Secciones
Servicios
Destacamos
Las vidas de Victoria y Alejandro se cruzaron hace cuatro años en la playa de Pedregalejo. Aquella tarde, la mujer entró al agua para darse un «chapuzón rápido», pero el mar, a priori en calma, cambió en un abrir y cerrar de ojos cuando solo llevaba unos minutos dando brazadas. Intentó salir una y otra vez, pero el fuerte oleaje no dejaba de arrastrarla hacia dentro. «Me di cuenta de que me estaba quedando sin fuerzas y de que me podía ahogar», rememora. Pasó horas agarrada a una boya del espigón, pensando que ese sería su «final».
Las primeras llamadas a los servicios de emergencias se registraron sobre las ocho de la tarde de aquel 1 de octubre. La noche había empezado a caer, con un mar cada vez más embravecido. La mujer, dice, tenía el cuerpo completamente entumecido a causa del frío. «Estaba tan helada que no podía no pensar, tenía la mente totalmente ida», cuenta. Victoria recuerda que el espigón se llenó de personas que le repetían que no se soltase de la boya y que no iban a tardar en socorrerla. A ella se le hizo toda una eternidad.
«Me acuerdo que eran como voces lejanas; en ese punto, solo podía pensar en mi familia y en mi novio porque creía que iba a morir ahogada», relata. Y en medio de esa oscuridad distinguió la patrullera naranja de Salvamento Marítimo. Esa fue la noche que Victoria conoció a Alejandro, el patrón de la Salvamar Alnitak que coordinó su evacuación.
Cuatro años después, SUR los ha vuelto a reunir en la misma playa de Pedregalejo porque, a pesar del tiempo, ninguno se había olvidado del otro. Victoria le saluda con un «¡mi héroe!», lo que provoca la risa inmediata de él, que intenta rebajar el halago. «Solo hice lo que había que hacer», le contesta. A continuación, ambos se funden en un abrazo, como lo hacen las amistades que llevan años sin verse. Con las emociones a flor de piel, ambos reviven aquel angustioso rescate que, por suerte, solo quedó en un susto. «Estoy recordando todo, en este mismo sitio, y todavía tengo la misma sensación que aquel día… no me creo que siga viva», asegura la mujer.
Como rememora el jefe de la patrullera, la tripulación salió del puerto en cuanto recibió el aviso desde el Centro de Coordinación de Tarifa, «con los motores todavía fríos porque no había tiempo que perder». Se trató de una emergencia especialmente complicada, incide, por la escasa distancia que había entre la boya a la que estaba agarrada la bañista y el espigón. «El mar estaba muy revuelto y la zona era malísima porque era muy poco profunda; había riesgo de que la embarcación chocase con las rocas», indica.
«Cuando vi el barco fue un alivio inmenso, parecía que estaba teniendo una alucinación», asegura Victoria. Alejandro aproximó la patrullera todo lo que era posible a la mujer, según narra, y le lanzaron un aro salvavidas para que se agarrara. Sin embargo, ella estaba tan calada del frío que era incapaz de moverse. «Ese primer amago no salió porque estaba agarrotada a la boya y sin fuerzas… y nosotros tuvimos que alejarnos porque el agua nos estaba arrastrando hasta el espigón», cuenta.
Hizo falta un nuevo intento que, afortunadamente, sí tuvo buen resultado. «El marinero salió con el arnés de seguridad por fuera del barco y consiguió enganchar a Victoria, y ya entonces sí pudimos subirla a bordo», explica el patrón. Recuerda que la bañista presentaba hipotermia y que estaba completamente entumecida, pero en el trayecto hasta el Muelle I, donde la esperaba una UVI móvil, empezó a recuperarse. «Yo estaba totalmente en 'shock', fui consciente cuando vi las luces del puerto; solo podía darles las gracias», agrega ella.
Desde que Victoria se afincó en Málaga, hace ya casi una década (es natural de Liverpool, Inglaterra), el mar se volvió una de sus principales pasiones. Como explica la británica, que ejerce como abogada en la Costa del Sol, la natación es una terapia en la que intenta sumergirse cada vez que tiene la posibilidad: «Es mi manera de desconectar». Aquella tarde no fue una excepción. Y, a pesar del enorme susto que vivió, tampoco ha dejado de hacerlo: «Me reconcilié porque no puedo vivir sin nadar».
Eso sí, cuenta que ahora toma muchas más «precauciones» que entonces. Siempre consulta la previsión meteorológica y se zambulle en el agua con gafas y con aletas. También trata de acudir a la playa por las mañanas para ir con tiempo suficiente y que no le anochezca. «Ahora me siento mucho más en contacto con el mar porque también soy mucho más consciente de los peligros… aprendí que no hay que confiarse, que puede cambiar en un instante», mantiene la bañista.
Aunque no dejó de agradecer a la tripulación que le hubiera salvado la vida en el trayecto hasta el Muelle I, para Victoria no era suficiente. «Nos llamó varias veces porque quería regalarnos algo, pero nosotros le insistimos en que no, que no aceptamos regalos porque hicimos lo que nos tocaba», expone Alejandro. «Yo quería hacerles una donación porque tuvieron que movilizarse por mi culpa, pero no me dejaron», agrega la mujer.
A pesar de la negativa, ella no se dio por vencida. Por aquel tiempo estaba aprendiendo a tocar la guitarra y, al cabo de unas semanas, sorprendió al equipo de la patrullera con un archivo de audio. Era una canción compuesta y cantada por ella, con la única compañía de su instrumento. «Era lo mínimo que podía hacer porque yo me veía muerta hasta que ellos llegaron», incide. La tituló 'La chica de la boya' y está dedicada a Salvamento Marítimo. «Gracias a vosotros tengo más tiempo en la tierra para disfrutar», dice en uno de sus versos.
Escuchar la canción 'La chica de la boya', dedicada a Salvamento Marítimo
Tras más de tres décadas al frente de la Salvamar Alnitak, el patrón se reencontró con la bañista a la que rescató hace cuatro años cuando le quedaba menos de una semana para su jubilación. A pesar de las innumerables emergencias en las que ha intervenido, en pocas ocasiones ha tenido ocasión de volver a saber de las personas a las que ha salvado. Y a las que, como en el caso de Victoria, el mar ha unido de por vida.
Publicidad
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Gonzalo Ruiz y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.