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Vista del centro de la ciudad desde la catedral.
Una visión positiva del centro de Málaga
A la sombra de la historia

Una visión positiva del centro de Málaga

Víctor Heredia

Lunes, 26 de agosto 2024, 00:15

Los habitantes de Málaga, en general, nunca han tenido una visión demasiado positiva de los valores históricos de su ciudad. Esa impresión negativa era especialmente acentuada a principios de los años setenta, cuando el centro empezaba a dar señales de degradación en varios sentidos. Sus habitantes tradicionales lo estaban abandonando. La Prolongación de la Alameda se adivinaba como el nuevo centro y la instalación allí de El Corte Inglés era resultado, en buena medida, de los temores de los comerciantes tradicionales.

En consecuencia, los edificios de las calles más céntricas se quedaban vacíos, sin vecinos, y sus fachadas mostraban señales de deterioro, con bajos drásticamente modificados para ganar grandes escaparates. Poco a poco, el centro histórico se iba convirtiendo en un espacio hostil, de calles solitarias fuera del horario comercial.

La escasa consideración hacia el patrimonio local quedaba demostrada en repetidos proyectos de demolición. La desaparición de las iglesias de la Merced (cuya estructura se conservaba intacta) y de San José en la década anterior parecía que vendría acompañada del derribo de la iglesia de la Concepción, en la calle Nueva, que fue solicitada por el Obispado en 1971. Ese mismo año el Ayuntamiento abandonó el descabellado proyecto de desmontar el Mercado de Atarazanas para construir en su lugar una torre de aparcamientos. En 1974 la empresa propietaria del Teatro Cervantes anunciaba su intención de demolerlo para hacer otro nuevo. El 15 de abril de ese año cerró sus puertas el Málaga Cinema para dar paso a un edificio de oficinas.

El interés del centro de la ciudad radica, además de en una serie de templos y edificios señoriales, en el conjunto de edificaciones domésticas construidas, en su mayoría, en los siglos XVIII, XIX y primer tercio del XX. Es en el conjunto donde reside su valor. Más en el todo que en las partes.

Pero en 1974 esto no se veía así. A finales de abril visitaron la ciudad el director general de Arquitectura, Ramón Andrada, y un grupo de arquitectos de Madrid y Barcelona entre los que estaban Oriol Bohigas, Carlos de Miguel, Federico Correa, Vázquez de Castro y Julio Cano. Su objetivo era conocer el casco antiguo para preparar un número monográfico de la revista 'Arquitectura', editada por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. En su estancia estuvieron acompañados por varios profesionales locales y eruditos como Baltasar Peña, Juan Antonio Lacomba y Francisco Bejarano.

Revista Arquitectura 1974.

No deja de ser llamativa la declaración de intenciones de la revista: «Un día nos dice Ramón Andrada, director general de Arquitectura, que acaba de realizar una visita, con algún detenimiento, a la zona malagueña del siglo XIX y que ha quedado encantado con aquel recinto, de fachadas sencillas, de gran belleza y dignidad. Edificios interrumpidos solamente por unas, de momento, incipientes demoliciones de antiguas construcciones que están siendo sustituidas rápidamente por estructuras de hormigón armado, con volúmenes absolutamente discordantes con el conjunto. Le preocupa, decía, que este facilón camino de los derribos siga adelante y que con ello vaya a desaparecer este estupendo recinto expresión arquitectónica de la burguesía malagueña del siglo pasado. Y preguntaba qué se podría hacer para dar conciencia del hecho a los malagueños».

En los debates que fueron transcritos en las páginas de la revista se trataron muchos temas con sus respectivos matices. Merece la pena su lectura porque ya en 1974 se planteaban los problemas de la protección del centro como un conjunto que debía estar vivo y ser funcional para sus habitantes, sin por ello renunciar «a un espectáculo urbano de tal categoría, de tal elegancia, de tal distinción que sería además de un puro goce espiritual un gran ejemplo para todo el país». Unas cuestiones de plena actualidad.

Los primeros instrumentos de protección

Aquel número de la revista 'Arquitectura' ofrecía la primera impresión positiva del valor del conjunto de la ciudad antigua. Precisamente en 1974 se constituyó la Comisión Provincial de Protección del Patrimonio Histórico-Artístico. A mediados de los años setenta surgió un asociacionismo incipiente en torno a la defensa del patrimonio. En los ochenta se establecieron normas de protección y se elaboraron catálogos de edificios protegidos. La declaración del centro como conjunto histórico-artístico, incoada en 1985, se aprobó en 2012. Desde la joven Universidad malacitana se comenzó una enorme labor investigadora que nos ha proporcionado un conocimiento y una perspectiva de la que se carecía hace cincuenta años. En este tiempo se han recuperado muchos edificios, pero el balance de este medio siglo dista de ser positivo. El profesor Anton Ozomek calculó que entre 1957 y 2011 más de 500 edificios del centro fueron destruidos o transformados radicalmente, en un proceso que no se ha detenido en los años posteriores. Aun así, el centro de Málaga todavía merece ser conocido y reconocido por sus valores históricos y ambientales.

Carlos de Miguel definió la arquitectura burguesa de la ciudad como «soberbia», con unas casas «tan sencillas, tan buenas, de tanta categoría». Añadía que «cuando se dispone de buena arquitectura, como en este caso, hay que salvarla con uñas y dientes».

Baltasar Peña confesaba que le había impresionado la actitud de los visitantes defendiendo la belleza de la arquitectura malagueña. «Llevamos años diciendo que en Málaga no había que conservar casi nada, que era una ciudad sin monumentos, que no había nada importante». Como dejó escrito Juan José Torrenova, secretario de la revista, descubrieron «una Málaga no solo hermosa, sino desconocida, y digo desconocida porque ha sido emocionante ver cómo nuestros compañeros de allá, algunos malagueños de pies a cabeza, han descubierto y vivido una ventura nueva al paso por sus calles de siempre, cuando los venidos de fuera les hacíamos partícipes de la visión enamorada con que se miran las cosas que intuyes has de llegar a amar».

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