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ARANTZA FURUNDARENA
Domingo, 15 de enero 2012, 02:40
Durante más de 18 años fue la 'esposa no reconocida' del que fuera presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, y ella se siente «moralmente, su viuda». Luisa Sallent, a sus 77 recién cumplidos, se ha puesto en paz con sus recuerdos escribiendo 'Vidas y Apariencias', el relato de una existencia, la suya, tremendamente azarosa.
-¿Su padre delató a su propio suegro en la Guerra Civil?
-Sí, pero hay que ponerse en la situación. Los iban a matar a los dos. Mi abuelo era considerado de derechas y mi padre se pasó de bando y lo delató. Hay que madurar mucho para asimilar eso. Mi abuela lo hizo. Lo que ya no entiendo es que mi padre nos olvidara a mi madre y a mí.
-Y tuvo que trabajar de carnicera.
-Lo fui de los 14 a los 17 años, entonces me daba vergüenza, me parecía un desdoro. A Juan Antonio nunca se lo dije.
-De la carnicería saltó a la pasarela. Lógico, midiendo 1,76.
-Ahora estoy a la moda. Pero entonces me decían que era más larga que un día sin pan y que tenía cuello de jirafa.
-Y acabó enamorándose de un hombre casado.
-Pero después de unos años anuló su matrimonio, tuvimos dos hijos y nos casamos.
-Todos los hombres de los que se enamoró eran casados y con una doble vida. ¿Falta de autoestima por su parte?
-Seguro. Mi madre me inculcó que una pastora es para un rey solo si se hace merecedora de ello. Esto me ha lastrado. En el fondo siempre me consideré la pastora.
-Es increíble cómo se reencontró con su padre.
-Había desaparecido de mi vida, hasta que un día... Un señor que viene de América, que se ha hecho un hotel, que se compra un coche... Y resulta que ese coche es el que vende mi marido y el que lo compra es mi padre. Juan Antonio siempre me decía que mi vida era muy novelesca.
-Cierto. Y ese rechazo visceral de su padre hacia usted...
-Pensó que le iba a pedir dinero. El dinero ha marcado mi vida. Juan Antonio no sé si llegó a dar importancia a mi empeño de no pedirle nunca nada. Yo le quería a él.
El poder lo era todo
-Juan Antonio Samaranch parecía un hombre más práctico que romántico.
-Él no vivía con los sentimientos, sino con la cabeza. Para él el poder lo era todo. Pero yo notaba que me quería. Sin ser él consciente incluso.
-A la clase alta española de los 60 la llama 'alta suciedad'.
-Yo he vivido con el corazón, pero mucha gente vive de apariencias. Y entonces la doble moral era aceptada en la clase alta. Juan Antonio vivía en Suiza y su mujer, en Barcelona.
-Su descripción de los malos tratos en su matrimonio con el padre de sus hijos es escalofriante. ¿Cómo pudo aguantarlo?
-Porque no tenía madre, ni hermanos, ni dinero. ¿A dónde iba a ir? Mi cuñada me dijo que la ropa sucia se lava en casa.
-¿Cuántos años clandestinos vivió luego con Samaranch?
-Unos doce. Y fueron los más felices, porque él cuando llegaba a casa no era el hombre poderoso, era el hombre. Su vida pública la tenía con su esposa. Y yo compartía su vida, yo fui su mujer de verdad. Luego, al quedarse viudo ya fue la época de la enfermedad. Él quería casarse, pero yo no me atreví. Tenía la casa como si su mujer fuese a volver, con toda su ropa en los armarios. Los hijos la mantuvieron así.
-¿La trataron ellos como si fuera 'la otra'?
-No. Pero al morir él, el hijo me llamó a su despacho y me dijo que si Juan Antonio no se había casado conmigo era porque él había sido su principal y acérrimo opositor.
-¿Qué le dejó como herencia?
-El hijo no cumplió al pie de la letra su última voluntad hacia mí, pero él me había dejado algo para que yo pudiera vivir en mi nivel. Y me parece más que suficiente.
-¿Estuvo a su lado cuando se le acusó de un pasado franquista?
-Sí, y le dolió mucho. Solía decir: «Ahora parece que el único franquista que había en España en aquella época era yo».
-¿Se siente liberada tras haber escrito el libro?
-Siento como si me hubiera desnudado. Y también que ahora para la gente ya no soy la pareja de Juan Antonio, ni la madre de mis hijos, ni la escultora... Soy yo. Ahora sé que las pastoras también pueden ser princesas.
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