Nuevos pecados

El Papa Benedicto XVI acaba de promulgar nuevos pecados capitales, entre ellos uno que se refiere a los que se enriquecen de forma excesiva, o algo así.

Es leer este nuevo precepto y acordarme en seguida de los pobres Albertos, los de las gabardinas. Vaya disgusto que tendrán. Primero la anulación de la sentencia condenatoria, y ahora esto. No quisiera encontrarme en el pellejo de ellos.

Pienso que le han hecho la Pascua. Qué calvario estarán sufriendo. Están pasando por la calle de la Amargura. En esta situación tan dolorosa, como la célebre vía, estarán descompuestos. Además, en Semana Santa. La verdad es que me dan lástima.

Me imagino a estos primos, lo digo por el parentesco, no por otra cosa, hablando entre ellos y tratando de consolarse. Uno, el Alberto I, diciéndole al Alberto II: «No sufras, que aunque hayamos pecado, el Papa no dice nada de devolver el dinero». «¿Tú crees?» Contestaría el segundo primo. «Pues claro. O vamos a ser nosotros más papistas que el Papa». Respondería el primer primo.

Es posible que para reparar sus culpas, bueno, lo de reparar es un decir, porque estos más que reparar sustituyen, van a flagelarse y hacer un ayuno de faisán y caviar un día de estos. Es una penitencia como otra cualquiera.

Pienso en que no sólo serán estos los atormentados por este nuevo pecado, pues también estarán rotos de dolor los Roldán, Conde, de la Rosa, Vera y algunos más. Y si retrocedemos en el tiempo, también estarán hechos polvo los de Filesa y el gran Juan Guerra.

Vaya lío que ha metido el Papa. Y hay más. Qué me dicen del Tribunal Constitucional, que impide la condena y culpabilidad de los padres Albertos, porque el delito ha prescrito. O sea, que se habían extraviado los papeles. Estos del tribunal imagino que serán muy mayores y se les va la cabeza y no saben dónde ponen las cosas, y cuando aparecen están 'caducadas'.

Con razón quieren renovarlos.