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Vitrina del Museo dedicada a aves. V. H.
A la sombra de la historia

El Museo de Ciencias Naturales de Martiricos y Manuel Garrido

Víctor Heredia

Jueves, 7 de agosto 2025, 00:27

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En la llamada «ciudad de los museos» hay auténticas maravillas que apenas son conocidas y que no proceden de franquicias o de depósitos temporales, sino que son colecciones formadas por la actividad de instituciones estrechamente vinculadas a la historia de Málaga. Una de esas joyas es el Museo de Ciencias Naturales del Instituto Nuestra Señora de la Victoria, popularmente conocido como Martiricos. Su formación y conservación ha sido posible gracias al esfuerzo de varias personas que, a lo largo del tiempo, se han esforzado en cuidar y restaurar las delicadas y valiosas piezas que lo componen, testimonio de una antigua forma de entender la enseñanza de las ciencias cuando no existían los medios pedagógicos disponibles en las últimas décadas.

Vamos a seguir su historia de la mano de la persona que mejor lo conoce. O mejor dicho, lo conocía, ya que Manuel Garrido nos dejó hace unos días. Vaya este artículo como un pequeño homenaje a la enorme labor de uno de los grandes historiadores de la ciencia en nuestra provincia.

A mediados del siglo XIX se constituyó el sistema educativo contemporáneo en España. Junto a una enseñanza superior localizada en un reducido grupo de diez universidades, la enseñanza media se organizaba en institutos, centros en los que se impartían bachillerato y otras enseñanzas profesionales. Existía uno por provincia, con algunas excepciones en las que hubo dos. El Instituto Provincial de Málaga comenzó su actividad docente en 1846 en el histórico edificio de la calle Gaona y de forma inmediata empezó a equiparse con materiales para la enseñanza de las asignaturas que se impartían.

En el caso de la Historia Natural (nombre que entonces se aplicaba a las ciencias naturales) comenzó a formarse un gabinete que se componía de varias colecciones, destacando desde el principio la de Zoología, formada principalmente por ejemplares disecados de especies del entorno, empleados por los catedráticos para explicar al alumnado sus características morfológicas. El primer catedrático fue Jacinto Montells, a quien sucedió Higinio Aragoncillo, que dedicó grandes esfuerzos a la organización del gabinete.

Esqueleto humano del siglo XIX. V. H.

Cuando el presupuesto lo permitió, se inició una política de compras anuales de animales, fósiles y rocas, además de modelos y aparatos didácticos, de acuerdo con enfoque descriptivo que predominaba por entonces en la didáctica de las Ciencias Naturales. Las compras se solían hacer en el extranjero, aunque algunos animales se preparaban en Málaga por el taxidermista Francisco de los Ríos y, tras su muerte, por su discípulo Rafael Mena Santos. En 1866 el gabinete poseía dos esqueletos humanos, varias piezas anatómicas, 63 mamíferos (entre ellos un delfín y una foca), 303 aves, 25 reptiles, 59 peces, más de 600 conchas, 16 crustáceos y 48 zoófitos; dos colecciones con más de 500 minerales, 300 fósiles, el herbario de Lagasca y un amplio número de objetos y utensilios. En 1864 se construyó una ampliación del Instituto en la que se reservó un amplio local para las colecciones y, de hecho, se pensaba seguir la recomendación del gobierno de formar un museo provincial, aunque nunca llegó a ser declarado como tal. Las estrecheces económicas ralentizaron su crecimiento en las décadas finales del siglo XIX, en parte también porque ya se disponía de ejemplares de las especies comunes de la provincia.

Libro de registro

En 1882 el catedrático Cesáreo Martínez reorganizó los fondos del gabinete, abriendo un libro de registro que hoy en día es una herramienta imprescindible para conocer el origen de la colección. El número de ingresos era tan bajo que la plaza de disecador fue finalmente suprimida diez años más tarde.

Con las consignaciones anuales se siguió adquiriendo material, que se concretaba en láminas, modelos en yeso y, a partir de los años veinte, películas científicas. Con el catedrático Luis Muñoz-Cobo se reactivó el catálogo del gabinete con la adquisición de nuevos ejemplares después de muchos años sin incorporaciones.

Las colecciones de animales disecados perdieron utilidad docente y quedaron relegadas al olvido. Con la inauguración en 1961 de la nueva sede del Instituto Masculino Nuestra Señora de la Victoria en Martiricos, se procedió al traslado de los ejemplares, que quedaron depositados en nuevas salas. Aunque se produjeron pérdidas en periodos de abandono, el catedrático Antonio Acosta impulsó la recuperación del Museo en la década de 1980, coincidiendo con la intervención de Manuel Garrido. Hoy se conservan 569 vertebrados (entre ellos, varios extinguidos y otros de gran rareza, como un ornitorrinco, un pangolín o un ave lira). La existencia de este Museo es una reliquia de un concepto superado de estudiar la Naturaleza y hoy en día sería afortunadamente impensable crear otro similar, lo que precisamente aumenta su valor histórico.

Manuel Garrido. Lucía Rodríguez Vicario

Manuel Garrido

El pasado 27 de julio falleció Manuel Garrido Sánchez, cuya figura está íntimamente ligada al Museo de Ciencias Naturales de Martiricos. Miembro de la Sociedad Española de Ornitología y socio fundador de SILVEMA, desarrolló su carrera profesional en el Instituto Español de Oceanografía. Autor de varios libros sobre las aves de la provincia de Málaga y de numerosos artículos en revistas especializadas, en los años ochenta restauró junto con Salvador Pleguezuelos las colecciones de vertebrados e invertebrados del Museo. Desde entonces se dedicó con pasión y contundencia a su conservación, manteniendo una atención permanente sobre el estado de los ejemplares y explicando en innumerables ocasiones los valores de la colección, siempre de forma altruista. Gracias a sus trabajos sabemos que el gabinete contribuyó a un mejor conocimiento de la fauna de nuestro territorio por los contactos e intercambios que se mantuvieron con prestigiosos naturalistas de otros puntos de España y del extranjero. El mejor reconocimiento a su dedicación es asegurar la pervivencia y la difusión de este patrimonio único, magnífico testimonio de la Historia de la Educación en Málaga. Como él mismo escribió, «tanto esfuerzo no puede ni debe quedar baldío».

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