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Alfonso Reyes: 'bajito' llamado a ser grande

Alfonso Reyes: 'bajito' llamado a ser grande

Verano desde la grada ·

El idilio del jugador con Málaga nunca ha tocado a su fin; acude siempre que puede a la provincia, donde formó parte de un Unicaja que hizo historia con un subcampeonato de Liga

MARINA RIVAS

Martes, 13 de agosto 2019, 00:17

Los Reyes Cabanás no son una familia al uso. El padre, jiennense, era militar; la madre, sevillana, profesora de EGB. Trasladaron jóvenes su vida conjunta a la capital, pero quisieron que sus hijos llevasen un pedazo de su historia, yendo a nacer al lugar en el que se conocieron, Córdoba. De ahí que la ciudad andaluza se refleje en sus carnés de identidad pese a que luego hicieran vida en la capital. Bajo ese techo se criaron cuatro hermanos, todos varones y dos de ellos, lograron hacer historia. El exjugador del Unicaja Alfonso Reyes no es sólo, como muchos dicen, el hermano de Felipe, también fue el que abrió las puertas al baloncesto en casa y el que alimentó la pasión de su hermano, que en sus inicios soñaba con seguir sus pasos.

Alfonso es el mayor de los cuatro, pero no en estatura. 'Sólo' mide 2,02, cómo recalcaban las crónicas de su época como jugador, que le pintaban como un hombre bajito para su demarcación de pívot y, a día de hoy, realmente lo seguiría siendo. Pero desde luego, con su físico, no es alguien que suela pasar desapercibido. Además, su estatura le fue más que suficiente para escaquearse de la 'mili'. «De hecho, de los cuatro hermanos sólo la hizo uno (Rafa) y voluntariamente; a los 17 años se fue con mi padre al acuartelamiento en el Servicio Geográfico», apunta Reyes. Aunque pronto descubrió que aquel mundo no le llamaría la atención; ahora es arquitecto y jefe de bomberos. El tercer hermano, Miguel, es ingeniero industrial. El cupo de talento deportivo ya estaba lo suficientemente cubierto en casa y decidieron priorizar los estudios.

Esta realmente es una indicación que siempre se ha seguido a rajatabla en su casa. «Se nos daba libertad para hacer lo que quisiéramos, pero nuestros padres sí que nos inculcaban que había que hacer deporte como complemento a los estudios, que estos eran lo más importante», recuerda. Él mismo, además de llevar adelante su carrera deportiva, cursó y terminó una carrera tan exigente como la de Ingeniería de Caminos, Canales y Puentes. En lo que respecta a su idilio con el baloncesto, comenzó en el Ramiro de Maeztu, por lo que se crió en la cantera del Estudiantes aunque no brillase demasiado en aquella etapa. El momento en el que empezó a abrir las alas coincidió con la primera gran etapa de esplendor del Unicaja y, por ello, al menos en Málaga, él siempre gozará de un reconocimiento especial. «Aunque el bueno de los dos hermanos todos sabemos ya quién es», bromea 'por lo bajini'.

«Me hubiera gustado seguir en el Unicaja antes de irme a París», confiesa

Eso sí, aquel año, con Reyes abriéndose paso entre los mejores interiores nacionales, el cuadro de Imbroda fue subcampeón de la ACB. «Fue una etapa muy bonita, especial para mi porque ayudamos a crear un poco todo lo que hay ahora», afirma. «Me hubiera gustado seguir en el Unicaja antes de irme a París, pero en aquel momento hubo cambios y no llegamos a un acuerdo», añade. Así, en 1997 partió al Racing parisino, aunque un año más tarde regresó a España, al Estudiantes. Justo en aquel año (1998), mientras él se asentaba en la titularidad del equipo y se consagraba en la élite, el pequeño de los cuatro, Felipe, disputaba sus primeros minutos en la ACB y compartiendo camiseta con su hermano.

El júnior de oro hacía historia con las categorías inferiores de la selección y expívot cajista, al mismo tiempo, participaba en una racha de tres medallas continentales junto al combinado absoluto: plata en el Eurobasket de Francia 1999, bronce en Turquía 2001 y plata en Suecia 2004, además de ser olímpico en Sidney 2000. Tras la etapa en el cuadro colegial, llegó el Real Madrid y el Breogán (hasta 2007) y, como todo, el baloncesto para él acabó. Al menos en el primer plano.

Cambio de rumbo

Entonces, Alfonso decidió dedicarse a aquello para lo que había estudiado y trabajó durante siete años en una empresa constructura. Sin embargo, el baloncesto volvió a tocar a su puerta. «Me gustaba mi trabajo, pero surgió la posibilidad de entrar en la ABP (Asociación de Baloncestistas Profesionales) y allá fui, a la aventura. Ahora llevo ya cinco años», explica. Y cinco años al mando tras ser elegido dos veces consecutivas para ocupar el puesto de presidente, hasta la fecha. «Estoy bastante satisfecho de lo que he hecho hasta ahora. Creo que se han mejorado las condiciones de los jugadores, que es a lo que había venido y seguiré aquí hasta que siga mi deseo y, lo más importante, hasta que los jugadores lo decidan».

«Estaba contento en mi trabajo, pero surgió lo de entrar en la ABP y fui a la aventura»

Ahora, cuando el pívot va a una cancha no lo hace en chándal, si no en camisa o polo (no le gusta abusar del traje y corbata). Este mismo fin de semana estuvo en el Martín Carpena junto a su hijo mayor (también Alfonso), de 15 años y que ha heredado la pasión por el baloncesto; la pequeña, de 9 años, prefiere las piscinas. Estos estuvieron saludando a la selección y viendo los partidos como espectadores. Le vino bien que el torneo fuese en Málaga, porque viene cada mes de agosto a la provincia para disfrutar con su familia en su casa de La Cala del Moral. Y es que su apego por la ciudad sigue vivo. «Aquí estoy como en casa, vengo siempre que puedo». Esta y un viaje a Cuba junto a diecisiete miembros de su familia, han sido sus escapadas del verano, antes de volver a los despachos para la planificación del año con la ABP. Un cordobés de nacimiento pero con Málaga en el corazón, una tierra y un equipo que hizo que un pívot 'bajito' comenzase a sentirse grande.

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