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CONCHA BARRIGÓS
Domingo, 16 de diciembre 2007, 02:11
Ha tardado ocho años en «pergeñarlo» y en las 400 páginas a las que finalmente se ha tenido que sujetar, menos de la mitad de las que él quería, Joaquín Sabina desvela cómo «se la chupan en verso, codo a codo, a un servidor -él- que fellatió primero» más de 40 amigos poetas, cantantes y escritores.
'A vuelta de Correo' (Visor), que se inicia, «para que se sepa de qué polvos proceden estos lodos», con la carta en verso que su padre le envió a la «mili», alberga misivas, fotografías y dibujos pero, sobre todo, poemas escritos por o para «todos los que son» aunque haya bastantes que «son pero que nunca están».
«No faltan Iscariotes disidentes, marciales epigramos, caraculo, dedo y labio, doctor, uñas y dientes, analfabetos nietos de Catulo», es decir amigos de Joaquín Martínez Sabina que a lo largo de su vida se han intercambiado «ripios» de admiración y devoción pero también de «cabreo».
Advierte que, aunque «ladren críticos» y «bramen talibanes», su última creación «no es más que lo que es, ojo, ni menos» y confiesa que, sobre todo, ha sido muy «divertido» hacerlo.
El editor del libro, Chus Visor, al que Sabina dedica el último capítulo describiéndolo como «capaz de abrazar a traición a su enemigo», revela en declaraciones a Efe que 'A vuelta de correo', que a diferencia de textos de similar envergadura es «barato» porque «sólo» cuesta 30 euros, iba a ser «el doble en todos los sentidos» pero que se han quitado decenas de fotos y dibujos «para dejarlo en unas dimensiones abordables».
Abre Rafael Alberti
El libro lo abre el recuerdo de Rafael Alberti, el poeta favorito de Sabina, según rememora en el libro Benjamín Prado, que fue quien les puso en contacto.
Antes de llegar a las lecturas conjuntas de poemas que Alberti y Sabina hicieron en 1986 y 1987, el poeta gaditano se torturaba ante Prado con la idea de que Sabina apareciera con su guitarra y le hiciera sombra. «Ya verás, ya. Yo no se ni para qué voy», refunfuñaba. En la lectura, ni Sabina sacaba una guitarra ni nadie era capaz de competir con el talento y la magia de Alberti y el auditorio «caía a sus pies». Al final, ya relajado, se acercaba al cantante y le preguntaba con su voz más candorosa, «hombre, ¿y por qué no te has traído una guitarra? Yo creo que habría estado muy bien...».
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