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JUAN BONILLA
Domingo, 10 de octubre 2010, 03:50
El estilo del relax es una manera de vivir, de entender la vida como un proceso en el que uno tiene que estar atento y esperar que las cosas ocurran sin agobiarse demasiado. Lo afirmaba Carlos Canal en una entrevista que le hacían en este mismo periódico, y es una estupenda definición de algo que, vinculado fundamentalmente a la arquitectura, va más allá de ella y de alguna forma coloreó y definió una época definitivamente inolvidable, por mucho que en la actualidad parezca olvidada. Hagamos un poco de memoria justa: en 1987 el Colegio de Arquitectos de Málaga publica el libro El Estilo del Relax. N-340. Málaga. h. 1953-1965 ideado por Diego Santos con fotografías de Carlos Canal y textos de Juan Antonio Ramírez. En la nota inicial de ese libro se decía cómo había nacido: Santos hizo una selección de edificios en torno a la carretera nacional 340 a su paso por la Costa del Sol, Canal los fotografió y Ramírez escribió el texto. En principio parecía una reivindicación del diseño arquitectónico de la época dorada de la Costa del Sol, tan conectado al estilo internacional, pero más allá de esa reivindicación se dejaba ver la mirada fascinada de unos autores que consiguieron otra cosa más meritoria aún: 'inventar' un estilo y aventurar 'una arqueología del ocio' en la Costa del Sol. El libro, importantísimo, hacía mucho que se había convertido en objeto de persecución de bibliófilos y coleccionistas. Ahora el Ayuntamiento de Málaga y el Colegio de Arquitectos lo reeditan en preciosa edición facsímil, acompañándolo de otro volumen: El relax expandido, título de la colaboración de Maite Méndez Baiges que ha de ser considerada como la aportación más lúcida a la literatura del estilo del relax.
Y ello porque disecciona no sólo las características esenciales de alguno de los grandes momentos del estilo del relax -La Nogalera, Hotel Pez Espada, algunas piezas menores pero encantadoras como gasolineras o farmacias-, sino porque en efecto advierte esa presencia tanto en edificios precursores del relax, como, fundamentalmente, en los detalles. Y valora el estilo del relax como se merece. Málaga, nos dice, es la ciudad -o la zona- más siglo XX de Andalucía por varias razones: una de ellas es que en Málaga el peso de la historia no oprime al presente, como sí lo hace en las ciudades de consabida monumentalidad, Granada, Córdoba y Sevilla, permitiendo a los arquitectos algo que en esas otras ciudades está prohibido: el atrevimiento. Así el estilo del relax que floreció a finales de los cincuenta y en los años sesenta, reflejó una modernidad exagerada y desinhibida. Dice Maite Méndez: «la del relax es una arquitectura que cultiva despreocupadamente todo lo que parece diametralmente opuesto: lo vernáculo junto a lo ultramoderno, la alta y la baja cultura, lo local junto a lo cosmopolita, el anhelo de la naturaleza junto a la visión de un futuro surcado por naves interespaciales, los materiales de la zona con el hormigón armado, el más estricto funcionalismo con el capricho más gratuito, las últimas técnicas de construcción con los procedimientos consuetudinarios». Y esa capacidad para cultivar todo lo que parece contradecirse acerca al relax a los movimientos de vanguardia -el futurista 'Contradecirse es vivir'-. No sólo de edificios vivió el relax, que en efecto, como se apuntó con la cita inicial de Carlos Canal, era más que un estilo arquitectónico, una manera de vivir: contra la grisura oficial del franquismo, impuso risas, bikinis, cócteles y fiestas. «Oponía una actitud que el poder del momento debía de percibir como una amenaza, pero tan vagamente definida, que tampoco debía ser tan fácil de atajar con el código penal o civil en la mano».
Tanto en el libro mítico del año 87 como en el que ahora lo acompaña, queda clara una cosa: el estilo del relax está ahí donde está porque un artista lo descubrió. Si la mirada de Diego Santos no lo hubiera descubierto, el estilo del relax no existiría. Es así que Maite Méndez considera el estilo del relax como una de las obras deniego Santos, un ready-made.
Imposible es no preguntarse, ante las espléndidas fotografías de edificios y lugares de estos dos volúmenes preciosamente editados, qué queda de todo aquello, sobre todo en estos días en los que la Operación Malaya ha llegado a la sala de juicios, y la corrupción urbanística y la especulación inmobiliaria no son entes abstractos sino miles de folios de datos cutres -bolsas de basura llenas de billetes-. Es evidente que nos quedamos sin pretextos y que se volvió sandez decir que la corrupción urbanística era fruto de la corrupción del régimen dictatorial: el mal se expandió, más que el relax, y la Costa del Sol fue su ombligo. Un ombligo que quedó afeado, y cuánto, por sucesiones de urbanizaciones anodinas y campos de golf. Puede que por eso mismo, y dado que las arquitecturas del relax siguen siendo lo único rescatable de todo ese pandemonium, estos libros ahora editados formulan una colosal elegía a la época en la que, sí, el relax era una manera de vivir, un entender la vida como un proceso en el que uno ha de permanecer atento a las cosas y esperar que ocurran sin agobiarse demasiado.
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