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Regina Sotorrío
Lunes, 21 de noviembre 2016, 00:13
Alejandro Simón Partal vive y escribe en una constante lucha entre la luminosidad y la oscuridad. Dirigir la voz poética no es fácil, es más un impulso que un razonamiento, pero si le preguntan él tiene claro el rumbo: «Intento ir hacia la luz». Se acerca a ella con sus versos, y también con sus investigaciones. El poeta malagueño (Estepona, 1983) busca la felicidad en la poesía a través de la obra de cuatro autores que la han rozado: Miguel Fernández (Melilla, 1931-1993), María Victoria Atencia (Málaga, 1931), César Simón (Valencia, 1932-1997) y Álvaro Pombo (Santander, 1939). Un proyecto avalado por la Universidad de Salamanca que le ha valido la XXII Beca de Investigación Literaria Miguel Fernández (Ciudad de Melilla), dotado con 4.500 euros y su publicación por la UNED.
Simón Partal entiende La carencia de Eros: felicidad en el medio siglo como «una reivindicación de vivir una vida de lo sencillo, de lo completo, de huir de esta rentabilidad que nos acosa y de la banalidad que nos rodea». Está convencido de que la felicidad tiene una «utilidad inmediata y urgente» en la sociedad y el ciudadano, y algunos han conseguido atraparla en sus versos. Pero él no se fija en los grandes nombres del círculo literario, Simón Partal se detiene en cuatro autores, algunos desconocidos para las mayorías, que han sido «capaces de disfrutar de las cosas». «Parten de ese fondo enigmático y sereno que aspira a completar la naturaleza humana. Viven o vivieron en permanente ausencia y desde esa ausencia su poesía proyecta una luz, una suma de bienes». Todos han conseguido «celebrar la existencia, que es a lo que se debe limitar la poesía, a ser una herramienta que evite de alguna manera los males del mundo y aporte un bien hacia el futuro».
«Por desgracia», lamenta, hoy la poesía «no ocupa lugar» en la sociedad. «Quien piense que la poesía puede tener algún poder es un tarado mental. La poesía no está en la vida de la gente, en la política ni en nada», sentencia. Pero Simón Partal no quiere caer en un «discurso derrotista», y en esto también encuentra luz. «La poesía tiene un nuevo futuro, el problema es no enfocarlo como arma sino como una herramienta para el bien, para ver lo bueno del mundo. Y hay gente que es capaz de conseguirlo».
Asegura Simón Partal que la felicidad en la literatura «es un proceso de la madurez». «Cuando se es joven quieres ser un poeta maldito y cuando vas cumpliendo años te das cuenta de que el sentido de la vida está en las cosas más sencillas», argumenta. Él está ahora justo en ese momento.
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