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Hasta el domingo próximo, Bélgica es la capital mundial de la música electrónica, gracias a ese macroevento que se llama Tomorrowland. Desde que abrió sus puertas en 2005, el festival, que se celebra en Boom, un pequeño y tranquillo pueblo a caballo entre Bruselas y Amberes, se ha convertido en referencia ineludible no solo para quienes pretenden bailar frenéticamente estos dos fines de semana de julio, sino también para los amantes de la imaginería fantástica. El plantel de artistas invitados dejará más que satisfechos a los seguidores del género. Al escenario de Boom acudirán este año Carl Cox, Don Diablo, Oliver Heldens, Steve Aoki, The Chainsmokers, Tiësto, Armin Van Buuren y Dimitri Vegas & Like Mike, entre otros muchos.
No habrá descanso para los cerca de medio millón de asistentes que proceden de países de todo el orbe. Doce horas de música diaria dan para mucho. El tinglado transcurre en dos fases: la primera desde el viernes hasta hoy, y la segunda, del próximo viernes al domingo 28. Y como los organizadores no quieren que se les escape ningún espectador, han montado una pequeña ciudad en la que nada falte. En medio de una escenografía evocadora de los cuentos de hadas y la mitología circense, el festivalero puede comprar lo que quiera sin salir del parque de De Schorre –centro neurálgico del certamen–, desde comida a bebidas alcohólicas, pasando por los productos del supermercado, ropa y abalorios.
12 horas de música diaria disfrutarán los asistentes a la actual edición de Tomorrowland, uno de los mayores festivales, de música electrónica, techno y house del mundo. El evento se desarrolla en dos fines de semana, los que van del 19 al 21 de julio y del 26 al 28. Actuarán, entre otros, The Chainsmokers, Tiësto, Armin Van Buuren y Dimitri Vegas & Like Mike. Su éxito es tal que las entradas se venden en apenas una horas. El año pasado se reclutó a 1.500 personas para montar la escenografía.
16 escenarios se instalaron en la pasada edición del Tomorrowland. El caché de los DJ contratados no baja de cantidades de cinco cifras o incluso seis. No hay lugar para el aburrimiento. Es casi obligado disfrazarse.
Múltiples escenarios, luces cegadoras, cascadas, despliegue de fuegos artificiales, cañones de humo y serpentinas. Son los ingredientes que aderezan un festival que echa la casa por la ventana. Todo para mayor gloria del techno, el house y las mezclas electrónicas. Prohibido aburrirse parece ser el lema de los organizadores. Eso sí, los consumidores de drogas no gozarán de la permisividad habitual en otros festivales. Quien infrinja el precepto y sea pillado in fraganti corre el riesgo de ser expulsado del recinto. A falta de estupefacientes, la organización es absolutamente permisiva con la ingesta de cerveza, que se despacha sin tasa. Por extraño que suene, no se ven peleas ni altercados violentos. Por añadidura, un escuadrón de limpieza se afana día y noche en que la basura no campe a sus anchas. Ni un vaso ni una colilla ensucian el suelo.
Por tercera vez, el festival Unite, que tendrá lugar el próximo sábado en el Parc de Can Zam de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona), conectará en directo con el evento belga. El cartel del festival está compuesto, entre otros DJ, por Quintino, Abel Ramos y Albert Neve, Double Pleasure, Yves V, Marnik, Stereo Coque y Sergi Domene. Además de Barcelona, lo que se cueza en Boom se podrá ver a través de pantallas gigantes en Oporto, Atenas y Malta. El objetivo es que todos los conciertos interactúen.
El festival tiene hasta su propia moneda oficial, el 'pearl', indispensable para asegurarse la pitanza del día. Con esta divisa se puede adquirir desde una modesta hamburguesa hasta darse el capricho de cenar en una mesa exclusiva del escenario principal. La broma sale por 10.000 euros. Quien quiera agenciarse un banquete con mesa, mantel y platos elaborados por los chefs belgas más reputados, también puede hacerlo. Solo tiene que pagar un buen montón de 'pearls'.
Si se quiere estar a la última para no desentonar toca disfrazarse. En cualquier lugar uno puede darse de bruces con ángeles, magos, unicornios, indios o diablos dispuestos a lucir músculos forjados en el gimnasios. Lo que importa es lucirse y no perder nunca el toque exhibicionista.
En la última edición, el evento batió todas las marcas. Su éxito fue tal que las entradas se agotaron en apenas 64 minutos, cuando se pusieron a la venta a principios de febrero. Sin necesidad de publicitarse, solo con el concurso de las redes sociales, el macrofestival ha seducido a legiones de fans. Quien piense que todo es producto del azar se equivoca de cabo a rabo. A lo largo del último mes, 1.500 personas han participado en el montaje de la escenografía. Nada se ha dejado al arbitrio de la improvisación. Una entrada VIP permite acceder a áreas restringidas vetadas al público en general. Según publica la revista 'Forbes', la presente edición contará con 104.000 minutos de música y más de 1.000 artistas.
Tomorrowland es mucho más que un certamen musical, es un grandioso negocio. El caché de cada DJ es uno de los secretos mejor guardados, si bien Ethar Baer, director de EDM. com, un blog estadounidense de música electrónica, apunta que los DJ con más renombre cobran cantidades que no bajan de las cinco cifras, «y a veces incluso seis».
Las autoridades belgas no pierden comba y actúan en consecuencia. El primer ministro belga, Charles Michel, y su equipo se dejaron ver en la pasada convocatoria, sabedores de que aparecer un minuto en el Tomorrowland vale más que un telediario entero.
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