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Jueves, 20 de marzo 2008, 03:27
DE todos los aditamentos característicos de una escultura procesional es sin duda la corona el atributo más representativo e inherente al icono mariano. Esta presea que forma parte del atavío de la Virgen, símbolo de dignidad y de clara reminiscencia monárquica, ya aparecía en la representación de la coronación de María desde el siglo XII. Un claro ejemplo de este episodio se escenifica en un relieve denominado 'El triunfo de la Virgen', que remata el tímpano del pórtico occidental de la gótica Catedral de Notre Dame de Senlis, hacia 1150, en Francia. Es, pues, un motivo propio del arte occidental. También de la misma centuria, y relacionado con la coronación de la Virgen, es el mosaico de la iglesia de Santa María del barrio de Trastévere, en Roma. Sin embargo, cierto es que el uso originario de la corona puede datarse de tiempos más remotos; concretamente, a raíz del Concilio de Éfeso en 431, si bien la influencia de Bizancio en este sentido fue determinante.
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La temática fue evolucionando desde sus comienzos. Así, en primer lugar se representaba la Virgen, ya coronada, sentada a la derecha de Cristo. Posteriormente, se incluyó la figura de un ángel como autor de la coronación y más adelante lo hará el propio Cristo, así como Dios Padre y, por último, la Santísima Trinidad -Padre, Hijo y Espíritu Santo- argumento extendido en España desde el siglo XV.
Concerniente a la Semana Santa, fue en el siglo XVII cuando las Dolorosas malagueñas comenzaron a usar la corona como elemento simbólico de estas efigies, de carácter real y de santidad. Al menos eso es lo que se desprende tras la lectura de un inventario de 1645, de la Cofradía de la Esperanza de Santo Domingo, donde se advierte de la existencia de «una corona de plata con su ymperial» y una «corona de oxa de lata». Desde entonces, las imágenes marianas han ido estrenando nuevas preseas hasta conformar el importante catálogo de coronas con el que actualmente cuenta el patrimonio cofrade de Málaga.
Y es que la visión de la mujer apocalíptica 'vestida de sol y coronada de estrellas' sustituye a la lógica forma de vestir que tendría la Madre de Jesús en su tiempo histórico. Se trata por tanto de la recreación simbólica que se ajusta a la fisonomía que caracteriza a la representación de María, vista a través de la Pasión según Andalucía. Debido a lo extenso del tema, este análisis se centra en las preseas ejecutadas para las Vírgenes malagueñas con ocasión de sus respectivas coronaciones canónicas y bajo el refrendo diocesano, después de que el 25 de marzo de 1981 se llevara a cabo una reforma litúrgica por la cual, a partir de entonces, la curia vaticana dejaba de un lado su exclusiva concesión de esta distinción.
Dolores de Expiración
La primera de las efigie pasionistas coronadas canónicamente en Málaga fue la titular de la Archicofradía de la Expiración, la Virgen de los Dolores. Su celebración tuvo lugar, en la tarde del 4 de octubre de 1986, en la Santa Iglesia Catedral, por parte del almeriense José Méndez Asensio, arzobispo de Granada.
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La pieza regia labrada para tal ocasión fue desarrollada entre 1984 y 1985 por el orfebre sevillano José Jiménez Jiménez, quien aprovechó parte de la plata de la anterior joya, donada por el que fuera hermano mayor, Enrique Navarro Torres, robada y destrozada en enero de 1984. Básicamente, sus líneas maestras pretenden recrear aquella otra corona realizada en los años cuarenta del siglo XX por Manuel Seco Velasco, si bien existen manifiestas diferencias en algunos de sus elementos, principalmente en el canasto y en las entrecalles de la ráfaga.
Concebida a doble cara en plata sobredorada, siguiendo el estilo neobarroco, la obra parte de un aro moldurado de donde nace el canasto, ricamente ornamentado y donde figura el escudo heráldico de la fraternidad. Además, se introduce una docena de brillantes que se reparten por toda la sección. Los imperiales, repujados y troquelados con una artística crestería, se unen en el eje central para sostener la esfera del mundo, mientras que en su parte superior se levanta una esbelta cruz de oro, a modo de remate, en cuyo centro figura un solitario que perteneció a Navarro Torres.
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La ráfaga está conformada por 16 rayos que se alternan con el mismo número de resplandores repujados, desprovistos de estrellas. La unión de la ráfaga con los laterales del canasto se resuelve a través de un entramado de formas vegetales caladas.
A diferencias de la tónica generalizada en las cofradías malagueñas, la Virgen de los Dolores es la única imagen mariana que no luce su presea de coronación durante su salida procesional, toda vez que la archicofradía se ha decantado por la espléndida corona de Seco Velasco de 1960, sin duda, de mejor factura y diseño, caracterizada por su completo programa iconográfico protagonizado por figuras exentas entre hornacinas y medallones de plata.
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Esperanza
Aunque ya en 1953 surgieron los primeros intentos por coronar canónicamente a la Virgen de la Esperanza -aprobado el acto de honor en cabildo de fecha 14 de marzo de ese año- no fue hasta 1988 cuando se consumó este largo proceso, interrumpido por diversas causas, entre ellas, por la construcción de la casa hermandad e iglesia (1976-1988), actual basílica menor, lo que supuso un desembolso económico importante. Su refrendo se produjo del 12 de marzo de 1986.
Coincidiendo con la festividad de los santos patronos de Málaga, los mártires Ciriaco y Paula, se celebró en la plaza de la Constitución la ceremonia litúrgica. Fue en la tarde del sábado día 18 de junio de 1988. Se cumple este año, por tanto, el 20º. aniversario de este momento. El nuncio apostólico del Papa en España, Mario Tagliaferri, asistido por el prelado de la diócesis, Ramón Buxarrais Ventura, procedieron a coronar a la efigie.
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El atributo que ciñe a la Dolorosa cada Jueves Santo pertenece a los talleres madrileños del Padre Félix Granda. Fue realizado en 1988, cincelado en oro y cuenta con un conjunto de pedrería y esmaltes. Estilísticamente, la obra sigue básicamente los parámetros empleados en 1928 en la corona de la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura, reproducida con posterioridad en otras preseas, como en las ofrendadas a Nuestra Señora de Sonsoles de Ávila, Caridad de Cartagena y del Mar de Almería, entre otras.
El canasto se concibe a modo de una sucesión de cartelas vegetales en las que figuran medallones ribeteados con esmaltes pintados a mano, donde se escenifica la vida de María, esto es, la 'Anunciación', 'Encarnación' y 'Coronación', en el frontal, y 'Asunción', 'Presentación en el Templo' y 'Dormición', en la trasera. Curiosamente, la Virgen aparece en cada una de estas secuencias ataviada con el característico manto de color verde, en alusión a la advocación de la Esperanza, la misma tonalidad de las esmeraldas que se incluyen en todo el conjunto. Además, los escudos de Málaga y de la archicofradía presiden la unión del canasto con la ráfaga.
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El bonete abraza en su parte alta a los imperiales, que siguen idéntica traza y convergen en un único punto central, a fin de soportar el orbe, en marfil y con incrustaciones de oro, elemento que hace las veces de basa donde se posa la paloma que representa al Espíritu Santo. El imperial central del frontal acoge un rubí rodeado de brillantes, ofrenda, según atestigua la hermandad, de la bailarina malagueña Anita Delgado, casada con el Maharajá de Capurtala.
El ancho baquetón inicial, decorado con finos ornamentos y encuadrados entre paños, experimenta una sucesión a través de una elegante aureola con elementos florales, rosas, en su ornamentación, combinado con esmaltes morados, verdes y azules y guirnaldas en su interior, que delimitan el perímetro de los imperiales.
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Finalmente, el conjunto se concluye con haces de rayos biselados y 12 estrellas con perlas, dispuestas sobre decoración vegetal con hojas de acanto, mientras que en su centro campea una esbelta cruz con incrustaciones de esmeraldas.
Trinidad
De los talleres sevillanos regentados por los hermanos Ángel, José y Francisco Javier Delgado López, salió en 2000 la presea ejecutada para la Virgen de la Trinidad. El ceremonial e imposición del atributo se celebró el 21 de octubre del citado año jubilar, en la Catedral.
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De estilo neobarroco, realizada en plata sobredorada, marfil y circonitas, la corona presenta un canasto cónico sobre el que circundan ocho pilastras y contrafuertes que soportan una ornamentación barroca. En esta sección se incluyen cartelas, donde aparecen instrumentos de la Pasión, tales como los clavos, martillo, tenazas, la corona de espinas y escaleras. Remata las cartelas un exquisito exorno floral, siendo unas jarras de azucenas el principal adorno de los perchetes, simbolizando la pureza de María y alusivo al templo de la Catedral.
En el centro del canasto se abre una hornacina que aloja a una pequeña figura de marfil que representa la Virgen de la Victoria, patrona de Málaga, obra de Carlos Valle. Del canasto nacen ocho imperiales, ricamente repujados a tres caras cuajadas de decoración barroca, en forma de ménsula con volutas. Del plano inferior queda suspendida una medalla alusiva a Jesús Cautivo, siluetado hasta la cintura. Sobre la unión de los imperiales nace el orbe dorado que deja visible en su frontal al continente europeo y africano y sobre el que se asienta el misterio de la Trinidad en marfil, orlado por una capilla que se ve coronada con el anagrama del Avemaría. Jesús, a la derecha, aparece sentado en actitud de bendecir, con potencias sobre la testa y sujetando una cruz arbórea dorada. Junto a él, a la izquierda, se observa a Dios Padre omnipotente, nimbado con halo triangular, con los brazos extendidos y portando el cetro, en tonalidad áurea. En el centro de la escena vuela la paloma que simboliza al Espíritu Santo.
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De lado a lado del canasto se abraza la diadema, ricamente trabajada con ornamentación floral calada, con minúsculas rosas. En su interior aparecen cartelas repujadas para representar las letanías lauretanas del Santo Rosario -rosa mística, torre de marfil, torre de David, arca de la alianza, fuente de la salud, puerta del cielo, estrella de la mañana, trono de sabiduría, casa de oro, vaso espiritual, refugio de los pecadores y espejo de la justicia- mientras que en su parte superior se adivinan jarras de azucenas, que hacen su función de flanqueo de los doce rayos flamígeros circundantes en la obra, biselados y de ocho puntas. Sin duda, un completo repertorio mariológico que se combina con aquél otro de evocación cristológica, inscrito en el bonete.
La obra está rematada en su parte central por una vistosa cruz, enriquecida con circonitas y con extremos avenerados. En su centro figura el anagrama de Cristo, 'IHS' -Iesu Hominum Salvator- sobre un tondo orlado por pedrería y haces.
Amargura
La segunda de las coronaciones canónicas durante la década de 2000 fue la concedida a la Virgen de la Amargura (Zamarrilla), celebrada el 25 de octubre de 2003 en la Catedral. El regio atributo pertenece al taller de Manuel de los Ríos e Hijos, de Sevilla. Fue realizado entre 2002 y 2003 en plata de ley sobredorada y en su color, y en él se incluyen pedrerías engastadas, esmaltes y marfiles. El canasto barroco, que nace desde un ancho baquetón, de forma convexa, se ve exornado con elementos vegetales. Una capilla central sirve de cobijo a la figura exenta en plata de una Inmaculada Concepción, que se ve flanqueada por dos medallones de esmalte de corte cuadrilobular, forma que recuerda a los ideados para acoger a las cabezas de ángeles de la anterior corona de Zamarrilla, labrada igualmente por Manuel de los Ríos en 1986.
A fin de enmarcar el canasto, se acoplan unas molduras de plata blanca, formándose un arco conopial que orla tanto la zona alta de la capilla como cada uno de los paños de acantos que centran los medallones. Una serie de pilastras separan los elementos iconográficos, rematándose con graciosos jarrones plateados que contienen azucenas. Ocho imperiales sostienen el templete, a modo de tabernáculo, que abriga la rosa mística, aludiendo a la leyenda del bandido de Zamarrilla, de ahí que aparezcan la rosa y la espada.
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La ráfaga se compone de una fina arquería de perfiles mixtilíneos, ejecutada en plata blanca, donde se incrustan brillantes -solución empleada en la anterior presea- y sirve para acoger a dos angelitos de marfil en el centro del conjunto. Asimismo, contiene un importante trabajo de filigrana, a lo que se unen cuatro medallones de esmaltes que siguen el mismo esquema empleado en el canasto, además de los doce rayos e igual número de estrellas, de ocho puntas, con rubíes, que rematan la obra, y la bola del mundo de marfil, orlada en plata y brillantes, que culmina en una cruz de rubíes y brillantes, cercada por una pareja de ángeles mancebos de plata en su color.
Dolores del Puente
Por último, la corona de la Virgen de los Dolores del Puente, coronada el 31 de octubre de 2004, en la puerta del Sol o de los Abades de la Catedral -las anteriores imágenes ocuparon el altar mayor, junto al tabernáculo- responde al tipo de presea de corte antequerano del siglo XVIII, ideada en este caso por Jesús Alberto Castellanos Guerrero, en 1997, y ejecutada en plata sobredorada por Juan Borrero y Francisco Fernández de Orfebrería Triana (Sevilla).
Su canasto, concebido de menos a más en cuanto al ensanche perimetral, presenta un extraordinario exorno fundamentalmente a base de rocalla, combinado con seis topacios, piedras menudas de jade y amatistas. Asimismo, esta sección muestra unos pequeños medallones ovalados donde figuran elementos iconográficos y símbolos relacionados con la corporación, tales como el Puente de los Alemanes; la cruz de Santo Domingo; la cruz de Malta -emblema de San Juan Evangelista, presente el grupo escultórico del Cristo del Perdón-; un jarrón de azucenas; las tres cruces del Calvario que sirvieron para crucificar a Cristo, Dimas y Gestas; y el emblema del Avemaría. Sobre el canasto se elevan ocho esbeltos imperiales que contienen cartelas doradas, a excepción de los dos laterales, orladas en rocalla, con símbolos sobre fondos esmaltados en función del color representativo del motivo en cuestión. Así, en el frontal figuran representaciones alusivas a las fraternidades que pertenecen al templo de Santo Domingo: estrella de ocho puntas sobre fondo azul por la Cofradía de la Estrella, el ancla sobre fondo verde esmeralda por la Archicofradía de la Esperanza, y el corazón traspasado por un puñal sobre fondo negro por la Congregación de Mena.
En la parte trasera de la corona, siguiendo con los imperiales, aparecen relieves basados en la letanía lauretana, esto es, el pozo sobre burdeos por la antigua Virgen del Pozo, el rosario sobre marfil por la Virgen del Rosario y las azucenas sobre azul por la condición virginal de María. Estas cartelas se acompañan de cabezas de querubines alados en plata sobredorada. La iconografía de los imperiales se completa con la paloma del Espíritu Santo, en marfil, que simula su vuelo entre estas piezas.
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La aureola, en su parte interior, se concibe como una sucesión de nubes ondulantes desde donde emergen cabezas de querubines de igual concepción que los aparecidos juntos a las cartelas de los imperiales, mientras que en el exterior aparecen rayos rectos, a modo de potencias, flanqueados cada uno de ellos por una pareja de rayos flamígeros.
El conjunto concluye, en su sección superior, con un esmalte rectangular enmarcado que reproduce la maternidad de María a través de un fragmento -queda eliminada la figura de San Juanito- de la conocida pintura de Rafael titulada 'Madonna della Seggiola'; es decir, Virgen de la Silla, conservada en la galería Palatina del Palacio Pitti de Florencia. Este esmalte fue ofrendado a la Dolorosa del Puente por su devoto José Soler Barranco. En el reverso de esta pieza aparece una inscripción que recuerda los 250 años de devoción de la efigie, cuya efemérides se celebró en 1997. El marco de la pintura culmina en el orbe que da paso a una cruz griega.
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