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SANTO DOMINGO. El obispo, Antonio Dorado, preside la celebración del Sábado Santo. / SUR
La Soledad de María en el Sábado Santo
TRIBUNA COFRADE

La Soledad de María en el Sábado Santo

ELÍAS DE MATEO AVILÉS

Viernes, 21 de marzo 2008, 02:44

EL 2 de abril de 1988, hace dos décadas, la Congregación de Mena recuperaba una de las tradiciones más singulares de la Semana Santa malagueña: lo que se conoció durante dos siglos en nuestra ciudad como la misa de privilegio. Adaptada a la actual secuencia litúrgica de celebración de la pasión, muerte y resurrección de nuestro señor Jesucristo, la actual celebración de la Soledad de María en el Sábado Santo es el único acto cofrade que se celebra en nuestra ciudad ese día en que Cristo está muerto y enterrado y en espera de su gloriosa resurrección en cuerpo y alma. Pero queda María, su madre, en una inmensa soledad.

Sobre esta base teológica y evangélica, la Congregación de Mena ha sabido custodiar como un precioso tesoro de devoción mariana una celebración que tuvo su inicio a mediados del siglo XVIII a medio camino entre el milagro y la devoción popular a la Virgen. Actualmente y más concretamente mañana 22 de marzo, a las doce de la mañana, nos reuniremos en Santo Domingo muchos congregantes, simples devotos de la Virgen, además de miembros de la Armada Española, presididos, como siempre por el señor obispo para orar, en definitiva, a María en su Soledad.

No faltarán, como siempre, ni la ofrenda a nuestra estrella de los mares de un almirante en nombre de todos los marinos de España, ni nuestro director espiritual, ni los presbíteros vinculados de una u otra forma a la congregación, ni los chaqués y las mantillas que revisten a este acto de una devota elegancia, ni, por supuesto, el buen hacer de la coral Nuevo Amanecer.

Todo este tesoro litúrgico y mariano, desconocido para muchos malagueños, incluso cofrades, tiene su origen, como ya ha quedado apuntado más arriba, entre el milagro y la leyenda.

En efecto, la conocida vulgarmente como misa de privilegio era la única eucaristía que podía oficiarse durante el Sábado Santo en la diócesis de Málaga. En su conocida obra Semana Santa en Málaga, el padre Federico Gutiérrez C.M.F. recoge la versión más admitida sobre su historia: «En 1756, en el mes de marzo, debido a un hecho prodigioso, en el que, tras una horrorosa tormenta salvaron milagrosamente sus vidas los tripulantes de una fragata de la Armada Española, a petición de los mismos y del obispo, D. José Franquis Lasso de Castilla, el Papa Benedicto XIV concedió el título de pontificia, y una bula por la cual, al mediodía del Sábado Santo de cada año, podía celebrarse una solemne misa de acción de gracias en honor y gloria de la Virgen de la Soledad y en su altar en recuerdo del milagro acaecido». Al parecer, los tripulantes de la fragata, en peligro de naufragio frente a la desembocadura del Guadalmedina, por un fuerte temporal, se encomendaron a la Santísima Virgen de la Soledad al divisar el torreón de su capilla, y lograron salvarse, precisamente un día de Sábado Santo, creyendo, firmemente, que la intervención de tan alta protectora fue decisiva en su salvación.

La concesión del privilegio de celebrar una eucaristía de acción de gracias al mediodía del Sábado Santo a la Cofradía de Ntra. Sra. de la Soledad y a la Armada Española tiene su justificación dentro del viejo 'Ordo' litúrgico de la Semana Santa, que alcanzó su estructura definitiva durante la Alta Edad Media. Los ritos de Semana Santa se celebraban, durante los primeros siglos del cristianismo, en los mismos días y a las mismas horas en que se habían producido acontecimientos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

Con el tiempo, y con el fin de aliviar algo el precepto del ayuno, que duraba desde la tarde del Viernes Santo hasta la Vigilia Pascual (Domingo de Resurrección), la Iglesia occidental anticipó progresivamente la hora de la misa de resurrección. De esta forma, el Sábado Santo se convirtió progresivamente en Sábado de Gloria.

En este marco no es de extrañar que la Santa Sede, concediese, a mediados del siglo XVIII, sin grandes dificultades a la Cofradía de Ntra. Sra. de la Soledad y a la Armada Española el privilegio de celebrar la eucaristía a las doce de la mañana del sábado.

Desde mediados del siglo XIX es posible rastrear en la prensa local conservada desde aquella época la solemne celebración anual de la eucaristía, a las doce de la mañana del Sábado Santo. Entonces, la misa de privilegio se celebraba con todo el esplendor y el buen gusto de que hacía gala la alta burguesía incorporada a la todavía Cofradía de Ntra. Sra. de la Soledad, con las familias Larios y Heredia a la cabeza. Así, en 1862, según la prensa, la culminación de los cultos era la misa de privilegio: «El Sábado de Gloria se celebrará la misa de privilegio, a las doce, con la solemnidad de costumbre. Tanto en la misa del Sábado de Gloria, como en el septenario, cantarán los señores aficionados del Liceo, acompañados de una gran orquesta».

Ya a principios del siglo XX, al unirse la Antigua Cofradía de Ntra. Sra. de la Soledad con la joven Hermandad del Cristo de la Buena Muerte, formando la actual congregación, se mantiene la relevancia de este acto. Así, un periódico independiente como 'El Regional' recoge el siguiente anuncio en 1920: «Santo Domingo. A las doce de la mañana, misa de privilegio en el altar de Nuestra Señora de la Soledad con acompañamiento de orquesta y asistencia de las autoridades».

Durante los trágicos y convulsos años treinta, quemado Santo Domingo, la congregación traslada a la Catedral sus cultos en honor de la Virgen de la Soledad y, por supuesto, la misa de privilegio. Tras el paréntesis del inicio de la Guerra Civil, esta celebración se reanuda ya en 1937 en la propia Catedral y, posteriormente, de nuevo, en Santo Domingo.

En noviembre de 1955, se promulgaba un 'Decreto general establecido el nuevo Ordo litúrgico de la Semana Santa', que debía entrar en vigor al año siguiente. Se adecuaba la temporalización de las funciones litúrgicas de la Semana Santa con la cronología que facilitaba el relato de los Evangelios, en especial la significación simbólica y litúrgica del Sábado de pasión y muerte, según el Evangelio. El entonces obispo de Málaga, Ángel Herrera Oria, decidió aplicar con rigor la nueva normativa. A partir de 1956, la tradicional misa de privilegio dejó de celebrarse.

La Congregación de Mena optó entonces por celebrar una eucaristía el Domingo de Resurrección, con la presencia de las fuerzas de La Legión que habían escoltado al Cristo de la Buena Muerte durante la procesión del Jueves Santo. Es lo que se ha conocido desde entonces como la misa de acción de gracias, quedando en un segundo plano y durante más de un cuarto de siglo el protagonismo anterior de la Virgen de la Soledad y la Armada Española.

A finales de los años ochenta del pasado siglo, el empeño del entonces hermano mayor, Vicente Pineda, por recuperar la misa de privilegio dio sus frutos. La idea fue bien acogida por el entonces obispo de Málaga, Ramón Buxarraix. Aunque no era posible la restitución completa de la celebración, el gran liturgista y entonces vicesecretario de la Conferencia Episcopal monseñor Eguaras dio forma feliz a un acto donde se funden sabiamente el recogimiento, y la oración a la Virgen junto con la presencia comprometida de la Armada Española y de todos los fieles que libremente desean participar.

ELÍAS DE MATEO AVILÉS ES CONSEJERO Y ARCHIVERO DE LA CONGREGACIÓN DE MENA

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