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ÁNGEL ESCALERA
Viernes, 24 de agosto 2007, 04:21
Dejar el tabaco es posible. Ese es el planteamiento de arranque de la unidad de tabaquismo del Hospital Regional Carlos Haya. Este dispositivo se ha puesto en marcha con la finalidad de ayudar a los enfermos y a sus familiares a dejar de fumar, así como de formar a los profesionales del centro hospitalario para informar adecuadamente a los usuarios de las maneras de superar su adicción.
Una vez que el paciente llega a la unidad se le hace un diagnóstico para determinar su grado de adicción al tabaco, explica el neumólogo Marcos García Rueda, que se encarga de atender a los fumadores junto a la enfermera Teresa Puebla. Una vez efectuado el diagnóstico se fija un tratamiento en función de la dependencia que cada persona tiene. El seguimiento de los enfermos lo suelen hacer los médicos de familia de los centros de salud, que colaboran estrechamente con los dos profesionales de la unidad de tabaquismo de Carlos Haya. «Nosotros nos encargamos de seguir a enfermos que están mucho tiempo hospitalizados, que padecen una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), que han sufrido un ictus cerebral o que tienen dificultades para acudir a atención primaria; el resto son controlados en los centros de salud», señala el doctor García Rueda.
Martes y jueves
Las personas que desean dejar de fumar son vistas en una consulta que presta servicios los martes y los jueves de ocho de la mañana a tres de la tarde. «Tenemos una gran demanda, pero poca lista de espera», afirma el neumólogo. Dos son los sistemas que se utilizan para contrarrestar el tabaco. El primero se denominada intervención básica, y consiste en realizar un diagnóstico rápido del paciente, hacerle una coximetría, es decir, un análisis que mide los niveles de monóxido de carbono en el aire espirado por el fumador, y realizarle una serie de preguntas para averiguar cuántos cigarros consume diariamente y cuáles son los que más le satisfacen. El siguiente paso es fijarle un tratamiento.
El segundo método es la intervención avanzada. Se le hacen al enfermo una historia clínica y otra tabáquica, se le practican una coximetría y una espirometría (medición de la capacidad respiratoria de los pulmones), y un test de calidad de vida. Seguidamente, se le pone un tratamiento. Tanto en la intervención básica como en la avanzada se da ayuda psicológica y, si es necesario, se prescriben fármacos para combatir la adicción a la nicotina. «Siempre se procura pactar los tratamientos con los pacientes», dice el doctor García Rueda.
Porcentaje de éxito
El 45% de 338 personas atendidas en la unidad desde que se puso en marcha siguen sin fumar en el plazo de tres a seis meses desde que comenzaron el tratamiento. «No hay que tener miedo a una recaída, porque es algo frecuente. Lo importante es tomar la decisión de abandonar el tabaco», señala el neumólogo. Para no ganar un peso excesivo tras dejar de fumar, a los pacientes se les marcan una serie de pautas alimenticias y se les controla el peso, explica la enfermera Teresa Puebla.
El 70% de los enfermos que acuden a la unidad de tabaquismo los remite el servicio de neumología, el 10% proceden de la unidad de ictus (neurología), el 5% del servicio de medicina interna y otro 5% lo manda el de digestivo.
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