Un río que huele a alcantarilla
Vecinos y comerciantes denuncian el hedor del agua estancada en la zona sur del GuadalmedinaEl mal olor fue especialmente notorio en la jornada de ayer, en la que el nivel del cauce bajó y dejó basuras al descubierto
JESÚS HINOJOSA jhinojosa@diariosur.es
Miércoles, 12 de enero 2011, 08:35
Era difícil caminar ayer por la calle pasillo del Matadero sin aguantar la respiración para no tener que aspirar el insoportable olor que desprendía el cauce del Guadalmedina. Posiblemente fue uno de los días en que el agua estancada en este tramo final del río, entre el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) y su desembocadura, emanó un mayor hedor, algo que no pasó desapercibido para comerciantes y vecinos de la zona, que mostraron a este periódico sus quejas por un perjuicio que vienen soportando desde hace años, ya sea verano o invierno.
«Es que no se puede salir a la calle, huele a alcantarilla», afirmó José Luque, que trabaja en la recepción del Instituto Social de la Marina, enclavado junto al puente del Carmen. «Aquí dentro es insoportable, tenemos que cerrar puertas y ventanas porque el olor se mete por todos lados», añadió Miguel Sarabia, otro de los empleados de este organismo.
Un poco más arriba se encuentra un centro médico de Adeslas que ha tenido que instalar un sistema especial de ambientadores en sus oficinas para que sus pacientes no tuvieran que soportar el fétido ambiente provocado por el Guadalmedina. «Tenemos un mecanismo que salta cada cierto tiempo para perfumar nuestras instalaciones, porque el olor del río se nos mete hasta por las tuberías. Sobre todo cuando hace viento y cuando llueve», expuso Natalia Pérez, una de las trabajadoras.
«Es constante durante todo el año, un día no y tres días sí», apuntó Emilio Núñez de Castro, de la asesoría Muñoz-Zurita. Emilio recordó que hace años se hizo una recogida de firmas entre vecinos y comerciantes de la zona para reclamar al Ayuntamiento una solución.
Sistema de bombeo
A raíz de aquella iniciativa popular, Emasa instaló en 2003 un sistema de bombeo con el objetivo de evitar que las aguas se estanquen en este tramo del río. Este mecanismo consiste en impulsar el agua desde la zona sur de la desembocadura hacia unos aliviaderos situados a la altura del CAC, de tal forma que se crea un movimiento sur-norte y norte-sur que evita que el agua se pare.
Sin embargo, de los citados aliviaderos ayer no salía agua alguna y el cauce del río presentaba un aspecto verdoso. Además, había bajado de nivel, dejando al descubierto todo tipo de basuras y desperdicios asentados en el fondo, como carritos de supermercado oxidados y muebles.
María de la Villa Aranda, otra vecina de la zona, reclamó una solución urgente para evitar «un olor que no se puede aguantar». «Parece que lo que pusieron ha dejado de funcionar, y es que no se puede parar en la calle ni en la casa», relató.
Otros perjudicados por esta situación son los profesores y alumnos del colegio García Lorca, cuyas aulas y patio de recreo se encuentran junto al río y su hedor. «La verdad es que se nota bastante. Los niños se quejan, sobre todo en la época de calor por la presencia de moscas», expuso Santiago Ortiz, uno de los maestros de educación física del centro.
El Guadalmedina vuelve a hacerse notar y no precisamente por los proyectos para mejorarlo e integrarlo en la ciudad. Ni la Junta de Andalucía ha dado a conocer el informe técnico que prometió para finales de 2010 y que sentará las bases para debatir las posibles soluciones urbanísticas para el río, ni el alcalde ha acometido el plan de choque que anunció a raíz de la situación de abandono y basuras que dio a conocer este periódico el pasado 5 de diciembre.
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