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PRESENCIA. Luis Pernía, con un grupo de niños en África.
MÁLAGA

Aspa: la primera ONG

Veinte años después siguen dando voz a los sin voz allá donde estén. Apuestan por el voluntariado a fondo perdido y rechazan el modelo empresarial asumido por otros

TEXTO: GEMA MARTÍNEZ

Viernes, 24 de agosto 2007, 04:22

NICARAGUA Sandinista; Perú y los chicos de la calle; La Catedral y el primer encierro de inmigrantes; Arafat, las madres palestinas, sus hijos entre las ruinas de los bombas israelíes; los niños de Los Asperones; Irak y el 'no a la guerra'; la deuda externa, los refugiados del Sáhara, Ruanda... «Ruanda. ¿Qué será de ellos? Estarán todos muertos. Eran 'hutus'». Luis Pernía, alma de tantas luchas, se para en las fotografías del país africano, al que en 1991 fue un grupo de Aspa (Asociación Andaluza por la Solidaridad y la Paz), porque la gente de Aspa -centenares de fotos lo atestiguan- se ha metido allí donde sus corazones han ordenado, sin atender al miedo que debe dar saber que el destino escogido está entre los más peligrosos del planeta, y que además, no se va a hacer turismo.

Y así siguen después de 20 años, pisando charcos tan complicados como entrar en las ciudades del Sáhara ocupado por Marruecos haciéndose pasar por turistas; esquivando controles para llegar a los ciudadanos y recoger de ellos testimonios de tortura, opresión y lucha, que eso fue lo que hicieron hace sólo un verano.

El germen

De haber sido otros, quizá hubieran vendido a bombo y platillo el hecho de ser la primera organización no gubernamental que se creó en Andalucía, cuando ya habían surgido movimientos de este tipo en ciudades como Madrid, Cataluña, Aragón y País Vasco. Aunque el grupo fundacional nace en Córdoba y es el poeta gaditano Fernando Quiñones el encargado del discurso inaugural de noviembre del 87, Málaga está presente en Aspa desde los primeros tiempos a través de personas, todas progresistas, muy vinculadas a los movimientos revolucionarios de Centroamérica, a los que ya apoyaban activamente a través de los conocidos como Comités de Solidaridad, y las brigadas de voluntarios que en verano se desplazaban a países como Nicaragua.

Las brigadas

«Cada uno se pagaba su viaje. Nos presentábamos a la autoridad sandinista, que nos asignaba una actividad», explica Pernía. De aquellos tiempos recuerda las imágenes de niños mutilados: «Eran víctimas de las bombas de la Contra, a la que apoyaba Estados Unidos. Eran víctimas de una guerra que los americanos negaban. Esas escenas me impactaron», rememora, a la vez que recuerda que compañeras de Aspa fueron amenazadas de muerte incluso a través de emisoras de radio. De aquella época quedan las fotos de los murales que Pernía pintó en paredes de Málaga y que recordaban aquí la lucha nicaragüense.

De Aspa han salido programas e iniciativas que con el tiempo han crecido en otras manos. Es el caso de la Caravana por la Paz al Sáhara. «Funcionábamos de un modo muy anárquico. La experiencia se inicia en el 87. Recuero que María Jesús me preguntó: ¿Qué les enviamos? ¿Acaso no sería mejor enviarles lo que nosotros consideramos imprescindible: aceite, arroz y azúcar?, le contesté. Son los productos que aún hoy se siguen llevando», afirma Luis. Otra de las iniciativas que saldrían de Aspa es lo que hoy se conoce como 'comercio justo' a través de las llamadas entonces 'tiendas solidarias' y mediante la constitución en el 89 de Sandino S. C. A., que luego seguiría su propio camino, ya en otras manos.

Un voluntariado a fondo perdido en lugar de profesionalizado; el rechazo de la solidaridad como espectáculo y de las organizaciones como empresas preocupadas por justificar proyectos; la crítica frente al poder aún a riesgo de perder capacidad operativa y la apuesta por la sensibilización son posicionamientos surgidos del debate en el seno de la asociación.

«No, no queremos nada. Sólo os pedimos que contéis que existimos». Eso fue lo que escucharon de boca de un anciano en Ruanda. Casi dos décadas años después y con medio millar de socios, eso siguen haciendo.

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