De la madre de la reina decapitada al hijo del astrólogo impotente
Tal día como hoy nacía María de Guisa, miembro de la poderosa Casa de Ídem, y moría Jack London, por una sobredosis de morfina que nunca se supo si fue accidental o intencionada.
TERESA LEZCANO
MÁLAGA
Domingo, 22 de noviembre 2020, 17:42
22-11-1515 / 11-6-1560
María de Guisa
Bar-le-Duc, Lorena, veintidós de noviembre de 1515. Nace de esta guisa María de Guisa, miembro de la poderosa Casa de Ídem, a quien ... dieciocho años más tarde casaron con Luis II de Orleans. Habida cuenta que Luis le duró a María, matrimonialmente discurriendo, menos que a Obélix un chuletón a la piedra, ya enviudada se convirtió en moneda negociadora de Jacobo V de Escocia, que había perdido a su esposa Magdalena de Valois a manos de un siempre fruitivo bacilo de Koch y pretendía aprovechar la oportunidad para promover los intereses de una alianza franco-escocesa contra Inglaterra. Enterado Enrique VIII de las pretensiones jacobeas, se apresuró en proponerle él mismo matrimonio a Maria, aunque la de Guisa, analizando desaguisadamente la obsesión descabezadora de cónyuges que caracterizaba a Enrique el octavo, respondió a la petición tudoriana explicativa de que era un gran rey y necesitaba una gran esposa argumentando que, si bien era ella indudablemente una mujer grande, tenía un cuello pequeño y por consiguiente fácilmente quebrable y no digamos decapitable, y firmó rauda el contrato matrimonial con Jacobo, de quien no sabía gran cosa excepto que la única esposa que había tenido no fue detestada y consiguientemente destestada por orden conyugal sino engullida por la onmipresente consunción tuberculosa. Coronada reina de Escocia en la edimburguesa Abadía de Holyrood, María volvió a enviudar dos años más tarde, convirtiéndose al mismo tiempo en regente de su hija María I de Escocia, la cual tras haberle caído, metafóricamente hablando, una corona encima cuanto tenía seis días de vida, padeció en lo sucesivo un intento de afiambramiento por parte de un aspirante a envenenador; un matrimonio con su primo Enrique Estuardo y la correspondiente explosión de éste por atentado residencial; un encierro en el castillo del Loch Leven; una forzada abdicación; un fallido intento de recuperar el trono; una huida hacia el sur en busca de la protección de su prima Isabel I reina de Inglaterra, que no tardó en verla como un peligro al tener María derechos sucesorios sobre la corona inglesa, motivo por el cual la mantuvo confinada de castillo en castillo durante dieciocho años hasta que se decidió a mandarla decapitar por si las moscas reivindicativas. Refraneramente resumido: de los parientes y el sol, cuanto más lejos mejor...
12-1-1876 / 22-11-1916
Jack London
Cuatro siglos y un año después del nacimiento lorenés de María de Guisa, moría en el californiano estado de Sonoma Jack London, autor de 'Colmillo blanco' y de 'La llamada de lo salvaje'. Hijo bastardeado de un astrólogo que negaba reiteradamente su paternidad alegando que durante el tiempo de convivencia con la madre de London se había vuelto impotente de tanto asomarse al cielo nocturno, Jack se autoeducó en la biblioteca pública de San Francisco antes de embarcarse en una goleta que lo mareó hasta Japón, de donde regresó molinero, laboralmente discurseando, aunque pronto desempleado y hasta reo en la cárcel de Buffalo por causa de vagabundeo. Ya desenchironado, London se volvió a encadenar, esta vez durante dieciocho horas al día en una fábrica enlatadora, hasta que pidió un préstamo para comprarle una embarcación a un pirata ostrero, tras lo cual se mimetizó él mismo en ambas definiciones para burlar, perlas en mano, la ley hasta que la goleta se le hundió fehacientemente. Se unió entonces a la fiebre del oro de Alaska, la cual, además de inspiración para sus primeros textos importantes, lo distinguió con un escorbuto galopante que le robó cuatro dientes frontales y toda la masa muscular que pudo, además de llagarle el rostro de oreja a oreja. Sobrevivió sin embargo London, y esta implacable lucha contra la muerte se metamorfosearía en la que probablemente sea su mejor narración, 'Encender una hoguera', la primera de las numerosas historias que no tardarían en encumbrarle a la cresta de la literatura estadounidense, no exenta sin embargo de polémica al multiplicarse las denuncias por plagio que, lejos de negar, London justificaba reconociendo haber expurgado diversas obras, a cuyos autores agradecía sin ambages la correspondiente fuente de inspiración. Hasta su propia muerte resultó controvertida, ya que London combatía su enfermedad renal crónica con espectaculares chutes de morfina que no sólo le quitaban el dolor sino que le hacían olvidar que tenía siquiera riñones, y en una de estas elegías opiáceas se le fue la mano, accidental o voluntariamente, y se marchó a vagabundear afantasmadamente por las estrellas. Como él mismo escribió: «Prefiero cantar una canción salvaje y estallar mi corazón con ella, que vivir mil años cuidando mi digestión y teniendo miedo a la humedad». Oh, man.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.