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La plaza de Félix Sáenz, enclave comercial de la época
LA DESCONOCIDA MÁLAGA DE LOS AÑOS 60

La plaza de Félix Sáenz, enclave comercial de la época

Las 'cañás' de pavos en la citada plaza fueron habituales entre las décadas de los 40 y 60 en Navidad. Era un punto de gran importancia para la vida de la ciudad, con históricos comercios.

POR RAFAEL SOTO SALIDO

Martes, 30 de julio 2013, 12:51

Típica y puntual acudía a la plaza de Félix Sáenz, de cara a las fiestas navideñas, la que fue por aquellos años como una popular 'Feria de los Pavos': Un zoco pavero con mucha conversación en el que las arrogantes aves, que no conocían su final cercano, hacían gala de sus garbosos andares en plena calle, tradición que se inició en los año 40 y que se mantuvo hasta mediados los años 60, 'cohabitando' pavos y árboles de Navidad en aquella zona del centro de Málaga.

Se llama una 'cañá' la cantidad de pavos que un hombre puede gobernar él solo. Pavos para la mesa familiar en la Pascua que concentraba a muchos fieles compradores de todas las clases, que -algunos tal vez con esfuerzo- se permitían el lujo de una familiar cena navideña presidida por un pavo.

Estos pavos se los llevaban para la Costa y los pueblos, y hasta para Melilla y otros embarcados en nuestro puerto (vecinos de Melilla, al par que traían el tabaquillo y tal..., se llevaban su pavo, sus espárragos y otras cosillas).

Según cuenta Rafael Ruz, testigo especial desde su 'Panificadora La Milagrosa' en la plaza referida, alguna vez las pavas de aquellas concentraciones se echaban y ponían sus huevos gigantes en plena calle; entonces los chiquillos se abalanzaban a cogerlos y llevárselos a sus madres que se los frieran. No eran ya los 60 años 'del hambre' propiamente dicha, pero faltaba mucho más que sobraba en casi todas las casas.

La Plaza de Félix Sáez, a dos pasos del Mercado Central, ofrecía, además, otras historias. Por ejemplo, la del conocido perro 'Pachá' de Francisco Olmo Morales -comerciante, cuñado de los López Hermanos-, un corpulento perro con el que don Francisco hablaba y lo tenía todo el santo día posado en el techo de su coche y los turistas haciéndole fotos (tan bueno era que cada mañana lo llevaba con él a misa a San Juan y el cura, don Amalio Horrillo lo dejaba estar allí echadito. Cuando falleció su amo, 'Pachá' enfermó y también se murió, muy poco después.

El grandioso y singular edificio de Félix Sáez bautizó con su nombre a la Plaza en cuestión, epicentro comercial de la Málaga de los 60. Es uno de los artísticos y meritorios edificios creados por el constructor Antonio Baena (quien fue presidente fundador de la Agrupación de Cofradías) existiendo también a dos pasos el edificio ovalado obra del arquitecto Guerrero Strachan, creador también del Ayuntamiento.

Y muchos y florecientes establecimientos: Café Casa Aranda, Confitería Anglada, la histórica Botica de don Bonifacio, 'La Mallorquina' (gloria bendita en exquisiteces de quesos, jamones., ricas especialidades semejantes a las de Los Alpes, Casa Cano, La Española, .), aún hoy en plena efervescencia... 'La Mallorquina' la creó José Palma, y que al él fallecer lo llevó su esposa Loli y su hijo Pepe.

Rafael Ruz, de Panificadora La Milagrosa, fue siempre testigo y actor de la Plaza: por ejemplo, el doctor Antonio Gutiérrez Mata -director del Hospital Civil y alcalde que fue de Málaga- que tenía en ella su consulta, le dejaba las llaves de su coche cada quincena para cambiárselo en el aparcamiento de madrugada -él abría a las seis y media-: quince días a la derecha, quince a la izquierda. Ruz estaba encaprichado en comprar la vecina panadería de doña Eduarda, el rico pan que llevaba 'Cosmópolis' para los increíbles bocadillos de jamón que desayunaban los oficinistas y dependientes del centro en pleno corazón de calle Larios.

En la citada la plaza estaba también el despacho del doctor Pedro Ruiz Montosa, gerente del grupo familiar Franquelo, propietario de la Cerveza Victoria, malagueña y exquisita, la que más se bebía entonces en la Málaga de los 60, con el orondo calvo secándose el sudor en una de las imágenes publicitarias más importantes que haya habido jamás, pero que quedó en eso, en un recuerdo. Si esa imagen se le hubiese ocurrido a un 'gurú' de la publicidad estadounidense, hoy sería icono en el mundo entero.

Los guardeses de la cañá de pavos habían de andar muy listos porque los más nerviosillos se aventuraban a deslizarse revoloteando hacia las calles Alarcón Luján o San Juan, en unas incursiones que unas veces divertían a los presentes y otras les sobresaltaban. Cerca, los policías locales, entonces con casco, vigilaban que nadie se pasara en tiempos en los que pasarse se penaba y de qué forma. Más de uno salió corriendo con un pavo debajo del brazo...

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