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Casas de Félix Sáenz en el paseo de Reding. Archivo CTI-UMA
A la sombra de la historia

Los constructores de Málaga en la década de 1920

Víctor Heredia

Viernes, 29 de agosto 2025, 00:19

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Entre 1920 y 1930 la población de Málaga se incrementó en unas 30.000 personas. De 150.000 a 180.000 habitantes, un crecimiento de un 20% en apenas una década, que la convertían en la quinta ciudad más poblada del país. Este rápido aumento demográfico se tradujo en el desarrollo de una importante actividad constructora para intentar resolver el problema de la demanda de vivienda. Los datos estadísticos confirman el auge de la construcción. El número de edificios se incrementó en más de 3.500, pasando de 14.225 a 17.768 en esos diez años.

La mayor parte de las nuevas edificaciones fueron unifamiliares, las populares casamatas de una sola planta, o los hotelitos de dos. En 1930 la suma de las casas de una y dos plantas suponía el 82% del parque inmobiliario de la ciudad. Sin embargo, el número de edificios de tres alturas o más disminuyó ligeramente, de 2.518 a 2.458. Este hecho, aparentemente contradictorio en una época de aumento de altura en las nuevas construcciones y en la que empezaban a ser habituales los ascensores, se explica por la concentración parcelaria. Las demoliciones de viejas casas en las calles céntricas estaban dando paso a nuevos edificios con solares de mayores dimensiones.

Los años veinte se caracterizaron por el dinamismo económico y por una cierta prosperidad. El Ayuntamiento aprobó en 1924 el Plan de Grandes Reformas, que incluía un amplio repertorio de obras públicas y actuaciones urbanísticas, aunque el ensanche no fue aprobado hasta 1929. La modernización de las infraestructuras estuvo acompañada por varias iniciativas privadas de construcción de viviendas. La mayor actuación fue el desarrollo de un nuevo barrio, Ciudad Jardín, a cargo de la Sociedad de Casas Baratas. El plan, diseñado por el arquitecto Gonzalo Iglesias, contemplaba algo más de mil viviendas, casi todas unifamiliares de varios tamaños, dotadas de pequeños jardines y dirigidas a una emergente clase media.

Pero no fue la única. Hubo otras muchas, aunque de menor alcance, generalmente amparadas en los beneficios de las leyes de casas baratas: el barrio obrero América (con planos de Guerrero Strachan y de González Edo), el grupo Victoria Eugenia (proyectado por Ortega Marín), el grupo María Auxiliadora, las colonias de Santa Inés, de San Eugenio y del Progreso (en El Palo), el Haza Victoria, varios grupos en Pedregalejo, Mangas Verdes (núcleo de autoconstrucción surgido a partir de la venta de parcelas por la empresa López Hermanos a los trabajadores que levantaban la Ciudad Jardín) y el pequeño barrio obrero de Los Guindos (promovido por la sociedad metalúrgica de este nombre cerca de su fábrica entre 1923 y 1928).

Pero esta actividad fue insuficiente. La confluencia de factores como una ciudad heredada ya muy densificada, la inmigración constante desde las áreas rurales y la falta de promociones de viviendas destinadas a las clases populares propiciaron la aparición de zonas marginales en la periferia urbana, formadas por núcleos de chabolas y de autoconstrucción. Y eso que hubo planes municipales para hacer viviendas sociales. En 1927 se aprobaron tres promociones con un total de 1.500 viviendas, pero nunca se construyeron.

Vista de Ciudad Jardín en los años 20.

El crecimiento de la ciudad tuvo como protagonistas destacados a dos colectivos profesionales: los arquitectos y los contratistas de obras, los primeros diseñando las nuevas edificaciones y los segundos ocupándose de su realización. Dejamos a un lado a los promotores, en general propietarios y empresarios que encargaban a los anteriores el desarrollo de sus iniciativas edificatorias. Gonzalo Iglesias fue un caso particular, diseñando y desempeñando labores empresariales al mismo tiempo.

Además de Iglesias, implicado en esos años en la construcción del barrio de Nervión en Sevilla, en Málaga estuvieron activos durante la década de los veinte otros arquitectos. Los más conocidos eran ya veteranos por entonces, Manuel Rivera Vera y Fernando Guerrero Strachan. Ambos habían colaborado en varios proyectos, como el Palacio Municipal, y su huella está muy presente en la arquitectura malagueña. Especialmente el estilo regionalista de Guerrero Strachan, que fue alcalde de Málaga entre 1928 y 1930, creó un sello muy reconocible y que define una época de la actividad constructiva en la ciudad. Otros nombres de profesionales residentes en Málaga fueron Daniel Rubio Sánchez, arquitecto municipal que preparó el Plan de Ensanche de 1929, Arturo de la Villa, José Ortega Marín, Manuel Llorens Díaz, Ricardo Santacruz de la Casa, Arturo Menac, José González Edo, Eduardo Esteve Monasterio, Antonio Rubio Torres y Juan Jáuregui Briales. Estos últimos eran más jóvenes y Menac se dedicó más a la decoración. Otros arquitectos que vivían fuera diseñaron edificios en la ciudad, por encargo oficial (caso de Teodoro Anasagasti y la sede de Correos) o de particulares, como Pedro Sánchez Sepúlveda, Antonio Palacios y el propio Anasagasti, autor de varios hotelitos en Pedregalejo.

Los contratistas de obras

Guerrero Strachan. Archivo CTI-UMA

En cuanto a los contratistas de obras, el que tuvo mayor importancia fue Antonio Baena Gómez, modelo de hombre hecho a sí mismo, que se hizo cargo de la construcción de grandes obras como el Ayuntamiento, las Casas de Félix Sáenz del paseo de Reding o la Fábrica de Tabacos. Desempeñó varios cargos y destacó como promotor de la Semana Santa malagueña. Otro importante contratista era Manuel Atencia, que entre sus realizaciones incluía la Casa de Socorro del Llano de Doña Trinidad, numerosos chalets en las zonas residenciales (entre ellos, La Torrecilla y la villa de Bolín, actual sede del Colegio de Arquitectos) y el Hotel Príncipe de Asturias. José Beltrán también era un constructor experimentado que trabajaba con la Compañía de Ferrocarriles Andaluces y fue responsable de la ejecución del Hotel Caleta Palace, del edificio de Goux en la calle Salvago y de la fábrica de Los Guindos. El joven aparejador José Rodríguez se encargó de la construcción del Cine Goya y de otros edificios diseñados por Rivera Vera. Juan Díaz fue igualmente contratista de edificios proyectados por Rivera y Guerrero Strachan.

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