
TEODORO LEÓN GROSS
Miércoles, 23 de octubre 2013, 14:32
El Parador de Golf -primer campo de la Costa, alentado en 1925 por la casa real cuando Málaga era ya una 'estación de invierno' para ingleses en el Mediterráneo- es el lugar donde propone pasear el Dr. Gómez Angulo, un cirujano cardiovascular con manos de primera, o el ex senador Gómez Angulo, un político singular, o el bon vivant Gómez Angulo con su cohiba en la mano y sus corbatas de escaparate de Fith Ave, o el deportista Gómez Angulo. Este viejo links, sede del Real Club de Campo rehabilitado por el Marqués de Nájera en los cincuenta, era la referencia para su generación -«llegábamos en diez minutos al salir del hospital, ese privilegio de Málaga»- y evoca la gran escuela, Pepe Gancedo, el prodigio roto de Salvador Balbuena, Miguel Ángel Jiménez... «Este ha sido el corazón de la Costa del Golf», una metáfora quizá inevitable para un cirujano cardiovascular. Angulo tiene fama de ser 'el rey del off the record'; un agitador de noticias muy amigo de periodistas. No es raro verle tomar un pescaíto con Carlos Herrera, Pepe Oneto, Ignacio Camacho y tantos. Su paso por la política fue corto pero con huella.
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-A la política hay que ir pocos años, hacer lo que crees que puedes hacer, o no, y volver a la realidad.
A Carlos Haya llegó en 1979, aunque llegaba por segunda vez como el aviador de Julian Barnes al amanecer de Inglaterra, porque entre 1960 y 1969 había estudiado interno en El Palo. «Aquella educación de los jesuitas te sirve toda la vida.». Los amigos de esos años son para siempre, como decía Gordie Lachance en 'Stand by Me', y muchos repetirían en el Loyola, el colegio mayor de los jesuitas en Granada. «Me considero andaluz, y sobre todo oriental, que es otra forma de ser andaluz, tras vivir en Almería, Málaga, Granada.». Tenía ADN médico de cuarta generación y tras el MIR casi de estreno, se casa y se va a Bellvitge, el hospital pionero en la especialidad, entonces Príncipe de España. Era la Transición y en un entorno dominado por la izquierda, se hace de UCD, «Centristas de Cataluña, la marca inteligentemente creada allí por Suárez», donde coincide con Punset, Molins, Trías de Bes... Pasó un año en EEUU y vino a Málaga.
-Uno es de donde se hace.
Transmite carácter de deportista. Fue capitán del gran equipo escolar de balonmano del mítico Hermano Beltrán; tenista entrenado un año por Masip que ascendió en el 'ranking' y fue campeón nacional universitario, y golfista hasta handicap 5.5. En 1989 sintió agotado su paso por la medicina pública -«ahí se forma uno, devuelve lo aprendido y luego hay que salir»- y se lanzó a competir a la privada. También ese espíritu le ha marcado en política, donde supo ganar y perder respetando al adversario, toda una rareza de fair play. Con los democristianos se va al PDP, en la lista europea de Rupérez, Alzaga y Wert; después pasan a CP, en los años en que aquí arrasaba el PSOE 62-26. «Era un gran partido, con dirigentes magníficos, Sanjuán, Linde, Asenjo, Ballesteros. y Pedro Aparicio, un gran alcalde». En 1990 lo nombran portavoz de Salud en el Parlamento, donde se entiende con Griñán y Arboleya, cosa que irritaba a los del 'dales caña'. Forma parte del centrismo andaluz -Pimentel, Amalia, Santaella, Ojeda, Atencia- que en el 94 rozan el triunfo pero la pinza y la marcha de Arenas a Madrid acaba con «aquel equipo preparado que inspiró ilusión». Fue un momento emocionante, y se acabó.
Discrepa de la desconfianza hacia los políticos jóvenes. «No sólo tienen derecho; es beneficiosa la combinación de jóvenes con veteranos». El problema no es la edad sino la mediocridad de quienes se meten en política con planes a largo plazo. «En política no se debe estar para siempre; establecer limitaciones es sano». Sin eso, las organizaciones se convierten en escuelas de supervivencia. «El servilismo es casi la única manera de llegar lejos en los partidos». Él presume de haberse rebelado a decir aquello en lo que no creyese; e hizo muchos amigos en los medios desde Málaga a Madrid vía Sevilla . «Nunca creí en la desconfianza hacia los periodistas». Le gusta saber lo que pasa -adelantó, de hecho, el adiós de Griñán- y a quién contarlas. «No me interesan las versiones oficiales».
Sus amigos lo retratan con un teléfono siempre en la mano -eso ha hecho que aparezca en sumarios como Malaya, Astapa, o Poniente, no por nada ilegal, sino porque habla a diario con la pomada de Andalucía-y no en vano. «Hay demasiado control de los partidos sobre la información política; y sin periodismo no hay democracia, eso corrompe».
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