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fernando miñana
Lunes, 1 de julio 2019, 00:25
Como si fueran esos reclutas novatos de las películas sobre la guerra del Vietnam, todos acaban rapados en esta época del año. Es una tradición, ahora ya una industria, que se remonta al siglo XIX y que consiste en cortar los cuernos a los ciervos rojos para aprovechar unas propiedades que tildan prácticamente de milagrosas. En esta zona de Asia central, en el macizo de Altái, una cordillera que atraviesa Rusia, China, Mongolia y Kazajistán, se afianzó la creencia de que las astas contienen propiedades que aumentan la fuerza y la resistencia, mejoran el sistema inmunológico y estimulan la fecundidad de hombres y mujeres.
Eso sí, no vale cualquier cornamenta. Han de conseguirse entre junio y mediados de julio, cuando ya tienen el tamaño idóneo pero aún no han calcificado. En ese momento las astas son suaves porque están cubiertas por una piel muy vascularizada y sedosa como el terciopelo, de la que se afirma que contiene elementos curativos.
Esas supuestas propiedades casi llevan a los ungulados a su extinción. El precio de las cornamentas en el siglo XIX se fue por las nubes y empezaron a matar venados para cortarlas sin miramientos. A finales de ese siglo, para tener controlada su población y preservar la especie, se crearon unos criaderos.
Hoy, ya entrados en el siglo XXI, siguen operando esas granjas en las que el ciervo colorado vive en un estado de semilibertad. Los marales disponen de grandes espacios naturales donde crecer y alimentarse. «Tenemos los animales en condiciones medio naturales. No están domesticados, pero tampoco son del todo salvajes. En las montañas viven en 3.000 hectáreas de suelo cercadas. Los animales están divididos por sectores, denominados jardines», explica a 'Sputnik'Alexander Klepikov, un destacado ganadero de la región de Altái.
Esas grandes extensiones tienen la ventaja de asimilarse al ecosistema del ciervo rojo ('cervus elaphus'), pero eso también incluye los inconvenientes, como encontrarse con depredadores, fundamentalmente el oso y el lobo, pero también las águilas, que acechan, inmisericordes, a las crías. Los ganaderos defienden su subsistencia a tiro limpio. Poco les importa que esas aves estén protegidas. Puestos a elegir entre las águilas o el futuro de su negocio, no tienen dudas.
Los cuernos se cortan una vez al año, en estas semanas. Los ganaderos arrean a los venados hasta la granja y los conducen por un pasillo hasta una estructura donde les atan la cabeza, les cubren los ojos y en dos o tres segundos les sierran su 'corona'. Inmediatamente desinfectan la herida, que se cubre de arcilla para frenar la hemorragia.
Las cornamentas se meten en calderos con agua hiviendo. Las sujetan ahí dentro, con las manos dentro de unas manoplas para no abrasarse la piel, durante tres minutos; después se extraen y se mantienen fuera el mismo tiempo; luego se repite el proceso durante dos minutos y, finalmente, nuevamente en periodos más breves de un minuto, dependiendo del tamaño.
Al día siguiente se repite esta rutina de escaldado y después se traslada el producto a una especie de sauna. Es un almacén donde la temperatura está a 80 grados y después a algo menos, entre 60 y 70º. «De esta manera se les saca el líquido y los cuernos pierden cerca del 64% de su peso inicial. Finalmente son vendidos y procesados», explica un técnico.
Al lado de las calderas se han construido en los últimos tiempos unas bañeras que se llenan con el agua que se ha utilizado para escaldar el material. Se ha extendido la creencia de que esos baños son revitalizantes y las granjas tienen ya listas de espera de meses para darse un baño curativo. Sus mejores clientes vienen de Moscú, San Petersburgo y otras grandes ciudades. Unas 150 visitas en mes y medio.
Hay que entender las condiciones en que vive esta gente del macizo de Altái, bajo un clima muy frío donde es imposible desarrollar una agricultura convencional. Son parajes tan inhóspitos que los cuernos del ciervo rojo se han convertido en su principal vía para subsistir. El 95% de su producción va a Corea del Sur, donde es muy común su uso para tratamientos médicos. China también compra alguna partida, pero es para revendérsela a sus vecinos coreanos.
7 veces se le corta la cornamenta a un ciervo a lo largo de su vida, que suele durar entre ocho y nueve años. El proceso se repite cada doce meses, entre junio y julio
Mejora de la especie Aquellos ejemplares que cuentan con la cornamenta más pesada son apartados para usarlos como sementales y, así, tratar de mejorar la especie y lograr que les salgan cuernos más grandes
250 dólares aproximadamente –aunque puede llegar hasta los 350–, es el precio aproximado de un kilo de material extraído de la cornamenta
95% de la producción se exporta a Corea del Sur. La mayor parte del género proviene del macizo de Altái, en Asia Central
Alexander Klepikov comenta que los estudios realizados por los médicos «han revelado un cierto efecto de este agua, pero han sido incapaces de determinar a qué se debe». Hay quienes aseguran que tiene un efecto tonificante, estimulante y hasta rejuvenecedor.
Los granjeros se han agarrado a los cuernos del ciervo colorado en los años más críticos, cuando la rentabilidad dejó de ser del 700 y el 800%. Cuando el producto empezó a depreciarse, les salvó que coincidió con una caída del rublo, a partir de 1998, con lo que las exportaciones siguieron siendo rentables para el sector. De tal forma que su venta se convirtió en el motor de la economía de esta región. Ahora es cada vez más complicado vivir exclusivamente de la exportación de este producto para uso medicinal, así que se está intentando fomentar un turismo ecológico en el que los baños son su principal reclamo, como demuestran las listas de espera para beneficiarse de esta exótica oferta.
También defienden las supuestas propiedades de la sangre de venado. Por eso extraen de la yugular una cantidad para comercializarla después de pasarla por los cuernos. Dicen que sus virtudes se conservan durante dos horas y hasta existe una clientela dispuesta a beber sangre fresca de ciervo rojo.
«La sangre extraída y los preparados en base a ella mejoran la capacidad de adaptación del organismo humano. Un baño con sangre del ciervo rojo ayuda a eliminar el ácido láctico y el paciente se da cuenta de que su organismo literalmente se renueva», aseguró en su día Alexander Shebalin, del controvertido centro antidopaje de Moscú, quien llegó a comercializarla para futbolistas, tenistas, boxeadores, esquiadores, jugadores de hockey hielo y todo tipo de deportistas profesionales.
Aunque nada de todo esto es realmente tan revolucionario. La leyenda cuenta que ya en el siglo XII los terribles guerreros del ejército mongol de Gengis Kan curaban sus heridas en baños con agua enriquecida con secreciones de la piel de los cuernos de los venados.
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Paco Griñán | Málaga
Cristina Cándido y Álex Sánchez
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