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Cuando las barbas de tu vecino veas crecer...

Cuando las barbas de tu vecino veas crecer...

Socrática, yihadista, de náufrago, tipo chivo... El vello facial ha vuelto con fuerza. Lo llevan hasta los ejecutivos. ¿Será una moda pasajera? ¿Un signo de identidad? ¿Una forma de ligar?

julia fernández

Viernes, 24 de octubre 2014, 21:57

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Todos querían ser como él. El tipo que cruzaba miradas con la chica en el pasillo del hotel, que se secaba las greñas ante ella en la piscina y que luego se la encontraba en el ascensor, justo antes de pagar la cuenta. Él, con el pelo recogido en un 'top knot' (el moñito de toda la vida, vaya) y su frondosa barba desafiando al moderno traje de ejecutivo que lleva puesto. Ella, con su chupa de cuero, el pelo corto revuelto al más puro estilo punk y mascando chicle. El protagonista de aquel anuncio de un buscador de hoteles no era otro que Christian Göran, un modelo sueco hasta entonces desconocido, al menos en España, y que a partir de entonces pasó a formar parte del imaginario pseudoerótico popular.

Su particular imagen azuzó a muchos a abandonar la maquinilla y cambiar el perfecto rasurado por una barbita. Fue solo el primer paso. Hoy los barbudos son una turba. No hay más que acercarse a un garito una noche y contar cuántos se han afeitado horas antes para mostrar su mejor perfil. Si lo comparamos con un recuento de hace tres años, el número se habrá reducido drásticamente. También lo podemos ver en las tiendas. Desde hace poco es habitual ver a lustrosos mozos barbudos atender a los clientes sin problema alguno. E incluso toparnos con jóvenes (o no tanto) directivos que combinan la raya diplomática con un cuidado vello facial.

"Eso antes era casi imposible", señala José Miguel Hernández. Él luce barba desde los 16 años, "cuando me empezó a salir", admite. Hoy, con 27, se gana la vida con una web llamada 'Tu Barba' junto a Marta, su socia y pareja. Vende productos para cuidársela con esmero y dedicación. En seis meses ha reunido más de mil clientes a los que pone fácil conseguir cosméticos que a él le costó tiempo descubrir. Admite que no le han rechazado nunca por barbudo, pero también reconoce que evitaba aquellas entrevistas de trabajo en las que tenía más posibilidades de salir trasquilado que victorioso. Hoy su barba frondosa no llama tanto la atención, pero todavía hay quien se queda mirándole. Más con curiosidad que con desagrado, eso sí. "Hace unos años, los barbudos estaban estigmatizados", comenta. Hoy es lo más 'cool'.

Ciclistas con barba y faraonas con perilla

Las barbas han llegado hasta el mundo del deporte, donde no siempre ha estado permitida. Uno de los que rompió moldes fue Sébastien Chabal, un jugador de rugby francés recién retirado al que apodaban 'el hombre de las cavernas' por su abundante vello facial y su pelo larguísimo. Pero no es el único. En España tenemos al jugador de baloncesto Sergio Rodríguez. 'El Chacho' se la dejó crecer después de los Juegos Olímpicos de Londres (2012) y ahí sigue, cultivándola. En todos los sentidos, porque ha confesado más de una vez cuáles son sus pequeños trucos para mantenerla en perfecto estado de revista.

Y tal es la revolución de la barba que hasta se deja ver en el mundo del ciclismo, donde las piernas depiladas están a la orden del día y se inventan trajes imposibles con cada vez menos resistencia al aire para ganar tan solo unas milésimas en una contrarreloj. Uno de los primeros en lucirla fue Fred Kessiakoff, un sueco que estaba en el Garmin en 2010 cuando revolucionó el pelotón con su imagen.

A principios de este año, en las fotos oficiales del Sky para la nueva temporada aparecían diez miembros con vello facial, siguiendo la estela del navarro Xabier Zandio, que sorprendió al equipo el año pasado. Hasta el mismísimo sir Bradley Wiggins, campeón olímpico y del mundo contra el crono se apunta. Y en esta última Vuelta a España, un participante desafió al calor del sur y robó multitud de titulares con la suya. Se trata del namibio del Europcar Dan Craven, que sabe muy bien que en ella reside parte de su éxito.

La moda de ahora no es más que un nuevo bandazo en la historia de este elemento eminentemente masculino. Barbas y barbudos ha habido siempre. Unas veces eran los que detentaban el poder y otras, los sometidos. En Egipto, por ejemplo, la perilla, natural o postiza, era un emblema de los faraones... y de las faraonas. Sí, la eurovisiva Conchita Wurst no es ninguna pionera. En Grecia, la barba la llevaban los guerreros y los nobles (ahí está Sócrates). Más adelante, quienes se dejaron crecer el vello facial fueron los reyes. A Carlomagno le apodaron el emperador de la barba frondosa. Y ahora mismo, el monarca español es un barbudo, aunque se rasurase para su proclamación en junio y en la mayoría de sus retratos oficiales no haya ni rastro de vello facial.

De Melchor a Rajoy, pasando por Kurt Cobain

Muchos consideran la barba como un emblema de esa tribu urbana con alergia a la cultura 'mainstream' (la principal o dominante, la que llega a todo el mundo). "Se ha 'hipsterizado'", explica Carles Suñé, creador del blog 'No sin mi barba', una referencia para barbudos convencidos y advenedizos. Lo abrió en enero, cuando se mudó "por amor" de Barcelona a La Coruña, y lo que iba a ser una "labor terapéutica" mientras encontraba trabajo, se desmadró al mes. "Había un buen caldo de cultivo", confiesa. Hoy es una comunidad donde se habla de arte, literatura, música, cine, moda y, por supuesto, cuidado personal. Todo con un denominador común: la barba. Para él, este atributo se ha "democratizado" gracias a los 'hipsters', pero recuerda que ya la han llevado otros, como los hippies. También fue un distintivo del 'grunge'. Uno de sus grandes iconos, Kurt Cobain, coqueteaba con ella a menudo. Y qué me dicen de los abuelos del rock, los ZZ Top. Son solo tres precedentes recientes.

Aunque quizá los barbudos más famosos del mundo sean Melchor, Gaspar y Papá Noel, que muy 'hipster' no es que sean. Luego también tenemos el caso de Mariano Rajoy, que sigue la estela marcada por el bigote de José María Aznar. ¿Acaso el gallego es un moderno? Parece que no. Ni lleva camisas de cuadros tipo leñador, ni zapatos 'blutcher', ni es un gafapastas (aunque si quisiera, podría pedirle las suyas a Artur Mas). "Es barba de desidia", aventura Suñé. Vamos, de la que uno se deja por pereza. Si transmitir esta idea es intencionado o no habría que decirlo con el armario de su baño en La Moncloa abierto. Porque sí, la barba se cuida. Y mucho más de lo que algunos se imaginan. Es todo un arte.

El noble arte de cuidarse la barba

Dejarse barba no es solo dejarse crecer el pelo de la cara. Cuanto más poblada y más larga sea, más cuidados requiere. "A mucha gente le cuesta entender que esto es así", explica el creador de 'Tu Barba'. Por eso en su web, donde vende toda clase de 'delicatessen' para su cuidado, dsgrana todos los trucos que él ha ido adquiriendo con la experiencia. Si se quiere una barba como la de Chris John Millington, el modelo barbudo que lo está 'petando' con su look y su fuerte acento escocés, hay que invertir un poquito de dinero.

Para empezar, porque la barba se lava, no solo se moja en la ducha. "Lo óptimo es hacerlo tres veces por semana y elegir champús y jabones específicos". ¿Por qué? "Porque el pelo de la barba es diferente al de nuestra cabeza y la piel que está debajo no es como nuestro cuero cabelludo", aclara José Miguel Hernández. Y ojo, si es tupida, también se seca con secador. Otra cosa es el tema de la hidratación. No vale con la Nivea de la lata azul ni una crema hidratante para el rostro. Lo mejor son aceites o bálsamos especiales a base de compuestos como la jojoba, la pepita de uva o el argán.

Con ello se consigue nutrir y domar el pelo. Si la barba es muy larga, su dueño conseguirá tenerla bonita, atractiva y facilitará su peinado. Porque sí, amigos (y amigas de) barbudos, también se peina. ¿Vale hacerlo con los dedos? Cada uno se apaña con lo que puede, pero Hernández lo deja muy claro en sus consejos: "El tamaño y distancia entre los dientes de un peine debe estar adecuado al tamaño y densidad de la barba". Para él, los mejores son los de la marca Kent, una compañía que nació en Inglaterra en 1777 y que se dedicaba a hacer, a mano, brochas de afeitar y de maquillaje, cepillos de dientes y peines. Ambrosía pura.

¿Tardará mucho en arreglarse?

Bueno, es parecido a las chicas....

Hernández admite que para tener una barba bonita hay que dedicarle algo de tiempo. Entonces, ¿estamos ante otro tipo de metrosexuales como los que se pusieron de moda de la mano de David Beckham? Suñé lo tiene claro: "No". En tal caso, los barbudos son retrosexuales. "Para mí es un elemento de masculinidad bien entendida, ojo", aclara el catalán. Es decir, de respeto de los rasgos masculinos naturales, no de tratar de enmascararlos, como pudieron hacer algunos metrosexuales. Cuidarse, sí, pero sin llegar a la obsesión.

La mano del profesional

Ahora bien. No todo es al estilo Juan Palomo (yo me lo guiso, yo me lo como). A la sombra de las barbas y su cuidado se están desarrollando todo tipo de negocios y recuperando antiguas profesiones, como la del barbero. Si nos vamos a Madrid o Barcelona nos encontramos con coquetos y cuidados locales donde los chicos van a que les cuiden con maestría su vello facial. Algunos son de nueva creación. Otros recuperan el oficio del padre o del abuelo.

Cortar o arreglar una barba es como quien quiere cortarse las puntas, explica Vicenç Oliver, que regenta La Fabrique en Bilbao junto a su socia. "Empezamos hace cinco años como peluquería", explica Oliver. Pero con una diferencia: les preocupaba la coloración natural. Luego, han sabido incluir en su oferta nuevos servicios, como el de barbería, aunque con ciertos límites. "Yo las arreglo, pero no afeito con navaja", aclara el profesional, muy preocupado por formarse para mejorar en su campo.

Y es que La Fabrique es un local rompedor, pero no se puede considerar una 'barber shop'. De hecho, no es fácil encontrar ninguna en Euskadi... todavía. "Las barberías de toda la vida cerraron porque faltó relevo generacional", apunta Oliver. Ahora, el negocio podría volver a reflotar de la mano del creciente número de barbudos que hay en Euskadi. "Yo no tengo 50 clientes con barba, pero sí se han acercado muchos que se la están dejando", deja caer esperanzado el peluquero.

¿No será flor de un día?

-Vicenç Oliver: No creo que sea como el bigote, que duró poco y apenas se vieron por aquí. Las barbas son más modernas. El bigote se veía más casposo y se asociaba a cierta ideología.

- José Miguel Hernández: Pasará como siempre. Cuando pase el 'boom', el que no está convencido... se afeitará.

- Carlos Suñé: El que es barbudo lo es toda la vida... Hasta la muerte. No se trata de ser un talibán, pero cuando se disipe la moda quedaremos los que nos la dejamos por convicción.

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