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Niños que recuerdan otras vidas

Hablan de recuerdos que no son suyos y describen escenas que no han podido experimentar. Y todo ello les angustia. ¿Exceso de imaginación infantil? ¿Terrores nocturnos?... ¿o el recuerdo de una vida pasada? Investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia han documentado más de dos mil casos en todo el mundo que son 'sólidos' en su relato. Cómo se produce este fenómeno sigue siendo un misterio... Nos adentramos en él.

Viernes, 07 de Junio 2024

Tiempo de lectura: 7 min

Suele empezar con una pesadilla y un niño que se despierta llorando… Sucedió en Oklahoma (Estados Unidos). Lo que más le gustaba a Ryan Hammons, de 4 años, era dirigir películas imaginarias. Gritos de «¡acción!» a menudo se oían en su cuarto. Un juego divertido que dejó de serlo una madrugada de 2008, cuando se despertó chillando. Contó que estaba soñando que vivía en Hollywood, en una casa con piscina. Era un adulto y tenía tres hijos. Y el corazón se le paraba. «Mamá –le dijo a su madre–, creo que yo antes era otra persona».

Episodios de terror nocturno, diagnosticó el pediatra. Los superará. Pero se repetían cada noche. Cindy, su progenitora, empezó a investigar en Internet sobre la reencarnación, «también saqué libros de la biblioteca sobre historia del cine y los hojeábamos juntos…». Un día, Ryan se detuvo en una foto en blanco y negro de una película de los años treinta. «Ese es George –dijo–, rodamos juntos una vez». Su dedo se dirigió luego hacia otro hombre. «¡Ese soy yo! ¡Me encontré!», gritó. El libro no identificaba a los actores de la foto, pero resultaron ser George Raft (una estrella olvidada) y Martin Martyn, un extra que ni siquiera aparecía en los créditos.

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Debate abierto. Siete de cada diez niños dicen haber muerto de manera violenta o inesperada en su vida anterior. Al margen de la seriedad experimental de esta investigación, la comunidad científica en general permanece escéptica. No tiene sentido —alegan— aplicar el método científico a algo que no puedes probar ni refutar.

La historia de Ryan es una más entre los 2500 casos recopilados desde 1966 por la División de Estudios de la Percepción, adscrita a la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia. Primero por Ian Stevenson, director del Departamento de Psiquiatría y Ciencias Neuroconductuales; y, tras su fallecimiento, por el doctor Jim Tucker, su ayudante. Ambos han recorrido el mundo documentando casos de supuestas reencarnaciones.

¿Esas vidas existieron realmente?

En los casos más prometedores, unos 150 en los últimos veinte años, Tucker asume una labor detectivesca, comprobando si las descripciones de los niños que recuerdan otras vidas se corresponden con personas que existieron. Tucker localizó en Beverly Hills a una hija de Martyn (que, efectivamente, tuvo tres hijos). El psiquiatra le mostró a Ryan cuatro fotos de mujeres (tres no tenían relación con el asunto). «¿Alguna de estas personas significa algo para ti?», le preguntó al niño. Señaló una: era la mujer de Martyn. Durante un par de años, Ryan siguió recordando cosas sobre su presunta vida anterior: algunos pasos de baile (Martyn fue bailarín), su barrio favorito de París… Luego los flash backs se fueron espaciando hasta desaparecer.

Los recuerdos suelen comenzar cuando los niños son muy pequeños y se acaban en torno a los 6 años, con una nueva etapa de maduración del cerebro

El investigador ha trazado un perfil de estos niños, que son capaces de describir con detalle a personas que no han conocido y lugares a los que nunca han ido. «Sus recuerdos suelen comenzar cuando son muy pequeños, desde los 2 años, y disminuyen y se acaban en torno a los 6, coincidiendo con una nueva etapa en la maduración del cerebro infantil», explica. Tienen cocientes intelectuales altos y no padecen trastornos emocionales ni mentales, ni situaciones familiares tensas. El 15 por ciento son estadounidenses, pero se dan en todo el mundo, sobre todo en culturas que creen en la reencarnación, como las comunidades indígenas de América y los países asiáticos.

Tucker se esfuerza por filtrar los casos menos consistentes. Por ejemplo, niños con una imaginación desbordante o que provienen de una familia traumatizada por la pérdida de un ser querido… y que pueden fantasear para complacer a sus padres. «Pero lo más habitual es justo lo contrario. Los padres se angustian. No quieren hablar del tema», comenta.

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Preguntas sin respuesta. Estos niños son capaces de describir con detalle a personas que no han conocido y lugares a los que nunca han ido, y un 20 por ciento de ellos tiene marcas de nacimiento o cicatrices que coinciden con lesiones de la persona cuya vida dicen recordar.

Siete de cada diez niños dicen haber muerto de manera violenta o inesperada en su vida anterior. Es el caso de Jimmy Leininger, que a los 2 años se despertaba gritando: «¡Avión en llamas! ¡El hombrecito no puede salir!». Sus recuerdos giraban en torno a un piloto de la Segunda Guerra Mundial muerto en acto de servicio. El padre de Jimmy rastreó la historia hasta dar con un tal James Huston, derribado cuando despegaba de un portaaviones en Iwo Jima. ¿Pero cómo saber que estos niños no están repitiendo cosas que han oído o usando su imaginación? «En el caso de Jimmy, parece improbable que un niño tan pequeño obtenga información sobre un desconocido. Su padre siguió la pista cuatro años hasta dar con el piloto. Para entonces, los sueños de su hijo ya se habían desvanecido», cuenta Tucker.

La comunidad científica, en general, es escéptica. No tiene sentido aplicar el método científico a algo que no puedes probar ni refutar. Michael Levin, de la Universidad de Tufts, lo resume así: «Cuando pescas con una red con un cierto tamaño de agujeros, nunca atraparás ningún pez más pequeño; es decir, lo que encuentres estará determinado por la manera en que lo buscas. Y nuestras herramientas actuales no tienen forma de sacar algo en claro de los datos recabados».

Respuestas más allá de la física

El propio Tucker reconoce que militó entre los incrédulos hasta que las evidencias se fueron acumulando. «Si el mundo físico es todo lo que hay, no tengo explicación. Si la conciencia de cada individuo es generada por el cerebro, es obvio que no puede sobrevivir a la muerte. Pero hay razones para pensar que la conciencia pueda ser una entidad separada de la realidad física», especula. Tucker se hace eco de un debate que se remonta a Max Planck, el padre de la física cuántica. «Planck consideraba que la materia se deriva de la conciencia. Por tanto, no depende de un recipiente físico (un cerebro) para sobrevivir a la muerte».

Algunas estadísticas son espeluznantes. Un 20 por ciento de los niños estudiados tiene marcas de nacimiento o cicatrices que coinciden con lesiones de la persona cuya vida recuerdan. El más famoso es el de un niño con una mancha redonda en la nuca y otra en la frente, que coinciden con los orificios de entrada y salida de una bala. La persona cuya vida recordaba fue asesinada de un disparo en la cabeza.


LA CIENCIA DE LA REENCARNACIÓN

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Aunque no hay ningún método científico que pueda aplicarse a este tipo de testimonios sobre vidas pasadas, algunos estudiosos se amparan en la mecánica cuántica para sostener su viabilidad. Max Planck, el padre de esta rama de la física, defendía hace un siglo que la conciencia podría no depender del cerebro y, por lo tanto, no moriría con él.

  • La observación condiciona el comportamiento.

    Si la conciencia (o, al menos, los recuerdos) de una persona pueden transferirse a otra es un misterio, pero la física cuántica tiene una posible explicación. En el nivel más básico de la materia, las partículas (electrones, protones…) se comportan de una manera o de otra dependiendo de si alguien las observa o no.

  • Partículas que 'saben' que son vigiladas

    El experimento más famoso es el de la doble rendija. Si se hace pasar un rayo de luz y nadie lo mira, se comporta como una partícula y atraviesa solo una de las hendiduras. Pero si hay testigos, viajará como una onda y pasará por las dos, como si las partículas supieran que están siendo vigiladas.

  • La conciencia inventa el mundo

    Max Planck creía que este descubrimiento demuestra que el mundo físico es afectado por la conciencia del observador, y que incluso podría derivar de esta y no al revés. Es una interpretación muy controvertida que, un siglo más tarde, sigue siendo debatida.

  • Recuerdos que se heredan

    Si esto fuera cierto, entonces la conciencia no necesitaría un cerebro para existir y, por lo tanto, no hay razón para pensar que se extingue cuando alguien muere. Esto abre la posibilidad de que memoria y conciencia puedan continuar fuera del cerebro. Y que incluso puedan transferirse entre individuos.

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