ha recibido una oferta para ocupar un puesto en unos grandes almacenes. La rechazó, ya que le parece muy impersonal trabajar en estos lugares, además de que para él supone una ventaja muy grande tener su propio negocio.

Ahora recuerda con cierta nostalgia cuando comenzó a aprender el oficio un verano en casa de un vecino. «Antes había unas 60 o 70 sastrerías en la ciudad y en el taller en el que yo entré había quince personas trabajando», narra. «Había aprendices porque toda la ropa la elaboraban las sastrerías y la confección no existía», añade. La diferencia con el trabajo actual, según Alonso, es que ahora hay más tiempo, es incluso más artesanal que antes y se trabaja más el detalle, mientras que el ritmo antiguamente era más trepidante.

Ver los detalles

Alonso Fernández cree que ser observador y percatarse de los detalles es la base del oficio. «En la prueba se sabe si un sastre es bueno o malo». sostiene.

Más de medio siglo dedicado a esta profesión lleva Francisco Guzmán. Su abuelo fue sastre, después su padre y él siguió la tradición familiar. Ahora se muestra bastante pesimista con las perspectivas de continuidad. «Esto no tiene futuro porque la mano de obra ha envejecido, la juventud no ha aprendido el oficio y se acaba en la próxima generación», manifiesta. De momento, él tiene suerte y será su yerno el que continúe con la saga.

Francisco insiste en que el oficio no consiste sólo en medir y cortar, va más allá. «Un buen sastre tiene que tener un poquito de arte, si no hay arte, no hay un traje bien hecho», arguye. A pesar de ser una profesión con muchos años de historia, su sastrería cuenta con muchos clientes jóvenes que prefieren la medida a la confección. Además de ofrecer un traje que se ajuste al cuerpo y al gusto del cliente, trabajan con las mejores telas, porque no se pueden permitir una calidad mala. Hasta un mes o mes y medio invierte Francisco en elaborar un traje, de ahí que los precios sean tan elevados y que puedan llegar hasta los 2.000 euros.

«El trabajo no ha variado a lo largo de los años, ya que al ser artesanal, no cabe innovaciones», aclara Francisco. Las variaciones se producen tan sólo en los trajes, ya que los sastres no están al margen de las nuevas tendencias. Los botones y las solapas son los que experimentan más cambios para adaptarse al paso del tiempo y a las modas que van surgiendo. Por ejemplo, el estilo imperante hoy en día es llevar las solapas anchas.

«A los hombres también les interesa ir a la moda, además de explicarle que se lleva, le aconsejamos en función de su constitución», declara. Son profesionales como los abogados, políticos o banqueros, que requieren el traje para su trabajo, los que más suelen acudir a las sastrerías.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur El último pespunte