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Entrega de un premio de la gaseosa La Alcazaba en un bar de El Palo, 1963 (Archivo CTI-UMA).
Refrescos para el verano: La llegada de las bebidas de cola en los años sesenta

Refrescos para el verano: La llegada de las bebidas de cola en los años sesenta

A la sombra de la historia ·

Víctor heredia

Jueves, 6 de agosto 2020, 00:10

En estos días de calor intenso en los que el terral nos lleva hasta unos ocasionales cuarenta grados o la humedad nos mantiene sudando a todas horas, realmente se agradece la posibilidad de saborear una bebida refrescante del tipo que sea. Según datos recientes, en España el mercado de los refrescos está dominado por las colas que, en sus diferentes modalidades, absorben la mitad de la demanda, seguidas a mucha distancia por las bebidas con sabores de frutas (con gas o sin gas), las isotónicas, las energéticas, las gaseosas y otras variedades en una oferta cada vez más diversificada.

El origen de los refrescos está estrechamente vinculado a las farmacias, en las que se preparaban en el siglo XIX jarabes y bebidas con gas con fines inicialmente medicinales, que pronto fueron más apreciados por su sabor y capacidad para saciar la sed. De las boticas los sifones pasaron a los hogares, los bares y las tabernas, a la vez que se fueron popularizando otras bebidas como la naranjada, la limonada y la zarzaparrilla. Desde un principio se dio gran importancia a los envases, ya que su diseño permitía diferenciar productos similares entre una amplia competencia.

El éxito de la gaseosa, una producción típicamente española, fue tal que a principios de los años cincuenta existían más de 5.000 fabricantes repartidos por todo el país. Por entonces estaba tomando posiciones una 'gaseosa negra' que había surgido en Estados Unidos a finales del siglo anterior y que se había catapultado a la fama con el apoyo de grandes campañas publicitarias. El invento del farmacéutico John Pemberton, que desarrolló un 'jarabe vigorizante' a partir de extractos de nuez de cola y de hojas de coca (componente sustituido posteriormente por otro estimulante, la cafeína), se convirtió con el tiempo en una de las marcas comerciales más reconocidas del planeta, objeto de estudio por sus técnicas de marketing y comunicación.

El desembarco de Coca-Cola en España se produjo en 1926. La publicidad la presentaba entonces como una bebida exótica y elegante, destinada a un público moderno y selecto. En los años siguientes ya se ofrecía como un refresco accesible a todos los públicos, aunque la Guerra Civil cortó de raíz esa primera etapa. Hubo que esperar hasta 1953, el año de la normalización de las relaciones con Estados Unidos, para que se comercializara de nuevo en nuestro país desde una planta embotelladora de Barcelona. Dos años después su principal competidora, Pepsi-Cola, abría su primera fábrica en Madrid, trasladando a España la fuerte rivalidad que ambas compañías protagonizaban a escala internacional.

La expansión de las dos marcas norteamericanas se realizó a través del establecimiento de plantas ubicadas en puntos estratégicos y de la creación de amplias redes de distribución. Málaga, gracias al potencial de consumo generado por la naciente Costa del Sol, fue sede de embotelladoras de cada una de las dos colas norteamericanas, que iniciaron su actividad con apenas tres meses de diferencia.

El 6 de noviembre de 1960 se produjo la inauguración de la planta construida por la concesionaria Surbega S.A. (Comercial del Sur de Bebidas Gaseosas) para la producción y envasado de Coca-Cola. La fábrica estaba situada en San Julián, junto al cruce del aeropuerto. La empresa organizó unas jornadas de puertas abiertas para la población local, con autobuses gratuitos desde la Plaza de la Marina, que fueron aprovechadas por miles de personas para conocer las instalaciones y degustar la novedosa bebida.

Poco después, el 23 de enero de 1961, se inauguró la planta de Embotelladora Malagueña S.A. (Ramasa), concesionaria de Pepsi-Cola, ubicada también en la Carretera de Cádiz. Al acto asistieron las autoridades locales, el director de Pepsi-Cola en España, Helmut Dorn, y el presidente del consejo de administración de Ramasa, Octaviano Alonso de Celis. De ambas plantas se destacó la belleza y modernidad de las instalaciones y que su área de influencia abarcaba Andalucía Oriental, Campo de Gibraltar, Melilla y Ceuta.

Las bebidas de cola se incorporaron rápidamente a los hábitos de la población malagueña y su presencia, en una gama en creciente diversificación, es más que habitual en hogares y hostelería. La planta de Pepsi fue absorbida por Rioblanco en 1979 y cerró sus puertas. Por su parte, la de Surbega, ahora integrada en Coca-Cola European Partners, permanece en su ubicación original desde hace sesenta años.

Chapa de una botella de la cola malagueña Marymar (Col. Muñoz Antivón).

Los refrescos malagueños

La producción nacional de refrescos se centró en las gaseosas, con conocidos fabricantes como La Pitusa, La Revoltosa o La Casera. En Málaga existieron numerosas embotelladoras locales en los años cincuenta y sesenta. José Francisco Muñoz Antivón conserva en su extensa colección envases y chapas de marcas como Costa del Sol, La Caleta, La Perchelera, La Farola, La Golondrina, Hevilla, Berrocal, Mar del Sur, Castilla, La Veleña, Caracuel, Telesforo Marín o Sebastián Sánchez, entre otras. Algunos productores se agruparon bajo la marca La Alcazaba, que integró El Niágara, Cobaleda, Alaska, Sánchez, La Paleña, Leopoldo Polo y Orange Crush. Fueron muy populares las campañas publicitarias para ir al cine canjeando capuchones de La Alcazaba.

La oferta de bebidas de cola, aparte de las dos grandes empresas estadounidenses, fue mucho más reducida. La compañía vasca KAS lanzó la Kaskol y la aragonesa Konga también tuvo su cola, mientras que la norteamericana Canada Dry comercializó la Cola Spur. Al menos existió un refresco de cola malagueño, fabricado por la marca Marymar, que también producía gaseosas, sifones y zumos naturales.

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