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F. APAOLAZA
Domingo, 27 de junio 2010, 14:42
¿Qué demonios es ese ruido? Algunos pensaron que aquel zumbido era el sonido del infierno, hasta que le pusieron un nombre: vuvuzela, la trompeta demoníaca que adoran los sudafricanos, pero que el resto del mundo aborrece. Molesta a los jugadores, que no pueden comunicarse entre ellos, un cornetazo en la oreja puede dejarte tan sordo como una tapia y fastidia a los millones de terrícolas que ven los partidos del Mundial por la televisión. Las cadenas han tenido que aguzar el ingenio para que el rugido no dé al traste con las retransmisiones.
En Sogecable se han puesto las pilas para que el ulular de las trompetas no termine por añadir los tapones para los oídos al equipamiento básico de pizza y cerveza frente al televisor. ¿Cómo lo hacen? La explicación tiene su meollo científico y suena a chino. Cuestión de física, filtros y contrafases. Las vuvuzelas suenan en torno a una frecuencia de 233 hercios de frecuencia (la voz humana se transmite entre los 40 Hz y los 1.500 Hz). No se trata de un sonido puro, así que los técnicos han resuelto filtrar la frecuencia principal (233 Hz) y otras correspondientes a sus tres armónicos (466 Hz, 932 Hz y 1.864 Hz). Con esta operación, imposible de entender para el común de los mortales, se elimina parte del ruido trompetero. Los técnicos también utilizan contrafases, basados en un principio sencillo: un sonido puede anularse a sí mismo si está en otra fase, es decir, en una onda opuesta. Es la misma tecnología que se emplea en los cascos para escuchar música sin ruidos molestos. Así, el estruendo de las vuvuzelas que se cuela por los micrófonos de los comentaristas se cancela o se atenúa. Milagro.
En Telecinco, disminuyen al máximo el volumen de la señal de sonido ambiente que la FIFA distribuye a todas las televisiones propietarias de los derechos del Mundial. Además, J.J. Santos y sus chicos han tenido que desempolvar los mismos microcascos que se usaron en la cadena durante los cinco años de retransmisiones de la Fórmula 1: están preparados para reducir sustancialmente el sonido ambiente. Otros toman medidas más drásticas, como la cadena portuguesa, que da la opción de quitar el audio del estadio.
En los foros de internet se prodigan trucos caseros para que al telespectador no le estalle la cabeza, como manipular el ecualizador de la televisión, los que puedan, o del reproductor de vídeo digital.
Empresarios avezados
Hay ruido para rato. Las vuvuzelas no se quedarán como una anécdota del Mundial de Sudáfrica. El empresario francés Alex Brault ha tenido los reflejos suficientes: ha lanzado una rapidísima campaña comercial para importar el invento. Las primeras mil trompetas que se venden en www.vuvu-zela.es (la web que abrió el pasado domingo) llegaron por medio de otro empresario francés, que por cierto espera meter en las casas de la Galia 100.000 instrumentos. El primer pedido español ya se ha agotado a 9,90 euros la unidad, 6 si se compran en masa. «Les da igual el precio. Mucha gente la quiere ya, como sea, para que su vecino se entere de que él anima a España», explica el comerciante.
Calma, llegarán más. Otras 10.000 trompetas están en camino desde China (allí cuestan 35 céntimos), esta vez por vía aérea, pues los barcos son demasiado lentos para una oportunidad de oro como ésta. ¿Conseguirán tantos clientes? De momento, no les faltan novios. Los primeros en pedirlas, los miembros de un sindicato catalán que se mantienen en el anonimato, pero que prometen una manifestación mundial con sorpresa sonora. Y, sin lugar a dudas, las veremos en los Sanfermines y en las mil fiestas que recorren en verano nuestra piel de toro.
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