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Exterior de la Comisaría Provincial de Málaga en 1998. Fernando González / Archivo
Tres décadas de la Comisaría Provincial de Málaga

El corazón azul de Málaga cumple tres décadas

La Comisaría Provincial de la Policía Nacional se inauguró en marzo de 1991, año en el que el cuerpo abandonó el Palacio de la Aduana y otra sede que existía en la Alameda de Colón

Sábado, 13 de febrero 2021, 01:44

De su interior salen a diario decenas de coches patrulla para recorrer la ciudad. En sus despachos se resuelven los casos más complejos de la provincia, se desarrollan decenas de investigaciones y también se renuevan y tramitan cientos de documentos oficiales. Es la Comisaría Provincial de Málaga, sede central del cuerpo y corazón azul –como los uniformes– de la seguridad ciudadana desde el que se moviliza toda una legión de agentes y funcionarios. Este 2021, el edificio que corona la plaza de Manuel Azaña cumple 30 años, tres décadas como epicentro del servicio policial en la provincia.

La entrada en funcionamiento de la Provincial –como se conoce el edificio en el argot policial– tuvo lugar el ocho de marzo de 1991. Su inauguración dotó a Málaga de un nuevo equipamiento en un año en el que la ciudad y la provincia sumaron diferentes instalaciones de calado, como el Centro Penitenciario Málaga I, ubicado en Alhaurín de la Torre; la terminal Pablo Ruiz Picasso del aeropuerto Málaga-Costa del Sol o los edificios que albergan las facultades de Derecho y Educación de la Universidad de Málaga.

La Comisaría Provincial se edificó con un presupuesto de 1.700 millones de pesetas. Para su puesta de largo, la ciudad recibió la visita del ministro del Interior, José Luis Corcuera, miembro del gobierno de Felipe González.

En su interior trabajan a diario, además de los mandos del cuerpo, los grupos provinciales de la Policía Judicial y los funcionarios de los cuerpos generales. El edificio también es sede de los grupos de intervención, dejando un total de 1.504 funcionarios (con y sin placa) que mueven cada día el motor de la Provincial.

Inauguración del Ángel de la Guarda donado a la Policía Nacional de Málaga por tres empresarios anónimos, el año pasado. Fernando Torres / Archivo

Quienes mejor conocen la historia de la comisaría son los funcionarios que han formado parte de su plantilla. Uno de ellos es el agente Emilio Aguilera, que se 'mudó' a la nueva sede en cuanto abrió sus puertas, en marzo de 1991. Se incorporó a la Inspección de Guardia, lo que hoy se conoce como Oficinas de Denuncias y Atención al Ciudadano (ODAC). Aguilera trabajaba antes de llegar a la Provincial en la Comisaría del Palacio de la Aduana –con un breve periodo intermedio en la de Alameda de Colón–.

Recuerda los primeros días allí con la ilusión de quien estrena zapatos nuevos, sobretodo por lo moderno y funcional del edificio. «Era un sitio magnífico, pero pronto se quedó pequeña, con todo lo grande que es...». El motivo: la apertura de la sede central vino acompañada del cierre de las comisarías de la Aduana y Alameda de Colón, con la idea de centralizar todos los servicios que dependen del cuerpo en un único espacio.

Aguilera pasó de la ODAC a la Policía Judicial, donde sirvió en la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) y en la Unidad de Delincuencia y Crimen Organizado (UDYCO). Sus últimos años antes de la jubilación –que se hizo efectiva en el 2016), los pasó en la secretaría de la Policía Judicial, poniendo sus conocimientos en servicio de la unidad.

Por sus ojos (y sus manos) pasó la modernización de la Provincial: «Al principio hacíamos las denuncias con una máquina de escribir, la Lexicon 80 de Hispano Olivetti; los sistemas informáticos estaban en pañales». Para hacer cualquier consulta sobre un detenido tenían que llamar a Granada, cabecera regional, donde estaban centralizados los servicios informáticos del cuerpo.

Las anécdotas se amontonan en los recuerdos de Aguilera, que pasó gran parte de su carrera en contacto directo con denunciantes, detenidos y abogados. Sin embargo, uno de los momentos más curiosos que vivió fue durante su etapa en la Policía Judicial, cuando la comisaría se hizo cargo del depósito de estupefacientes de toda la provincia. «Empezamos a almacenar la marihuana, que llegaba por toneladas, debajo de la plataforma del helipuerto, pero los pájaros se la comían, así que construimos una jaula enorme para guardarla allí«.

Uno de los capítulos más oscuros de la comisaría tuvo lugar en enero de 2003, año en el que un hombre que estaba recluido en los calabozos provocó un incendio que acabó con la vida de siete personas. Formaban parte de un grupo de 17 migrantes que habían sido interceptados tras llegar en patera y que estaban esperando en las dependencias policiales para ser repatriados. El caso se archivó después de que se considerase probado que el autor de las llamas falleció durante el incendio.

El edificio llegó a la ciudad en un año plagado de nuevas iniciativas construcciones. Fue obra del arquitecto Juan Antonio Medina Páez y el proyecto concurrió en el premio Málaga de Arquitectura de 1991, que ganaron Luís Bono Ruiz de la Herrán y José Fernández Oyarzábal por la remodelación de la Plaza de Uncibay.

En la candidatura, Medina definía la comisaría como un espacio diseñado «en respuesta» a la trama urbana del solar, y que se llevó a cabo priorizando las necesidades funcionales que había establecido la Dirección General de la Policía.

El último componente de la comisaría llegó el pasado mes de julio, con una representación del Ángel de la Guarda –patrón del cuerpo– donada por tres empresarios anónimos. Las principales autoridades civiles y militares de la ciudad acudieron al solemne acto de descubierta, marcado por el recuerdo de los agentes que perdieron la vida en acto de servicio.

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