
Secciones
Servicios
Destacamos
Lunes, 21 de abril. Ocho y cuarto de la tarde en Calahonda, Mijas. Un inglés de 30 años era acribillado a tiros tras terminar un partido de fútbol. Al menos 10 balas le alcanzaron. Unos minutos más tarde, a cierta distancia del lugar anterior, un Seat Cupra con matrícula extranjera salía ardiendo. En su interior, dos pistolas calcinadas y el cadáver del británico carbonizado. Apenas 48 horas más tarde, el propietario de una finca situada en la misma localidad encontraba a un hombre maniatado, sin vida y con signos de llevar días sin respirar; lo que pudiera estar relacionado con un supuesto secuestro del que ya estaba detrás la Policía Nacional.
Que la santabárbara de España es desde finales del siglo pasado la Costa del Sol y que, de vez en cuando, explotan proyectiles dentro no es novedad. Pero, cuando comienzan a volar por los aires más de la cuenta, la inquietud de los vecinos «corrientes» -a pesar de convivir a diario con mafiosos- y autoridades -aunque aseguren que las cifras de incidentes son menores que el año pasado y que no se puede hablar de repunte- se desata. Quienes investigan a los que están detrás indagan también en el desarrollo del crimen organizado, especialmente significativo de un tiempo a esta parte.
«En los 90 ya había ajustes de cuentas aquí, pero eran más selectivos. Ahora son más imprudentes, más zafios o más burdos», detecta un 'perro viejo' de la Policía Nacional. Se llama Juan José Gómez Millán, es natural de Granada y entró en la primera plantilla de lo que entonces se llamó Delincuencia Internacional II en Málaga, ahora Crimen Organizado de la Udyco, donde pasó dos décadas -desde 1996 hasta 2016- persiguiendo a grandes capos asentados en el litoral; la recta final de su carrera la dedicó a desmontar sus imperios desde el Grupo III de Blanqueo de Capitales.
Tenía 23 años cuando decidió opositar para el cuerpo. No tenía sangre azul, pero los 'patrulleros' de Área 12 y el detective Frank Cannon le despertaron la pasión por la investigación siendo todavía un crío. Aprobó a la primera e ingresó en la escuela de formación de Badajoz (en aquel momento había cuatro academias). Su primer destino, Barcelona, coincidiendo con el Mundial de Fútbol de 1982, donde aterrizó en las Banderas Móviles, una unidad que equivaldría ahora a la UPR. También pasó por la Brigada de Escoltas en Madrid y por Seguridad Ciudadana en la comisaría de Carabanchel. En este último puesto, cuenta, vivió la 'guerra de la heroína': «Cogíamos unos 45 kilos anualmente. Eso es mucha tela».
Llegó a su Málaga de adopción en enero de 1996. Para entonces, la costa ya se había instaurado como sede global del crimen organizado. Tal y como él mismo narra en una entrevista con SUR, los primeros en asentarse fueron los ingleses, en la década de los 60, entre ellos, los responsables del famoso asalto al tren de Glasgow, que marcó un punto de no retorno en los grandes atracos. «En aquellos tiempos no había prácticamente cooperación internacional y los tratados de extradición eran decimonónicos, por lo que se cobijaron aquí y comenzaron a comprar terrenos».
Paralelamente, el turismo despegaba y los históricos pueblos malagueños de pescadores se convertían en cuna de la jet set. Fiestas, lujo y ostentación, ligados a un clima inmejorable, la hicieron refugio de grandes fortunas. Su estratégico emplazamiento, a unos 14 kilómetros de Marruecos –mayor productor de hachís del mundo-, a apenas una hora y media en coche de Algeciras –una de las puertas de entrada de la cocaína al continente- y a continuación Gibraltar -paraíso fiscal- hizo que el crimen organizado, en gran parte ligado al narcotráfico, se instaurara en la provincia.
El agente retirado lo ejemplifica así: «las organizaciones son como las multinacionales y Marbella es el Wall Street del crimen, cualquier organización que se precie tiene que tener presencia en la bolsa de cotización del crimen organizado. El meollo está en la Costa del Sol y si no tienes delegación aquí no eres nadie». Si bien, hay varios factores que, a juicio del veterano, han hecho que aumente la violencia en el mismo escenario donde se disputan los negocios.
Por un lado, «las mafias cada vez reclutan a niños más jóvenes«. »Aquí entran en juego varios elementos: lo que los americanos conocen como 'copycat' (copión), si fulanito lleva una vida de glamour y lujo yo quiero aspirar a eso, y el mito de Pablo Escobar, un niño vulnerable, tirado en la calle al que la organización le viste, le da de comer y hasta alojamiento». A menor edad, por lo general, menos códigos y más bravuconería.
Por otro, Gómez Millán advierte de un incremento de las bandas, que no organizaciones. Las primeras «están formadas por varias personas a las que aglutina un líder carismático, pueden estar especializados en la comisión de cualquier delito y no tienen reglas»; en cambio, las segundas «cuentan con estructura y mando. Para identificarlas siempre reconocíamos: jerarquía, uso selectivo de la violencia, entramados societarios financieros para blanquear dinero y uso de la corrupción».
Con estas premisas, Juanjo y su equipo fueron el azote de los Tambovskaya (mafia rusa) o los Kinahan (irlandesa) durante sus 26 años de servicio. A los 67, desde hace dos retirado -que no jubilado, como él mismo diría-, se ha convertido en un 'libro de referencia' para los noveles. Aunque ya no madruga como antes, continúa vinculado al cuerpo desde el Sindicato Unificado de Policía (SUP). Faltan medios, denuncia. «No hay policías suficientes para estar en el cogote de cada narco». Pero, mientras sigan existiendo agentes como él tampoco camparán a sus anchas.
Publicidad
Cristina Cándido y Álex Sánchez
Paco Griñán | Málaga
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.