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Luces y sombras de la Bauhaus: en busca del 'hombre nuevo'... que derivó en el culto a Hitler

Vanguardia y nazismo

Luces y sombras de la Bauhaus: en busca del 'hombre nuevo'... que derivó en el culto a Hitler

Tras la Gran Guerra, Alemania –desgarrada por la derrota– abrazó la modernidad. Había que crear «un hombre nuevo». La Bauhaus fue su principal semillero. Sin embargo, esta escuela icónica, fundada en 1919, también está ligada al horror que estaba por llegar.

Viernes, 18 de Octubre 2024, 09:14h

Tiempo de lectura: 7 min

En el fondo había ciertos delirios de grandeza en la forma en la que el arquitecto y veterano de guerra Walter Gropius inauguró en Weimar, en 1919, una escuela a la que llamó Bauhaus, 'casa de la construcción'. Su propósito era formar artistas y diseñadores, pero también hacer «un hombre nuevo en un entorno nuevo».

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Moderno y funcional. El arquitecto Walter Gropius fundó la escuela Bauhaus, donde se creaban edificios, muebles y objetos funcionales con materiales nuevos. Estuvo abierta solo 14 años, pero su influencia atravesó íntegramente el siglo XX.

El fin de la Gran Guerra había puesto de manifiesto la vulnerabilidad del ser humano. Un año más tarde, las heridas todavía no estaban cerradas y la sociedad alemana continuaba desgarrada. Artistas, políticos, gurús esotéricos… todo el mundo hablaba del «hombre nuevo», de la «nueva condición humana». En aquel primer año tras el final de la guerra, revistas dedicadas al arte como Deutsche Kunst und Dekoration demandaban un «nuevo estilo de vida franco y genuino» para culminar «la transición intelectual y espiritual que hay que llevar a cabo».

Abrazar una nueva fe

La humanidad esperaba de aquella nueva modernidad redención, como si de una religión se tratase. Muchos historiadores del arte afirman que adquirió la naturaleza de una especie de fe sustitutiva. La lámpara de Wagenfeld, el sillón de acero de Breuer, la tetera de Marianne Brandt… las piezas más conocidas de la Bauhaus son símbolos de un pasado alemán tan espléndido como breve.

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Gurú del monasterio. Johannes Itten dominó la Bauhaus unos años. Llevaba túnica, introdujo el esoterismo y vigilaba los menús. «Quiso hacer de la escuela un monasterio», según otros maestros.

Pero lo cierto es que estos iconos del diseño no cuentan toda la verdad sobre la institución de la que surgieron, sobre una era tan contradictoria y que tantas repercusiones ha tenido en los años y las décadas siguientes.

Las ideas esotéricas fueron dominantes en los primeros años de la Bauhaus

Muchos piensan en la escuela de la Bauhaus como en el lugar de nacimiento de una estética racional; la conciben como una especie de frío laboratorio. Sin embargo, en sus primeros años fue lo contrario. Gropius fusionó dos escuelas de arte que ya existían en Weimar, con la voluntad de que la naciente institución sirviera para dar pie a algo novedoso y al mismo tiempo extremadamente nostálgico: su Bauhaus tenía que ser una reelaboración de los gremios de constructores de la Europa medieval. Gropius quería fortalecer lo artesanal, el sentimiento de oficio.

En su manifiesto fundacional invoca una nueva fe. Y su alumnado no tardó en responder: se lanzó a trabajar con el espíritu del gótico, «un espíritu que puede sacar y sacará a nuestro pueblo del abismo».

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Ocultismo y ciencia. La antroposofía de Rudolf Steiner, sus 'visiones' y sus ideas en la pedagogía, la medicina o la economía penetraron en alumnos y profesores de la Bauhaus. Llegan hasta nuestros días mediante la pedagogía Waldorf, presente en 80 países, en más de 1100 escuelas y 2000 jardines de infancia. En España, existen más 20 escuelas Waldorf.

En esta escuela tan nueva, pero en sus inicios tan orientada al pasado, a los profesores se los llamaba 'maestros'. Uno de ellos era el pintor suizo Johannes Itten, que se convirtió en la figura dominante de los primeros años. Su intención era «hacer de la Bauhaus un monasterio con santos, o al menos con monjes», según otro maestro.

Uno de los principales maestros de la escuela, Johannes Itten, defendía la «raza aria pura»

Itten también quería crear un ser humano nuevo, lo quería aún más si cabe que el propio Gropius, y contaba para ello con una oscura doctrina denominada 'mazdaznan'. Se trataba de una creencia basada en el mazdekismo persa del siglo VI e importada de Estados Unidos, donde la había desarrollado un emigrante llamado Otto Hanisch a finales del XIX. De la mano de Itten se convirtió en la más popular de entre las muchas corrientes esotéricas que circulaban por la escuela. «El esoterismo era un tema habitual de conversación» en la Bauhaus, como contaría tiempo después uno de los maestros.

Túnicas, respiración y verduras

El mazdaznan era una mezcla de diversos mitos antiguos, pero también era una ideología impregnada de racismo. Itten, que se paseaba por la escuela vestido con túnica, sobre todo se encargaba de los alumnos nuevos, pero también intentaba influir en la comida que se servía en la cantina. El pintor creía que la alimentación vegetariana, la respiración consciente, la actividad física y una forma de vida correcta ayudarían a la «raza blanca aria a continuar evolucionando». En sus disertaciones hablaba sobre los «objetivos de la enseñanza aria pura» y del «hombre venidero». También ideó una Casa del Hombre Blanco, con un estilo cubista muy Bauhaus.

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Artistas geniales. Vasili Kandinski, Paul Klee (en la foto) o László Moholy-Nagy estuvieron en la Bauhaus.

Este maestro con aires de gurú autoritario abandonó la escuela en 1923. Tras reunir a un numeroso grupo de seguidores entre el alumnado, intentó convertirse en el líder de la institución, con lo que terminó de desbordar el vaso de la paciencia de Gropius y otros profesores contrarios a las ideas esotéricas en la escuela.

Tras su partida, la Bauhaus se transformó en un laboratorio de la vanguardia, de la funcionalidad. Pero siguió conservando ciertos tintes esotéricos a través de profesores como el pintor Vasili Kandinski. En la escuela nunca se renunció del todo a venerar lo utópico. Esta nueva fe tomó cuerpo en forma de cunas triangulares, alfombras geométricas, tipografías claras y experimentación fotográfica.

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Triángulo, círculo y cuadrado. Primitivas geométricas para conformar el cartel de una  exposicion de la escuela en 1923.

Pero, junto con estos movimientos modernos, en Alemania se desarrollaron movimientos antimodernos. Los años veinte no fueron exclusivamente una década de bohemios de conducta disipada. Términos como 'disciplina' o 'autodisciplina' se hicieron muy populares. Pero también se intuía la presencia de demonios por todas partes.

En Alemania y Suiza dio mucho que hablar el esotérico Rudolf Steiner y su antroposofía, doctrina a la que definía como una ciencia del espíritu. El pintor Johannes Itten se contaba entre los iniciados en la materia. El movimiento de Steiner, austriaco de nacimiento, se basaba en visiones, en las 'enseñanzas' que Steiner extraía del 'éter universal'.

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Diseñadoras. Juego de té creado en 1924 por Marianne Brandt, la primera mujer directora del Taller de Metal de la Bauhaus.

Steiner prometía a sus alumnos espirituales guiarlos fuera del caos. En su opinión, este caos lo regía todo; por eso, todo –desde el Estado y la economía hasta la medicina y la pedagogía– debía ser reformado. Aparte del rechazo a la democracia representativa, también preconizaba el racismo; el concepto de la 'raza raíz' era crucial en su ideología.

No había nada de lo que Steiner no creyera saberlo todo. Incluso redactó un quinto evangelio. En 1919 editó un libro en el que reunía sus enseñanzas. Ese mismo año abrió en Stuttgart la primera escuela Waldorf.

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Laboratorio vanguardista. Marcel Breuer creó en 1925 la silla Wassily, de tubos de acero. Hasta la actualidad no ha dejado de reeditarse ni. de imitarse.

Aunque Steiner murió en 1925, sus hermanos de fe dieron continuidad al movimiento hasta que la Sociedad Antroposófica fue prohibida en Alemania en 1935; esto no impidió que, en sus publicaciones, la asociación celebrara a Hitler incluso después de esa fecha; de él decía que defendía «el honor y los derechos vitales del pueblo alemán». Esta corriente ideológica volvió a consolidarse tras la Segunda Guerra Mundial.

En el año 1919 no solo se inició la bohemia. También triunfaron movimientos antimodernos

A partir de 1919, figuras como Itten, Steiner y otros profetas del hombre nuevo insistieron en la necesidad de cambio y transformación, animaron a sus alumnos a trabajar en su propio yo. Sin embargo, ninguno de ellos quería a su alrededor personalidades fuertes, sino jóvenes maleables. En última instancia, lo importante no eran los hombres buenos, sino los acólitos buenos. Y la cultura, en la que Gropius y otros confiaban como medio para fortalecer y mejorar a las personas, fue incapaz de proteger al país de lo que estaba por venir.

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Esoterismo. Durante años se siguió en la Bauhaus el mazdaznan, una corriente esotérica impregnada de racismo.

El nacionalsocialismo también tuvo sus orígenes en 1919, cuando se fundó el Partido Obrero Alemán (DAP). Sus líderes pronunciaban en las cervecerías de Múnich discursos sobre cómo vencer al capitalismo. Ese mismo otoño hizo su aparición un treintañero llamado Adolf Hitler, que se ganaba la vida trabajando como informante del Ejército, pero que aún confiaba en poder desarrollar una carrera como artista. En 1920 rebautizó al DAP como Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP).

Arte y dictadura

Hitler, que diseñaba en persona las banderas y estandartes del partido, también frecuentaba el barrio de Múnich donde se daban cita los artistas. Según cuenta la historiadora del arte Birgit Schwarz en un libro publicado hace unos años y fundamental para comprender el culto a Hitler, el creador del nazismo no solo no dejó nunca de considerarse un genio, sino que desarrolló el mito del Führer, el caudillo providencial, a partir de su conciencia de artista. No tardaría mucho en defender la necesidad de un «dictador que sea un genio».

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Afinidades con Hitler. Los partidarios de la filosofía de Rudolf Steiner creían que Hitler defendía «los derechos vitales del pueblo alemán».

La Bauhaus no tardó en granjearse la hostilidad de una derecha que en Weimar cobró fuerza antes que en otros lugares de Alemania. En 1925, la escuela se trasladó a Dessau. La última parada fue Berlín. Luego, en 1933, llegó el cierre. Se había vuelto demasiado revolucionaria, demasiado progresista. Ya no era el ser humano el que tenía que transformarse. Ya no había que crear al hombre nuevo, sino que a lo que se aspiraba era a crear a los hombres nuevos. Había aflorado el totalitarismo; no se trataba del individuo, sino de la masa. Los nazis pensaban en plural.


Der Spiegel